martes, 6 de septiembre de 2011

Conceptos de riesgo, peligro y desastre.


La temática ambiental lleva consigo una serie de conceptos que atañen esta problemática relacionada con el ambiente; dichos conceptos son riesgo, peligro y desastre.

El concepto de riesgo, que se usa en varias ciencias, muchas veces considerado indistinto con el concepto de peligro; sin embargo los riesgos implican un mayor grado de controversia científica que los peligros, respecto de sus causas, consecuencias y probabilidad que ocurra. Se considera al riesgo como la probabilidad de ocurrencia de un peligro.

Dicha probabilidad puede ser un acontecimiento natural o antrópico y está dado por los efectos negativos que pueden perjudicar al hombre; esos efectos son cualitativos de acuerdo con la valoración que el ser humano tiene sobre ellos, ya que un mismo riesgo puede acarrear distinta cosmovisión respecto al peligro que se corre por parte de distintas sociedades, esta concepción cualitativa puede hacerse cuantitativa por medio de medición de perdidas o probabilidad de ocurrencia. El paso de saber si un riesgo es tal o estar en la incertidumbre, está dado por la disponibilidad de datos que se cuente sobre el mismo.

El peligro, en cambio, es todo aquel evento que puede causar pérdidas donde se produzca. Para hablar de peligro en sí, es necesario la presencia del hombre que se vea afectado por él. Un fenómeno natural va a acontecer en peligro siempre que una sociedad lo valore como tal, ya que como se dijo, un mismo fenómeno natural puede ser rechazado o esperado según las sociedades; para que un fenómeno natural sea peligroso tiene que afectar al hombre.

Los peligros sociales, ocasionados por las acciones del hombre, son llamados también tecnológicos, porque se considera ser la actividad causante de peligros, pero los peligros como pobreza, desocupación, delincuencia, drogadicción, etc son provocados en su totalidad por acción humana.

Es lícito hablar de tres tipos de peligros: naturales (el causante del daño tiene su origen en la naturaleza), social (el causante del daño tiene su origen en la acción humana) y peligro ambiental, concepto que engloba los dos conceptos anteriores, este concepto es representativo de la interrelación propia del hombre con su ambiente.

El tercer concepto en cuestión es el de desastre o catástrofe, el cual es la realización del peligro, en el cual una sociedad sufre daños severos y las pérdidas afectan a sus miembros y sus bienes físicos, resistiendo la estructura social y sus funciones. Es el conjunto de daños que ocasiona la ocurrencia de un peligro; pero no siempre un peligro ocasiona desastres, ya que pueden ser evitados por los avances tecnológicos, en principios los peligros sociales.

Desde la óptica de las ciencias sociales, interesan los desastres que afectan a toda una sociedad con enfermedad, muerte, etc. Los desastres pueden ser causados por fenómenos naturales y/ o sociales, como se explicó, siempre que afecten al hombre.

El estudio de los peligros naturales y de los riesgos que estos plantean a los hombres surge en Estados Unidos a comienzos del Siglo XX, a raíz de las frecuentes inundaciones. Hacia 1927, el gobierno norteamericano inicia investigaciones destinadas a lograr una adecuada administración de las cuencas fluviales para que pudieran ser aprovechadas integralmente. Como resultado, en 1933 se presentaron 308 informes al Congreso, que contenían varios elementos técnicos y un análisis de costos y beneficios de los proyectos hidráulicos que se proponían. Estos informes se llevaron a la práctica en breve tiempo. Luego de 20 años, tras una cuantiosa inversión por parte del gobierno de Estados Unidos en obras públicas destinadas al control de inundaciones, se evaluaron los cambios llevados a cabo en las zonas afectadas. Esta tarea se consumó mediante la cooperación interdisciplinaria con el objetivo común de evaluar el grado de ocupación humana en zonas de peligros naturales, entre los geógrafos que realizaron esta tarea se destaca un grupo liderado por Gilbert White. Los resultados fueron que el gasto realizado para controlar las inundaciones no había podido erradicar los peligros; puesto que la ocupación humana había traspasado las defensas.

Desde fines del Siglo XIX los estudios de las causas físicas de los peligros naturales estaban avanzados, no así la respuesta de la gente a dichos eventos. En 1917 un desastre de origen antrópico impulsó este aspecto de la investigación; un buque con municiones explotó, cuyo saldo fue 2000 muertos y miles de heridos y daños materiales. Dicho evento lo documentó Samuel Prince, un sociólogo que se preocupó de describir los procesos socio sicológicos observados en el evento. Ello le permitió plantear ciertos principios básicos de conducta basados en el rechazo y la minimización del riesgo. Dicho trabajo que se puede considerar pionero en el tema, estimuló otros estudios sociológicos y la organización de defensa civil. Esta línea de investigación se concentró en ver la respuesta humana a los peligros tanto antrópicos como naturales, ya que si bien los primeros trabajos sociológicos fueron referidos a peligros humanos (explosiones, bombardeos, etc.) se vio que también podían aplicarse a peligros naturales como tornados, huracanes o terremotos. Así con el aporte de otras disciplinas, se fueron sucediendo una serie de hitos que dieron lugar al surgimiento de este nuevo cauce en la investigación geográfica.

La década de 1970 representa una etapa de madurez en los estudios sobre peligros ambientales, con la publicación de varios libros de la escuela de White.

La década de 1980 se caracteriza por cambios como el énfasis puesto en la relación entre peligros naturales y subdesarrollo económico, haciéndose hincapié en que este aumenta los efectos de los desastres, una mejor atención a los peligros antrópicos, y el reconocimiento de la naturaleza multidisciplinaria del tema: los modelos se vuelven más generalizados para poder estimar todos los peligros en un lugar.

En esta década, la noción de peligro adquiere una dimensión considerable por influencia de los movimientos ecologistas. La conciencia del riesgo y la decisión política, que forman parte del ordenamiento territorial, son tanto o más importantes que conocer y diagnosticar el problema (Jean Tricart, 1982). Es el hombre en definitiva, el que decide reconstruir o no en lugares que han sufrido catástrofes. Michel Faucher, al esbozar una geografía humana de los riesgos naturales, propone una metodología basada en la combinación de cartas temáticas de áreas con peligros naturales y su superposición con una carta de poblamiento. Reconoce, a la vez, que este tipo de cartografía hasta ese momento solo la habían realizado las grandes compañías de seguros.

En los años noventa, Faugère retoma el tema de los riesgos consagrando un cierto número de publicaciones a la geografía de los riesgos y a las ciencias del peligro. En dicha década ha aumentado y tomado cuerpo en la sociedad la conciencia acerca de la dimensión y diversidad de los peligros que se enfrenta la humanidad, y el estudio de los peligros y los riesgos ha llegado a un importante grado de maduración. Al componer la historia del peligro se puede develar cómo va emergiendo el archipiélago del peligro como llaman los autores al conjunto de peligros de la vida cotidiana, y el surgimiento de las ciencias del peligro o Cindyniques, como un intento del hombre para prevenir, mitigar o evitar los peligros. A la vez, desde el comienzo de la década, la comunidad internacional se ha abocado a tratar la prevención de los peligros, especialmente naturales.

En la actualidad, el estudio de los riesgos y peligros que amenazan al hombre y su ambiente, es un tema muy movilizador y de apertura masiva, que evoluciona con la celeridad de los procesos modernos. Si bien algunos peligros han sido enfrentados exitosamente hasta el punto de que han desaparecido o disminuido (por ejemplo la poliomielitis o la viruela) otros, por el contrario, han aumentado, o bien han surgido peligros nuevos como el sida o la contaminación. Es lo que podría llamarse transición de peligros, el pasaje de mortalidades tradicionales (tuberculosis) a mortalidades modernas (sida) con nuevas epidemiologías y traumatismos, de daños tradicionales (inundaciones) a daños modernos (contaminación). Dado que el peligro y el riesgo son un binomio inseparable también se puede hablar de transición de riesgos. Por otra parte, la población no puede darse el lujo de mantener esfuerzos aislados puesto que muchos de los riesgos se están generalizando. El efecto invernadero, la destrucción de la capa de ozono o la lluvia ácida, son procesos de origen antrópico que interactúan con una amplia gama de procesos de orden natural: erosión y descomposición de suelos, reacciones físico-químicas en la atmósfera, en la hidrosfera o en la biosfera. El funcionamiento entero del geosistema se encuentra afectado. Si bien los orígenes y consecuencias de este cambio global todavía están en discusión, no hay duda de que el planeta entero ha entrado en un período de riesgo global: erosiones litorales, inundaciones, sequías crónicas, cambios ecológicos, guerras, enfermedades, etc. Tomando conciencia de ello, la comunidad científica, las organizaciones internacionales y los gobiernos han comenzado a tomar medidas concretas pero todavía parciales para la prevención característica a partir de los años noventa. Se hace necesaria una gestión del peligro global puesto que muchos de estos eventos requieren soluciones globales. Es decir, respuestas encaradas integralmente a escala planetaria.

Los primeros trabajos de investigación sobre peligros y riesgos, llevados a cabo en Estados Unidos a principio de 1960, utilizaron métodos característicos de las Ciencias Económicas. La razón de ello es que estas investigaciones consideraban que los individuos enfrentan los peligros con una solución económica óptima, es decir, mediante medidas que conduzcan a la menor cantidad de pérdidas posibles. Sin embargo, en la práctica, quedó demostrado que la gente no se había comportado como se esperaba que lo hiciera, es decir, controlando los peligros: mientras las inversiones hechas en este sentido se habían multiplicado considerablemente, el nivel de los daños producidos se había elevado también. Se hacía necesaria una investigación de fondo para poder explicar el distinto comportamiento de los individuos y los grupos frente a los riesgos de un lugar. Es en este momento cuando se hace importante el aporte de los geógrafos, quienes incorporan la percepción como método de trabajo. Los tempranos trabajos de Gilbert White sobre desarrollo de cuencas fluviales y ocupación humana permitieron mostrar posibles soluciones a los problemas planteados. A través de la percepción pudo comprender mejor las decisiones individuales y colectivas y su impacto sobre los recursos naturales. Muchos avances en este sentido se han logrado gracias a la incorporación de la percepción como metodología de tratamiento. Así, se pasa de metodologías puramente economicistas a otras matizadas con aportes de la Psicología y la Geografía.

Anne Whyte, al analizar el período que va desde 1956 hasta 1985 (Whyte, en Kates and Burton, 1986, p.245), sostiene que en la primera década de ese período (1956-1966) la mayoría de los trabajos sobre el tema estuvieron abocados a las "investigaciones de campo" en especial a las técnicas de medición de percepción de peligros. En el quinquenio siguiente el énfasis de los trabajos se vuelca hacia la "exploración de métodos" apropiados, la mayoría de ellos tomados de la psicología social y la semiología. Las décadas de 1970 y 1980 son testigos de un énfasis puesto en los "estudios internacionales comparativos" y el ajuste de métodos y técnicas respecto de la percepción de peligros. Desde 1990, se puede considerar que los avances metodológicos respecto del estudio de peligros y riesgos se han detenido. Los esfuerzos de la comunidad internacional se han concentrado más en las consecuencias de los peligros o en su prevención que en las metodologías de estudio.

La investigación de un peligro implica, por un lado, tener en cuenta las características intrínsecas del fenómeno (frecuencia, magnitud, intensidad, duración, etc.) en el área donde se produce, y, por otro, conocer la percepción que tiene la población acerca de dicho peligro. Esto permite entender la respuesta de la sociedad, que generalmente no es uniforme y varía según las costumbres, la capacidad de ajuste y respuesta del grupo, la intensidad de ocupación humana, los bienes y la tecnología disponible. Todos los aspectos de la cultura contribuyen a la adaptación y reajuste ecológico de un grupo humano a su medio.

Retomando el concepto de desastre; donde este es el conjunto de daños que provoca la ocurrencia de un peligro. Mientras haya peligros habrá daños. Sin embargo, no siempre los peligros ocasionan desastres. Podría decirse que desastre es la consecuencia, no evitable de un peligro cuando se supera el nivel de daños socialmente tolerables. A medida que progresa la ciencia, es cada vez más frecuente, prever y a veces hasta evitar, los efectos de los peligros. Por otra parte, también es cierto, que actualmente hay un mayor número de desastres con efectos muy destructivos, pero ello no se debe al aumento del número de peligros naturales, sino más bien al aumento de: la densidad de población, la urbanización, la deficiencia en la infraestructura física, la vulnerabilidad de las poblaciones expuestas.

Todos estos problemas, que contribuyen a aumentar los desastres, no son privativos de los países subdesarrollados. La marginalidad urbana creada por la urbanización también se da en los desarrollados. El aumento de la vulnerabilidad, en estos países se debe al crecimiento económico. A mayor riqueza expuesta, mayores pérdidas. Además, mientras más se dependa de la tecnología, mayor será el desastre en caso de falla tecnológica. En los países subdesarrollados, el éxodo rural alimenta nutridos contingentes de marginados urbanos, cuya vulnerabilidad aumenta con su número y la escasez de recursos de todo tipo.

Según el daño que provoque el peligro, se puede hablar de desastres mayores y desastres menores. Este criterio de base eminentemente cuantitativa permitió a Sheehan y Hewitt calificar de desastres mayores a aquellos que provocaban por lo menos cien muertos, o cien heridos o bien pérdidas por un millón de dólares. Dicho criterio es relativo. Su umbral va a variar según el tamaño de la población y su situación económica. En otras investigaciones se han tomado umbrales diferentes y no se ha distinguido entre desastres mayores y menores. Simplemente se ha valorado el daño para hablar o no de desastres. En el ámbito mundial, las inundaciones son los peligros más frecuentes, pero los terremotos y huracanes son los que causan el mayor número de muertos. Las sequías son las que involucran a mayor cantidad de gente.


Fuente: ANEAS de CASTRO, Susana “Riesgos y Peligros: Una Visión desde la Geografía” 2000


(La imagen es de carácter ilustrativo y no pertenece a la publicación original)

No hay comentarios:

Publicar un comentario