viernes, 25 de enero de 2019

Fuego, sequía, huracanes e inundaciones: así fueron los fenómenos meteorológicos extremos de 2018













Los cuatro últimos años han sido los más calurosos de la Historia reciente

El incendio más mortífero de la historia de California

"Cada vez que llueve recibo un correo electrónico del director de obras públicas. Me traen sacos de arena y hago todo lo que puedo". Son las palabras de Betsy Ann Cowley, propietaria del terreno de Pulga Town, donde comenzó el incendio de Camp Fire en California, EEUU. Una hora antes de Nochebuena, Cowley compartía con este medio su angustia. Desde que se produjo el fuego en noviembre vive con el temor a que un desprendimiento o una riada se lleve todo el cañón. El informe final del Equipo de Respuesta de Emergencia de la Cuenca de California alerta del peligro de inundación del pueblo de Pulga. De darse fuertes precipitaciones, hay "riesgo para la vida" de los residentes. No queda ni rastro de la vegetación original y las características del suelo no hacen de la zona un lugar seguro. Los puentes y las vías de evacuación tampoco están en las mejores condiciones. "No quiero causarle estrés, pero necesita estar lista para buscar un terreno más alto rápidamente", son las recomendaciones que le llegan por teléfono cuando amenazan las lluvias.El incendio de Camp Fire que se produjo en noviembre fue el más destructivo y mortífero de toda la historia de California. 85 personas perdieron la vida. Se quemaron 620 kilómetros cuadrados de terreno, un área mayor a todo el término municipal de Madrid. El fuego destruyó 14.000 hogares y los daños ascienden a 9.000 millones de euros. Sin embargo, no fue el único incendio de grandes proporciones de este año en California. En esa misma fecha, algo más al sur, el incendio de Woolsey Fire arrasó 392 kilómetros cuadrados de superficie. Murieron tres personas y las pérdidas se cuentan en 2.600 millones.Aunque un acontecimiento fortuito desencadenó el desastre, el calor, la falta de lluvia, la sequedad de los bosques y el viento de la zona contribuyeron a su propagación e hicieron difícil su extinción. Según un informe de la ONG británica Christian Aid publicado este miércoles, la precipitación de la región ha sido claramente inferior a la media para este año. El estudio indica que el área quemada al oeste de EEUU se ha duplicado en los últimos 30 años, un hecho que para los científicos está relacionado con el cambio climático. "El mensaje de nuestro informe es que el cambio climático está afectando a las personas en todas partes, incluso en los países más ricos del mundo. Ya nadie está a salvo" ha afirmado a EL MUNDO Kat Kramer, delegada mundial sobre cambio climático de Christian Aid.
Las temperaturas de 2018 han sido inusuales. El dato lo confirma la Organización Meteorológica Mundial (OMM), que en su informe anual calificaba los últimos cuatro años como los más calurosos de la Historia reciente. Japón, por ejemplo, ha sufrido uno de los veranos más cálidos que recuerda el país, con olas de calor que provocaron 30.000 ingresos hospitalarios por insolación y cientos de muertes. Además, tras las altas temperaturas vinieron fuertes lluvias e inundaciones por todo el país. Murieron 230 personas. Las aseguradoras han calculado las pérdidas en casi 5.000 millones de euros.En Ciudad del Cabo, Sudáfrica, la sequía que se vive desde 2015 he llevado a la población al límite en 2018. Las autoridades incluso se prepararon para el llamado "día cero", momento en que se cerraría definitivamente la llave de paso del suministro municipal de agua. El plan preveía el corte para el 75% de los grifos de la urbe y el abastecimiento de sus casi cuatro millones de habitantes estaba programado para darse en tan sólo 22 puntos de agua. Afortunadamente, antes de que esto ocurriera, las estrictas medidas de ahorro redujeron el consumo a la mitad y las restricciones de este bien, que es indispensable para la vida, empezaron poco a poco a disiparse. La sequía le costó al país algo más de mil millones de euros.El calentamiento global producido por la emisión de gases de efecto invernadero, dice el informe de Christian Aid, está detrás de todos estos acontecimientos. Este estudio recopila casi una centena de referencias que relacionan fenómenos meteorológicos extremos y cambio climático por todo el globo terrestre. Alberto, Chris, Ernesto, Florence, Gordon, no son sólo nombres de personas, sino de ciclones tropicales. Cada año, las distintas autoridades meteorológicas preparan la lista de apelativos que usarán para designar a cada uno de ellos. 2018 será recordado por el devastador huracán Florence, que a finales de agosto adquirió la categoría 4, con vientos de hasta 220 kilómetros por hora. Su impacto se sintió desde Cabo Verde hasta la costa oeste de Estados Unidos. Murieron 51 personas y los daños materiales fueron de 15.000 millones de euros. Menos costoso en términos económicos (13.000 millones de euros), pero algo más letal en cuanto a número de víctimas mortales fue, no obstante, el huracán Michael, también de categoría 4 y vientos de 250 kilómetros hora. Este se produjo a mediados de octubre y a su paso desde Cuba a Florida y Centro América se llevó la vida de 54 personas.
Es cierto que en Estados Unidos, América Central y el Caribe ya conocen bien estos fenómenos. En la memoria de todos está el huracán Katrina, que en agosto de 2005 fue responsable de la muerte de 1.836 personas y provocó daños por valor de 95.000 millones de euros. Sin embargo, la temporada de huracanes de 2018 en el Atlántico norte ha superado en número, en extensión y en pluviosidad a la de otros años. El informe de Christian Aid alerta de que el cambio climático provocará un mayor número de ciclones tropicales y que estos tendrán graves consecuencias.En Europa, 2018 ha destacado también por la virulencia de las lluvias y las inundaciones que han dejado a su paso, llevándose la vida de 69 personas. Italia (36), Francia (16), España (13), Reino Unido (2) y Portugal (2), son los países que más han sufrido. El huracán Leslie y una serie de ciclogénesis afectaron a estos países durante la primera quincena de octubre. Tampoco hay que olvidar, por el contrario, los estragos de las altas temperaturas registradas este verano en otros países, como República Checa, Inglaterra, y Suecia. La sequía ha provocado daños valorados en 7.500 millones de dólares (6.500 millones de euros). "Las proyecciones indican que, a menos que las emisiones de carbono disminuyan rápidamente, las olas de calor como éstas se volverán normales en España. La sequía será cada vez más común y duradera y se perderán muchas casas en la costa por la subida del mar. Algunos alimentos importantes para los españoles estarán bajo la amenaza de la temperatura o de la sequía y los precios serán más altos", ha comentado Kramer. "La única forma de evitar que esto suceda es con un rápido descenso de las emisiones de carbono", ha añadido.Cuantificar los daños debido al cambio climático es complicado y sólo se puede hacer con precisión si se tienen en cuenta fenómenos meteorológicos concretos que a su vez se puedan relacionar con el calentamiento global. A ese respecto, Kramer ha explicado a este medio que las regiones más pobres, como África, son las más vulnerables y ha destacado la situación que viven países que podrían desaparecer si sigue subiendo el nivel del mar, como Bangladesh. La activista alerta de las fuertes migraciones que se producirán en un futuro debido a una población que no podrá permanecer por más tiempo en sus lugares de origen y cómo no se está teniendo en cuenta esta situación. "Los gobiernos internacionales no están preparados para los movimientos que podrían ser causados por el cambio climático", ha alertado.

Fuente: ElMundo.es

martes, 22 de enero de 2019

Premio para el hombre que frenó al desierto.





























El agricultor burkinés Yacouba Sawadogo recibe el reconocimiento de Right Livelihood (el 'Nobel alternativo') tras popularizar una técnica de riego en el Sahel y crear uno de los bosques con más diversidad de la región

Yacouba Sawadogo tiene 72 años y es el artífice de un milagro:«Convertir tierra estéril en bosque y demostrar cómo los agricultores pueden regenerar su suelo a través del uso innovador del conocimiento local e indígena».
Las palabras de reconocimiento corresponden a la organización del premio Right Livelihood, un galardón conocido popularmente como el Nobel alternativo que en su última edición ha querido distinguir la labor de este pionero nacido en Burkina Faso. El mismo al que en la región del Sahel se conoce como El hombre que detuvo el desierto. Así se titula, de hecho, el documental de 2010 que cuenta su historia.
Fue a comienzos de la década de los 80, un periodo en el que su país sufrió una sequía extrema, cuando Sawadogo recurrió a una exitosa técnica de irrigación tradicional. «No sabría decir exactamente cuántas miles de personas murieron por la sequía, pero fueron muchas. La falta de agua provocó la escasez de alimentos, y muchas dejaron sus hogares para sobrevivir», explicó a Papel días antes de recibir el galardón -dotado con 97.000 euros- en Estocolmo.
La población burkinesa abandonó en grandes oleadas entonces, hace casi 40 años, las áreas rurales para trasladarse a las ciudades en busca de un empleo que les garantizara el sustento. Sawadogo, sin embargo, optó por viajar en sentido contrario, decidido a resucitar la tierra arrasada por la falta de agua.
Tras varias pruebas, encontró la solución en la técnica del zaï. Consiste en excavar pequeños pozos (de entre 10 y 20 centímetros de profundidad y 20 y 30 de diámetro) durante la estación seca para luego rellenarlos con residuos agrícolas o estiércol. Después de las primeras precipitaciones, cada pozo se cubre con una fina capa de suelo. En el centro se colocan semillas de sorgo o mijo.
Dicha técnica permite aprovechar mejor el agua y, consecuentemente, mejorar el rendimiento de los cultivos hasta en un 500%. Para sorpresa de quienes dudaban de la idea de Sawadogo -algunos agricultores lo tacharon de loco e incluso llegaron a incendiar sus campos debido al desconocimiento-, el zaï logró transformar unas tierras estériles en un bosque de casi 40 hectáreas donde actualmente conviven 60 especies de árboles y arbustos. O lo que es lo mismo: un bosque de insólita diversidad en una de las zonas más áridas del mundo.
El trabajo de Sawadogo ha sido aclamado tanto dentro como fuera de las fronteras de su país. No hay una semana que no reciba a algún grupo de agricultores interesados en copiar su sistema. «Los grupos suelen ser de unas 10 personas y pasan una semana conmigo para ver en qué consiste el zaï», reconoce. A su encuentro vienen no sólo agricultores locales o de países vecinos, sino también investigadores, ONG internacionales e incluso la Convención de las Naciones Unidas para Combatir la Desertificación (UNCCD), que en 2013 también reconoció sus esfuerzos en la lucha en este campo.
Frente a la amenaza que suponen los cambios en los patrones del clima en los países en vías de desarrollo, como se ha podido apreciar en algunas regiones africanas tras el paso del fenómeno de El Niño en 2015, disponer de un sistema que asegure el abastecimiento agrícola es sinónimo de una sociedad pacífica. La mayoría de los conflictos en las áreas rurales africanas son derivados, precisamente, de la escasez de alimentos y de la lucha por el del control de las tierras.
Sawadogo, por tanto, se ha convertido en un pacificador del centro de África sin empuñar jamás un arma. Lo paradójico es que ahora su trabajo se encuentra amenazado por la expansión de la ciudad de Ouahigouya, que ya se encuentra en los límites del bosque. Y ello porque el hombre que detuvo el desierto ha trabajado durante décadas en estas tierras sin importarle no ser su dueño.
El manzano de Sodoma es una de las especies que ahora crece en la región. GETTY

Fuente: ElMundo.es


miércoles, 2 de enero de 2019

Europa no está preparada para luchar contra la desertificación que la acecha
























Un informe de los auditores europeos alerta sobre la falta de medidas adecuadas en la UE ante un problema que afecta especialmente a España y Portugal

"El riesgo de desertificación en la Unión Europea no se aborda de forma eficaz y eficiente". Con esta frase resume el Tribunal de Cuentas europeo la situación de la lucha contra una de las consecuencias del cambio climático que amenaza especialmente a España y al sur del continente: la mayor vulnerabilidad a la desertificación. La radiografía de los auditores europeos, publicada este martes, continúa así: "Pese a que la desertificación y la degradación de las tierras constituyen amenazas actuales y crecientes en la UE, la Comisión no tiene una idea clara de estos problemas, y las medidas tomadas para luchar contra la desertificación carecen de coherencia".


La desertificación es una forma de degradación del suelo en las tierras secas cuya importancia ha empezado a ponerse de manifiesto este año con el largo período de altas temperaturas y bajas precipitaciones registrado durante el pasado verano. Tiene como resultado la infertilidad de los suelos y la reducción en la producción de alimentos. "Sus efectos", añade el informe, "serán especialmente agudos en Portugal, España, Italia, Grecia, Chipre, Bulgaria y Rumanía".

El tribunal llevó a cabo su fiscalización entre septiembre de 2017 y mayo de 2018 y entre otras cosas hizo visitas de auditoría a cinco Estados miembros que se declararon afectados por la desertificación: España, Italia, Chipre, Portugal y Rumanía. Fueron seleccionados también por "su vulnerabilidad a la desertificación" y para abarcar distintas condiciones climáticas, vegetación, actividades humanas y riesgos. Los auditores analizaron además documentos estratégicos, informes y datos.



































Entre la documentación consultada por los auditores europeos sobre España figura el Programa  de Acción Nacional de España de 2008, según el cual "el 74% del país está en riesgo de desertificación", tal y como refleja el informe del tribunal. El 18% presenta un riesgo alto o muy alto, mientras que el 19% tiene un riesgo medio. "La situación es especialmente preocupante en la Región de Murcia, la Comunidad Valenciana y las Islas Canarias", añade el trabajo. En estos territorios, el riesgo de desertificación es "alto" o "muy alto" en más del 90% del territorio.

"El informe me parece relevante por ser de la institución que vela por la sostenibilidad de la economía. Muestra que ecología y economía son cada vez más inseparables, y que no hacer frente al cambio climático supone grandes costes, cuando es un riesgo predecible y evitable", asegura José Luis García Ortega, responsable de cambio climático de Greenpeace.

El texto, según Ortega, advierte de "la incoherencia de las políticas asumidas hasta ahora". Y se explica: "Entendemos que ha advertido la incoherencia que supone que con fondos de la PAC se estén promoviendo prácticas agrícolas o ganaderas insostenibles, entre otros factores por el exceso de consumo de agua o por la degradación del suelo, o de la incoherencia de seguir subvencionando el uso de combustibles fósiles con una mano, mientras con la otra mano hay que hacer frente a los costes crecientes de los impactos del cambio climático, entre ellos los desplazamientos forzosos de población por la desertificación, como apunta el Tribunal de Cuentas". 

Respecto a la situación de España asegura: "No hay constancia de que los presupuestos nacionales estén preparados para hacer frente a esas contingencias, pero sobre todo la llamada de atención es si tiene sentido tener que pagar por las consecuencias de algo que podemos evitar pero que estamos alimentando con nuestros presupuestos". En el caso de España, "la respuesta evidente es que no", añade, porque aunque se ha avanzado al unificar las políticas ambientales, climáticas y energéticas bajo un mismo ministerio, la anunciada Ley de Cambio Climático sigue sin ver la luz. Como España es uno de los países más afectados por la desertificación, "debería liderar la lucha contra el problema", afirma este experto. El Ministerio de Transición Ecológica todavía no ha comentado el informe.

El informe incluye la respuesta de la Comisión Europea al trabajo de los auditores. En ella, el Ejecutivo comunitario "reconoce que el riesgo de desertificación y degradación de las tierras podría abordarse mejor" y asegura que era una parte del objetivo de la propuesta de la directiva marco sobre el suelo que la Comisión decidió retirar "a falta de una mayoría cualificada en el Consejo durante ocho años". El Ejecutivo concluye que, ante la ausencia de legislación en la UE en materia de protección del suelo, son los Estados miembros los que "tienen la responsabilidad de aplicar las medidas apropiadas a escala nacional".

Fuente: ElPais.com