viernes, 20 de octubre de 2017

La mujer que recuperó la biodiversidad del Gran Chaco

La bióloga boliviana Érika Cuéllar ROLEX

Su trabajo se basó en la formación de parabiólogos entre la población local para conservar los recursos del territorio

La pérdida de biodiversidad cruza la 'línea roja' en el 60% del planeta

La bióloga boliviana Érika Cuéllar llegó al Gran Chaco, el segundo bosque más grande de Sudamérica, poco después de que se declarase zona protegida. Allí pasó 10 años con el objetivo de formar "parabiólogos" entre los habitantes de los pueblos indígenas de la zona y así proteger la biodiversidad de este parque nacional de bosque seco tropical de 3,4 millones de hectáreas, repartidas entre Bolivia y Paraguay. Fue su primer trabajo al salir de la universidad en el que, además de conocer la riqueza natural de la región, descubrió a su gente. "Para mí fue un gran hallazgo encontrar a esta gente maravillosa, muy organizada, y con una visión de perpetuar sus recursos", confiesa a EL MUNDO durante la presentación en Madrid de la Exposición de los Premios Rólex a la Iniciativa, en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, que llega a España por primera vez para celebrar el 40 aniversario de los galardones y que Cuéllar ganó en 2012 por este proyecto de conservación.

Su labor en "el Chaco", como ella lo llama, se fundamentaba en basar el enfoque de la conservación en las comunidades, ya que en Latinoamérica mucha gente vive al lado o incluso dentro de los ecosistemas. "Es fundamental hacer participar a la gente como personas que tienen que estar integradas en los procesos de toma decisiones", asegura Cuéllar. 

Ciencia y supervivencia

En esta ocasión, aunque ella trabajaba por la conservación de la biodiversidad desde el punto de vista científico y los habitantes desde la supervivencia, sí tenían un objetivo común que les permitió trabajar juntos: conservar una zona que serviría como patrimonio y como fuente de recursos. "Después de diez años puedo decir que logré una conexión con ellos que puede permanecer por mucho más tiempo, y son relaciones en la vida que alimentan y acompañan", explica.



Cuéllar examina cactus junto con dos parabiólogos en Yapiroa (Bolivia), en 2012 ROLEX AWARDS/THIERRY GROBET


"Ahora ellos están a cargo de proyectos, lo que para mí es fabuloso, porque el éxito del proyecto fue involucrarlos de manera que ellos pudieran tomar decisiones de forma independiente, para mí es un éxito", confiesa la bióloga. Y es que, como asegura, "el Chaco nos ha dado mucho y nos los sigue dando". Materias primas para la construcción de las vías del tren, tierra para ganadería y agricultura, ríos para la pesca y ahora, también, gas. "Son ambientes muy ricos en recursos, pero las zonas verdes son cada vez más reducidas. Es un cliché decir que los bosques nos dan oxígeno, pero es cierto". En esta tierra hay cinco especies de armadillos, desde los 250 gramos hasta los 30 kilos. Hay felinos como el jaguar o el puma. Hay más de 300 especies de aves. Cientos de especies de plantas. "Y además hay grupos étnicos dentro del Chaco, con culturas muy ricas por sí mismas, y todavía hay familias que no han sido contactadas". 

El guanaco

Uno de los puntos de su trabajo fue lograr la protección del guanaco, una de las dos especies de camélidos de Sudamérica. "Antes había millones y ahora sólo queda un millón en todo el continente, en muchos lugares de distribución ya se ha extinguido". La causa: la cacería deportiva y la destrucción de hábitat. En el Chaco, la población se redujo hasta los 200 ejemplares, y justo fuera de la zona protegida. Ahora el guanaco se está recuperando, hay nuevos grupos de cría y se expanden hacia otras zonas. "Mientras estén ahí, los cuiden y siga la veda, habremos dado un paso a tiempo con la gente del lugar", asegura.

Érika Cuéllar observando guanacos en Santa Cruz de la Sierra (Bolivia), en 2009. ÉRIKA CUÉLLAR

Tuvo que dejar el proyecto cuando fue a hacer el doctorado. "Después volví cuando gané este premio, lo que me dio la oportunidad de continuar con el trabajo". Con los fondos obtenidos, instauró un curso de formación de diez meses por el que ya han pasado 30 representantes de comunidades indígenas de la zona.

De cara al futuro, quiere llevar esta idea a otros lugares. "Lo que me interesa es expandir esta idea, conocer nueva gente y zonas biodiversas donde podamos aplicar esta metodología, porque creo que ayuda a la conservación a largo plazo", explica. De hecho, una de las posibilidades que baraja para el año que viene es Ecuador. "Por lo pronto estoy trabajando en la Patagonia argentina, evaluando los movimientos estacionales hasta finales de año".



Fuente: ElMundo.es

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