Imagen ilustrativa. Edificios de la ciudad de Santa Fe Argentina |
La socióloga holandesa Saskia Sassen pasó por Buenos Aires y planteó los desafíos de la urbanización y el rol del Estado.
El destino de las ciudades, cómo las ha transformado el proceso de globalización y los desafíos de la vida en las metrópolis son algunas de las cuestiones que desvelan a la socióloga, escritora e investigadora holandesa Saskia Sassen, quien participó esta semana del segundo Congreso Internacional de Urbanismo, en Buenos Aires.
La experta, que fue una de las figuras más buscadas entre los asistentes al encuentro organizado por el Ministerio de Desarrollo Urbano porteño en la Usina del Arte, dialogó con Infobae sobre el nuevo rol de las ciudades y los grandes desafíos frente al escenario que augura que, para 2050, más del 75% de la población mundial será urbana.
"Las ciudades hoy son espacios operacionales estratégicos. Esto es el resultado de un proceso que comenzó en los '70 y luego fue cambiando hasta transformarse en lo que son hoy. Por un lado las grandes empresas que estaban en las ciudades, las grandes bancas, las aseguradoras se estaban yendo de las ciudades que estaban empobrecidas y había mucha violencia. Nueva York se declara en bancarrota, pero también estaban así París y Tokio. Las clases medias, las que podían, se iban a los suburbios. Pero algo pasa que cambia la cosa", explica Sassen.
-¿Y qué es lo que cambia?
-Lo que cambia es que al mismo tiempo que sucede esto hay una segunda tendencia: es un empuje hacia la globalización. Estas grandes empresas que no tienen necesidad de estar en ningún lugar específico, empiezan a necesitar la intermediación. Y eso, se lo da la ciudad.
-¿Qué es la intermediación?
-Las empresas quieren operar en 10, en 20 países y necesitan de esa gente brillante altamente especializada. Es lo que da el conocimiento muy especializado. Se necesitan expertos de Argentina, expertos de Mongolia y así, de todos los países. Esas grandes empresas y nuevas necesitan acceso a ese grupo y ese grupo está en las ciudades. Este sector llega con sueldos muy altos, empleados muy bien pagos, y ellos son los que empiezan a desplazar a las clases medias modestas.
-¿En dónde se ve esta desigualdad?
-En todas las ciudades del mundo vemos edificios vacíos, pero lo que realmente está pasando no lo podemos ver con los ojos. Hay enormes ganancias del sistemas financiero y grandes pérdidas de hogares, que en realidad son personas sin techo. Los grandes edificios vacíos generan más plusvalía que si estuvieran con gente porque el sector de inversores solo quiere materialidad. Es muy alarmante esto que sucede.
-¿Cuál es el rol del Estado en este contexto?
-Lo que pasa con la globalización es que concluye con la privatización de más y más funciones que estaban en manos del Estado, porque no es capaz de contener la experiencia y el conocimiento de todos los países. Entonces ahora es más complejo, con más interacciones, negociaciones. Pierde capacidad y por ende, autoridad. Una de las cosas que pasan es que los techies (así llama Sassen a esas personas y asesores con conocimiento muy especializado) es que van al gobierno municipal y dicen: tenemos esta innovación, y los gobiernos las compran. Y yo siempre digo que no lo debería hacer. Los sectores públicos compran y compran y luego no lo usan, no saben bien cómo usarlo o al final no les sirve.
-¿Puede la tecnología acompañar ese crecimiento de una manera sustentable?
-Ahí hay un desafío y va a llevar trabajo, recursos y tiempo; que permita a los miembros de un gobierno de ciudad tener los conocimientos para distinguir qué les sirve y qué no. Dentro de la municipalidad u otros espacios de gobierno habría que desarrollar un poco de conocimiento de estas tecnologías, pero un poco; pero enfocar el encuentro con los techies, que hacen sus negocios y decir: 'Yo tengo este problema', y plantearlo, '¿cómo me pueden ayudar?'. Es decir que sea al revés de lo que sucede hoy. De ahí puede surgir una provocación y que los techies se enfoquen sobre las cuestiones urbanas y no solamente sobre la tecnología como si existiera en un vacío.
-¿En este desafío entra la utilización de los recursos naturales?
-Los estados nacionales simplemente parecen no estar preparados para hacer una diferencia mayor. Hicieron alguna diferencia, por ejemplo, en China que ya cuenta con la mitad de su energía a partir de fuentes renovables. Hay algunos gobiernos que lo manejan mejor que otros; en Estados Unidos, por ejemplo, entró en regresión. Pero en los últimos años 36 gobiernos y unas 150 multinacionales han acaparado la mayoría del planeta. Uno de los mayores problemas que tenemos es que usamos mediciones que hoy no sirven.
-¿Cómo es eso?
-El PBI per cápita que hemos usado por más de un siglo no es una buena medida. Son viejos instrumentos que ya no sirven para medir la economía. La minería registra como positivo, pero una vez que acabaron es tierra queda muerta, el agua envenenada. Es bueno hoy, pero ¿en 70 años? Por ejemplo las enormes plantaciones que supuestamente modernizan, se registran en términos positivos y un pequeño agricultor que ha mantenido la tierra a través de generaciones no se registra.
-¿En este contexto hay esperanza?
-Tenemos la supervivencia; esperanza es una palabra muy bella. Somos muchos en el mundo. Estamos hablando de reinventar, de luchar, de aceptar que hemos perdido mucho, de aceptar que vamos a vivir con enormes cantidades de gente. Hay toda una nueva generación que quiere luchar, gente joven sobre todo, y hay también viejos expertos que lo han visto todo. En el medio hay una generación práctica, de predadores, sin vergüenza. Esa generación que duró por varias décadas no puede aceptar lo que es la destrucción, pero afortunadamente están los extremos. Vamos a seguir luchando.
imagen ilustrativa: El Litoral