viernes, 16 de octubre de 2015

La UICN avanza en la definición de la lista de ecosistema en peligro.

Entre ellos están el Mar de Aral, fondos con algas en Alaska, arrecifes de coral del Caribe, humedales de Australia, turberas de Alemania…

Es raro el verano que no acaba con una noticia que refleje la dura convivencia entre el desarrollo y la conservación de la naturaleza en uno de los destinos turísticos por antonomasia: el Caribe. Por un lado, la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente de México dictaminó la suspensión total de un nuevo desarrollo turístico en Cancún, centro neurálgico de las visitas al Caribe, y por otro Nicaragua incluía entre sus cinco ecosistemas en mayor riesgo de desaparición los bosques de bambú del litoral de este mar del Atlántico Norte. Precisamente los arrecifes de coral del Caribe figuran entre los diez ecosistemas en mayor riesgo de extinción del planeta.

A la espera de desarrollar adecudamente y definir los criterios concretos y precisos que servirán para elaborar la lista roja de los ecosistemas mundiales en peligro, varios organismos y científicos, incluido el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, estudiaron veinte de los considerados más valiosos y amenazados. Hace dos años se publicó en la revista PLoS ONE una primera lista que sirve de patrón para que la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) elabore una similar a la que actualmente existe para especies de animales y plantas. En este caso la categoría de extinto se define como “colapsado”, es decir, un ecosistema de gran valía que tiene imposible volver a su estado original.

A la primera lista con la que trabaja la UICN habría que añadir los 19 ecosistemas presentes entre los 48 lugares declarados Patrimonio Mundial por la Unesco que considera en peligro. Algunos coinciden con la primera, como los arrecifes de coral del Caribe (Belice) y los bosques de galería de la cuenca del río Senegal (Parque Nacional Niokolo-Koba). El Parque Nacional de los Everglades (Estados Unidos), junto a los bosques tropicales, sobre todo los de la cuenca del Congo en la República Democrática del Congo, además de los de Honduras (Río Plátano), Indonesia (Sumatra) y Madagascar (Atsinanana), aparecen también en la lista roja de la Unesco.

A continuación se detalla la lista con los diez ecosistemas más amenazados según los primeros estudios realizados para la UICN, que son aquellos considerados en colapso (Mar de Aral) y en peligro crítico de extinción (los nueve restantes). La explicación a la aparición de cuatro lugares de Australia reside en que todos se concentran en el área de mayor desarrollo urbano, industrial y agrícola de la isla, la costa sureste, con una población que sobrepasa los trece millones de habitantes.

1. Mar de Aral

Uzbekistán-Kazajistán

El Mar de Aral ha pasado de ser el cuarto lago más grande del mundo a no aparecer entre los veinte primeros. Solo resiste un 10% de una superficie que superó los 67.000 km2, tanto como Aragón, Navarra y el País Vasco juntas. Aunque ahora se invierten esfuerzos para recuperarlo desde su parte más septentrional, los expertos consideran que ha entrado en colapso porque ha perdido su biodiversidad original, incluidas 28 especies de peces endémicos. Además, el legado de pesticidas, desertización y salinidad que dejaron los cultivos de algodón y cereales que se regaban con sus aguas mantiene un efecto letal sobre la naturaleza y la población.

2. Bosques de acacias en la cuenca del Río Senegal

Senegal, Malí y Mauritania

Causas similares a las que provocaron la desecación del Mar de Aral se ciernen sobre las escasas feraces llanuras de inundación que resisten en la cuenca del río Senegal, y muy especialmente sobre los bosques de acacias (Acacia nilotica) que crecen en ellas. Presas, agricultura intensiva y sobrepastoreo están acabando con cientos de años de convivencia pacífica entre la biodiversidad y las comunidades indígenas. Estas habían aprendido a compasar los aprovechamientos agrícolas y ganaderos con los períodos anuales de inundación y sequía. Ahora, hasta las aves granívoras que colaboraban en este equilibrio desaparecen y la ruptura del mismo provoca el desplazamiento forzado de miles de indígenas y problemas de salud.

3. Turberas elevadas de Renania

Alemania

Depresiones, zonas encharcadas y montículos se reparten entre estos humedales repletos de biodiversidad, que presentan una acumulación de biomasa muerta que abomba el terreno. Esta acumulación alberga una gran reserva de carbono, por lo que su paulatina destrucción libera grandes cantidades de gases de efecto invernadero, responsables del cambio climático. Aparte de las llamadas de atención de los científicos que han colaborado en esta incipiente lista de ecosistemas en peligro, la Comisión Europea, como parte de su labor de conservación dentro de la Red Natura 2000, ha advertido del riesgo de desaparición que corren en concreto las turberas de Hunsrück y Eifel, donde varias especies de fauna y flora asociadas se han convertido en raras.

4. Matorrales de 'fynbos' de El Cabo

Sudáfrica

Hasta 8.500 especies de plantas vasculares (en todas las islas británicas hay 1.400), el 70% endémicas, encierran estos matorrales de fynbos, nombre de origen holandés que define a las “plantas de hojas finas”. Por su variedad y colorido está catalogado como uno de los vergeles botánicos de África, con semejanzas con nuestro monte mediterráneo. La expansión urbanística, los incendios forestales y la agricultura amenazan a estos matorrales por una doble vía: por la destrucción directa del hábitat y por la invasión de especies exóticas, tanto vegetales como animales. En otra lista, la de las Ecorregiones del WWF, también está considerado como uno de los ecosistemas en mayor riesgo de desaparición.
5. Lagunas Coorong y estuario del río Murray

Australia

Con idéntico grado de amenaza al de la UICN (en peligro crítico) cataloga el WWF dentro de su listado de Ecorregiones a este extenso (140 kilómetros lineales) y complejo (lagunas, lagos, estuario, bosques de ribera…) humedal situado al sureste de Australia. La declaración de una parte como parque nacional y su reconocimiento como humedal de importancia internacional (Convenio Ramsar) le ha salvado de desaparecer por completo, ya que solo se mantiene intacto, pero de manera fragmentada, el 10% de la superficie original. Numerosas entidades conservacionistas siguen lanzando la voz de alarma ante uno de los impactos más notorios: el drenaje del humedal en dirección a tierras agrícolas.

6. Manantiales kársticos del sur

Australia
Piccaninnie Ponds Karst Wetlands.

Piccaninnie Ponds Karst Wetlands, también situado en la costa meridional australiana, es igualmente un humedal de importancia internacional incluido en el Convenio Ramsar. Sin embargo, las 862 hectáreas protegidas y representativas de los sistemas kársticos, con manantiales ascendentes y otras formaciones rocosas y de turba originadas por las aguas subterráneas, se antojan claramente insuficientes para la comunidad científica. Para demostrar el efecto devastador que ocasiona la pérdida de esa capa freática y la continuidad de su afloramiento la UICN expone el caso del género de cangrejos de agua dulce Euastacus: de las cincuenta especies que sobreviven en estos ecosistemas, 17 están en peligro crítico de extinción y otros 17 en peligro.

7. Pantanos costeros de la cuenca de Sídney

Australia

Urbanización, minería del carbón, fracking, incendios, efectos del cambio climático, carreteras, excesiva regulación hídrica, invasión de especies exóticas… La propia Oficina de Medio Ambiente y Patrimonio del estado de Nueva Gales del Sur, donde se encuentra enclavada la biorregión de la cuenca de Sidney, reconoce las amenazas que acogotan a uno de los ecosistemas más singulares de esta isla. La misma entidad recuerda que en los últimos 200 años se ha perdido o degradado el 60% del rosario de humedales costeros que salpicaba y embellecía estas tierras. Aunque se traducen como pantanos, se trata de llanuras costeras de inundación sobre fondos de arenisca que sobresalen principalmente en la meseta de Hawkesbury.

8- Humedales de la cuenca Murray-Darling

Australia
Los ríos Murray y Darling (afluente del primero) forman una gigantesca cuenca hidrográfica (dos veces España) trascendental para el suministro hídrico de la zona más poblada de Australia (Adelaida, Melbourne y Sidney) y para el mantenimiento de una de las mayores cotas de biodiversidad asociadas a una gran variedad de pantanos, bosques y lagos. El problema es que el conflicto entre las necesidades humanas (incluye una extensa área agrícola) y ambientales afecta a ambas, ya que la excesiva regulación y explotación hídrica ha llevado a la eliminación de la vegetación natural y la sequía temporal de tramos del Murray (se estima que está al 18% de su capacidad), lo que aumenta el grado de salinidad, que interfiere en el abastecimiento humano.

9- Bosques de laminariales de Alaska

Estados Unidos

Observar una tupida formación de algas gigantes (laminariales) que pueden superar los 50 metros es lo más parecido a adentrarse en un bosque submarino. Las aguas costeras de Alaska cuentan con muy buenas representaciones de este ecosistema, que se encuentra entre los más productivos del planeta por su capacidad de acogida para numerosas especies (incluidos peces de explotación comercial), absorción de dióxido de carbono y freno de fuertes oleajes. Sin embargo, la sobrepesca, fenómenos meteorológicos como El Niño y la contaminación (vertido del Exxon Valdez de 1989) destruyen la cadena trófica (afecta sobre todo a las nutrias de mar) y dejan vía libre para que los erizos de mar devoren y deforesten los bosques de algas.

10- Arrecifes de coral del Caribe

Más de 116 millones de personas viven dentro de las costas que dan al mar Caribe, a los que se añaden 20 millones de turistas anuales. Un estudio del World Resources Institute junto a veinte organismos que trabajan en la región sentenció en 2005 que dos tercios de los arrecifes están directamente amenazados por actividades humanas, y estiman pérdidas económicas de 350 a 870 millones de dólares anuales por la disminución de la pesca de arrecife, el turismo de buceo y los servicios de protección de la costa, al actuar como barrera ante los efectos de temporales marinos. La presión turística, la agricultura intensiva, la sobrepesca y el cambio climático (blanqueamiento del coral) se alían para poner en peligro a este punto caliente de la biodiversidad terrestre.

Fuente: ElPais.com

La superpoblación robará otro 20% de tierra y recursos al planeta.


Los hábitats naturales de América Latina y África serán los más alterados por el desarrollo
La humanidad ya ha destruido la mitad de todos los árboles del planeta

La población mundial alcanzó los 7.000 millones en 2011. En julio pasado ya éramos 300 millones más. Las previsiones de la ONU estiman que en 2050 la cifra llegará hasta los 9.700 millones de humanos sobre el planeta. Además, el crecimiento poblacional no es solo cuantitativo. En países emergentes como China, India o Brasil, la clase media no deja de crecer. A poco que se cumplan los objetivos de desarrollo del milenio, muchos más verán mejoradas sus condiciones de vida. Pero el desarrollo humano tendrá su coste: al menos otro 20% de los hábitats naturales que quedan tendrán que ser sacrificados.

Partiendo de la población actual y futura, un grupo de investigadores de la organización The Nature Conservancy y varias universidades norteamericanas han estimado el impacto que tendrá tanta nueva gente en los recursos naturales del planeta. Los científicos proyectaron hacia adelante los actuales niveles de urbanización, agricultura o uso de energía para determinar qué regiones y hábitats serán los más amenazados por las crecientes necesidades alimenticias, energéticas o de nuevos espacios urbanos de los humanos.

Descontando la Antártida, el 76% de la superficie terrestre aún se puede considerar en estado natural, según publican los investigadores en PLoS ONE. El porcentaje es optimista, ya que incluye al resto de extensiones heladas del planeta, como Groenlandia. Sin embargo, en las próximas décadas, los hábitats naturales tendrán una merma significativa. Según este estudio, 19,68 millones de Km2 de tierras hoy vírgenes o semivírgenes serán alteradas por los humanos. En una extensión así cabe casi toda Europa, incluida la Rusia europea.
El estudio analiza nueve grandes sectores cuyo crecimiento es inevitable si se quiere atender las necesidades de una población mundial en ascenso. Entre estos ladrones de tierras está el acelerado proceso de urbanización. Un fenómeno que tardó siglos en Europa y América del Norte, se está desarrollando en el resto del planeta en décadas. En 2030, las áreas urbanas habrán crecido en un 185%, según esta investigación.

Otro sector de impacto directo en la naturaleza es la agricultura. Ya sea por la extensión de los biocombustibles o para atender unas necesidades alimenticias al alza, para mediados de siglo, los cultivos habrán crecido un 50% respecto a su extensión actual. La minería presenta un porcentaje de crecimiento similar.

Los investigadores se detienen en particular en los recursos energéticos. Su análisis es más realista que alarmista. Parten de la suposición de que el consumo en los países ricos se estancará y será más eficiente. Pero el desequilibrio vendrá de aquellos que nunca tuvieron luz, calefacción o coches y quieren tenerlos. Sectores como el de los combustibles convencionales (petróleo y carbón) y los no convencionales (fracking) necesitarán crecer entre un 30% y un 50% para atender la demanda. Pero los crecimientos más espectaculares se darán en las energías renovables. En 2040, la producción eólica habrá aumentado en un 400% y la solar en un 1.000%.

Pero la gran aportación de este trabajo es la visión de conjunto. Sobre un mapa mundial, volcaron sus estimaciones para cada sector e identificar las regiones y ecosistemas más amenazados por esta acumulación de peligros. "En muchos lugares, solo se consideran los impactos del desarrollo con un enfoque de proyecto a proyecto, sin tener en cuenta los impactos medioambientales acumulados", dice en una nota el geógrafo de The Nature Conservancy y principal autor del estudio, Jim Oakleaf.
Su enfoque, con una resolución espacial de 50 kilómetros, les ha permitido determinar qué hábitats naturales corren más peligro. Por grandes áreas geográficas, la peor parte del desarrollo se la llevarán los ecosistemas de América Latina y África. Los biomas de la primera perderán hasta 4,32 millones de Km2 de extensión. Pero será el continente africano, con más de 8 millones de Km2, el que verá convertidas una mayor proporción de tierras en fuente de recursos para los humanos.


















"Nuestro análisis muestra que las mayores amenazas acumuladas del desarrollo se solapan con la mayor cantidad de tierras naturales que hay en América del Sur y África", comenta Oakleaf. "Aunque muchos otros lugares, como en Asia, vemos grandes riesgos derivados del desarrollo, estas zonas están localizadas en regiones donde el desarrollo previo ya ha alterado los hábitats, por lo que no existe un peligro de conversión de la tierra", añade.
En la actualidad, el 21% de todos los biomas tienen al menos la mitad de sus hábitats naturales convertidos y un 57%, más de una cuarta parte. El desarrollo futuro podría provocar que la mitad de todos los biomas del mundo sufrieran una alteración de más de la mitad de sus hábitats y todos, a excepción de los bosques boreales y la tundra, tendrán al menos un 25% de sus tierras en riesgo de conversión, estiman los autores en su estudio.

Huyendo del catastrofismo, los autores creen posible balancear las necesidades de los humanos que vendrán con las políticas de conservación. Y su trabajo solo pretende identificar los riesgos y las zonas más amenazadas por el desarrollo. Como dice Oakleaf: "No tenemos que elegir entre desarrollo y los recursos naturales, podemos tener ambos. Sin embargo, las medidas en pro de la conservación deben incluir planes estratégicos del uso de la tierra y para una mitigación proactiva que anticipen los conflictos e impactos que permitirían beneficiarnos del desarrollo manteniendo al tiempo unos sistemas naturales en buen estado tanto para los humanos como para la naturaleza".

Fuente: ElPais.com
MIGUEL ÁNGEL CRIADO

sábado, 10 de octubre de 2015

Los diez ecosistemas más amenazados del mundo.

La UICN avanza en la definición de la lista de ecosistema en peligro

Entre ellos están el Mar de Aral, fondos con algas en Alaska, arrecifes de coral del Caribe, humedales de Australia, turberas de Alemania…

Es raro el verano que no acaba con una noticia que refleje la dura convivencia entre el desarrollo y la conservación de la naturaleza en uno de los destinos turísticos por antonomasia: el Caribe. Por un lado, la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente de México dictaminó la suspensión total de un nuevo desarrollo turístico en Cancún, centro neurálgico de las visitas al Caribe, y por otro Nicaragua incluía entre sus cinco ecosistemas en mayor riesgo de desaparición los bosques de bambú del litoral de este mar del Atlántico Norte. Precisamente los arrecifes de coral del Caribe figuran entre los diez ecosistemas en mayor riesgo de extinción del planeta.

A la espera de desarrollar adecudamente y definir los criterios concretos y precisos que servirán para elaborar la lista roja de los ecosistemas mundiales en peligro, varios organismos y científicos, incluido el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, estudiaron veinte de los considerados más valiosos y amenazados. Hace dos años se publicó en la revista PLoS ONE una primera lista que sirve de patrón para que la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) elabore una similar a la que actualmente existe para especies de animales y plantas. En este caso la categoría de extinto se define como “colapsado”, es decir, un ecosistema de gran valía que tiene imposible volver a su estado original.

A la primera lista con la que trabaja la UICN habría que añadir los 19 ecosistemas presentes entre los 48 lugares declarados Patrimonio Mundial por la Unesco que considera en peligro. Algunos coinciden con la primera, como los arrecifes de coral del Caribe (Belice) y los bosques de galería de la cuenca del río Senegal (Parque Nacional Niokolo-Koba). El Parque Nacional de los Everglades (Estados Unidos), junto a los bosques tropicales, sobre todo los de la cuenca del Congo en la República Democrática del Congo, además de los de Honduras (Río Plátano), Indonesia (Sumatra) y Madagascar (Atsinanana), aparecen también en la lista roja de la Unesco.

A continuación se detalla la lista con los diez ecosistemas más amenazados según los primeros estudios realizados para la UICN, que son aquellos considerados en colapso (Mar de Aral) y en peligro crítico de extinción (los nueve restantes). La explicación a la aparición de cuatro lugares de Australia reside en que todos se concentran en el área de mayor desarrollo urbano, industrial y agrícola de la isla, la costa sureste, con una población que sobrepasa los trece millones de habitantes.

1. Mar de Aral

Uzbekistán-Kazajistán

El Mar de Aral ha pasado de ser el cuarto lago más grande del mundo a no aparecer entre los veinte primeros. Solo resiste un 10% de una superficie que superó los 67.000 km2, tanto como Aragón, Navarra y el País Vasco juntas. Aunque ahora se invierten esfuerzos para recuperarlo desde su parte más septentrional, los expertos consideran que ha entrado en colapso porque ha perdido su biodiversidad original, incluidas 28 especies de peces endémicos. Además, el legado de pesticidas, desertización y salinidad que dejaron los cultivos de algodón y cereales que se regaban con sus aguas mantiene un efecto letal sobre la naturaleza y la población.

2. Bosques de acacias en la cuenca del Río Senegal

Senegal, Malí y Mauritania

Causas similares a las que provocaron la desecación del Mar de Aral se ciernen sobre las escasas feraces llanuras de inundación que resisten en la cuenca del río Senegal, y muy especialmente sobre los bosques de acacias (Acacia nilotica) que crecen en ellas. Presas, agricultura intensiva y sobrepastoreo están acabando con cientos de años de convivencia pacífica entre la biodiversidad y las comunidades indígenas. Estas habían aprendido a compasar los aprovechamientos agrícolas y ganaderos con los períodos anuales de inundación y sequía. Ahora, hasta las aves granívoras que colaboraban en este equilibrio desaparecen y la ruptura del mismo provoca el desplazamiento forzado de miles de indígenas y problemas de salud.

3. Turberas elevadas de Renania

Alemania

Depresiones, zonas encharcadas y montículos se reparten entre estos humedales repletos de biodiversidad, que presentan una acumulación de biomasa muerta que abomba el terreno. Esta acumulación alberga una gran reserva de carbono, por lo que su paulatina destrucción libera grandes cantidades de gases de efecto invernadero, responsables del cambio climático. Aparte de las llamadas de atención de los científicos que han colaborado en esta incipiente lista de ecosistemas en peligro, la Comisión Europea, como parte de su labor de conservación dentro de la Red Natura 2000, ha advertido del riesgo de desaparición que corren en concreto las turberas de Hunsrück y Eifel, donde varias especies de fauna y flora asociadas se han convertido en raras.

4. Matorrales de 'fynbos' de El Cabo

Sudáfrica

Hasta 8.500 especies de plantas vasculares (en todas las islas británicas hay 1.400), el 70% endémicas, encierran estos matorrales de fynbos, nombre de origen holandés que define a las “plantas de hojas finas”. Por su variedad y colorido está catalogado como uno de los vergeles botánicos de África, con semejanzas con nuestro monte mediterráneo. La expansión urbanística, los incendios forestales y la agricultura amenazan a estos matorrales por una doble vía: por la destrucción directa del hábitat y por la invasión de especies exóticas, tanto vegetales como animales. En otra lista, la de las Ecorregiones del WWF, también está considerado como uno de los ecosistemas en mayor riesgo de desaparición.
5. Lagunas Coorong y estuario del río Murray

Australia

Con idéntico grado de amenaza al de la UICN (en peligro crítico) cataloga el WWF dentro de su listado de Ecorregiones a este extenso (140 kilómetros lineales) y complejo (lagunas, lagos, estuario, bosques de ribera…) humedal situado al sureste de Australia. La declaración de una parte como parque nacional y su reconocimiento como humedal de importancia internacional (Convenio Ramsar) le ha salvado de desaparecer por completo, ya que solo se mantiene intacto, pero de manera fragmentada, el 10% de la superficie original. Numerosas entidades conservacionistas siguen lanzando la voz de alarma ante uno de los impactos más notorios: el drenaje del humedal en dirección a tierras agrícolas.

6. Manantiales kársticos del sur

Australia
Piccaninnie Ponds Karst Wetlands.

Piccaninnie Ponds Karst Wetlands, también situado en la costa meridional australiana, es igualmente un humedal de importancia internacional incluido en el Convenio Ramsar. Sin embargo, las 862 hectáreas protegidas y representativas de los sistemas kársticos, con manantiales ascendentes y otras formaciones rocosas y de turba originadas por las aguas subterráneas, se antojan claramente insuficientes para la comunidad científica. Para demostrar el efecto devastador que ocasiona la pérdida de esa capa freática y la continuidad de su afloramiento la UICN expone el caso del género de cangrejos de agua dulce Euastacus: de las cincuenta especies que sobreviven en estos ecosistemas, 17 están en peligro crítico de extinción y otros 17 en peligro.

7. Pantanos costeros de la cuenca de Sídney

Australia

Urbanización, minería del carbón, fracking, incendios, efectos del cambio climático, carreteras, excesiva regulación hídrica, invasión de especies exóticas… La propia Oficina de Medio Ambiente y Patrimonio del estado de Nueva Gales del Sur, donde se encuentra enclavada la biorregión de la cuenca de Sidney, reconoce las amenazas que acogotan a uno de los ecosistemas más singulares de esta isla. La misma entidad recuerda que en los últimos 200 años se ha perdido o degradado el 60% del rosario de humedales costeros que salpicaba y embellecía estas tierras. Aunque se traducen como pantanos, se trata de llanuras costeras de inundación sobre fondos de arenisca que sobresalen principalmente en la meseta de Hawkesbury.

8- Humedales de la cuenca Murray-Darling

Australia
Los ríos Murray y Darling (afluente del primero) forman una gigantesca cuenca hidrográfica (dos veces España) trascendental para el suministro hídrico de la zona más poblada de Australia (Adelaida, Melbourne y Sidney) y para el mantenimiento de una de las mayores cotas de biodiversidad asociadas a una gran variedad de pantanos, bosques y lagos. El problema es que el conflicto entre las necesidades humanas (incluye una extensa área agrícola) y ambientales afecta a ambas, ya que la excesiva regulación y explotación hídrica ha llevado a la eliminación de la vegetación natural y la sequía temporal de tramos del Murray (se estima que está al 18% de su capacidad), lo que aumenta el grado de salinidad, que interfiere en el abastecimiento humano.

9- Bosques de laminariales de Alaska

Estados Unidos

Observar una tupida formación de algas gigantes (laminariales) que pueden superar los 50 metros es lo más parecido a adentrarse en un bosque submarino. Las aguas costeras de Alaska cuentan con muy buenas representaciones de este ecosistema, que se encuentra entre los más productivos del planeta por su capacidad de acogida para numerosas especies (incluidos peces de explotación comercial), absorción de dióxido de carbono y freno de fuertes oleajes. Sin embargo, la sobrepesca, fenómenos meteorológicos como El Niño y la contaminación (vertido del Exxon Valdez de 1989) destruyen la cadena trófica (afecta sobre todo a las nutrias de mar) y dejan vía libre para que los erizos de mar devoren y deforesten los bosques de algas.

10- Arrecifes de coral del Caribe

Más de 116 millones de personas viven dentro de las costas que dan al mar Caribe, a los que se añaden 20 millones de turistas anuales. Un estudio del World Resources Institute junto a veinte organismos que trabajan en la región sentenció en 2005 que dos tercios de los arrecifes están directamente amenazados por actividades humanas, y estiman pérdidas económicas de 350 a 870 millones de dólares anuales por la disminución de la pesca de arrecife, el turismo de buceo y los servicios de protección de la costa, al actuar como barrera ante los efectos de temporales marinos. La presión turística, la agricultura intensiva, la sobrepesca y el cambio climático (blanqueamiento del coral) se alían para poner en peligro a este punto caliente de la biodiversidad terrestre.

Fuente: ElPais.com

domingo, 13 de septiembre de 2015

La Antártida se quedará sin hielo si se queman todas las reservas de petróleo, carbón y gas.

El nivel del mar ha crecido en el planeta unos 20 centímetros de media desde el año 1901, según el último informe del Panel Internacional para el Cambio Climático de Naciones Unidas (IPCC, por sus siglas en inglés). Puede parecer que no es una gran cifra, pero sus consecuencias ya han comenzado a notarse en algunas zonas costeras y en países insulares del Pacífico, por ejemplo. Y aunque el deshielo de la Antártida suele servir de icono para ilustrar el aumento del nivel marino, hasta el momento su contribución apenas llega al 10% de la subida.

Sin embargo, el continente helado podría dejar de serlo perdiendo por completo su capa de hielo si se queman todos los combustibles fósiles disponibles en la actualidad, según un estudio recién publicado por la revista científica Science Advances.

El trabajo realizado por científicos de la Carnegie Institution for Science de la Universidad de Stanford (California, EEUU) y del Instituto de Potsdam para la Investigación del Impacto del Clima ha analizado por primera vez mediante un modelo climático las consecuencias que tendría para la Antártida -y por tanto para el resto del planeta- la quema de todas las reservas disponibles de petróleo, carbón y gas. Los autores, liderados por el prestigioso investigador de Stanford Ken Caldeira, concluyen que si se llegan a utilizar todas las fuentes fósiles que tenemos al alcance de la mano la Antártida perdería su capa de hielo por completo.
Según el estudio, las reservas que quedan son suficientes para generar un aumento del nivel del mar medio global de 58 metros, lo que dejaría bajo el agua macrociudades como Nueva York, Tokyo, Shanghai, Calcuta o Hamburgo entre muchas otras.

"Nuestros datos muestran que si no queremos derretir la Antártida, no podemos seguir sacando energías fósiles del suelo y liberándolas a la atmósfera como CO2 como venimos haciendo", asegura Caldeira en una nota emitida por la Carnegie Institution.

El modelo utilizado por los autores revela que llevaría miles de años la pérdida total del hielo antártico. De hecho, los autores han analizado la posible evolución de la capa de hielo para los próximos 10.000 años, ya que el carbono permanece en la atmósfera durante milenios después de ser liberado.

La Humanidad ha emitido hasta el momento aproximadamente 600 gigatoneladas de carbono (unas 2.200 gigatoneladas de CO2, y cada gigatonelada son 1.000 millones de toneladas: la cifra completa sería 2.200.000.000.000 toneladas de CO2). El estudio revela que la quema de todas las fuentes fósiles disponibles en la actualidad supondría la liberación de 10.000 gigatoneladas de carbono, lo que supondría un inclemento del nivel del mar de unos 3 metros por cada siglo durante los primeros 1.000 años.
Una de las principales conclusiones de los autores es que la capa de hielo de la parte oeste del continente helado podría convertirse en inestable si las emisiones continúan durante unos 60 u 80 años, lo que supondría sólo el 8% como máximo de las 10.000 gigatoneladas previstas por los autores. "La capa oeste de hielo podría haber entrado ya en una rueda de pérdida de hielo imparable, pero si no queremos ver bajo el agua ciudades como Tokyo, Shanghai o Nueva York, necesitamos evitar que la parte Ese llegue al mismo punto", asegura Anders Leverman, uno de los autores perteneciente al Potsdam Institute.

"Si queremos mantener el aumento de temperatura por debajo del límite de 2ºC a partir del cual la comunidad científica internacional reconoce que los riesgos asociados al cambio climático se dispararían, las emisiones totales de la Humanidad no deberían superar las 1.000 gigatoneladas de carbono", asegura a este diario Ricarda Winkelmann, investigadora del Potsdam Institute y primera firmante del artículo.

"Hoy en día las 10.000 gigatoneladas que menciona nuestro estudio parecen un muy largo camino, aunque si las emisiones continúan aumentando como hasta la fecha, en la segunda mitad del próximo siglo las podríamos haber quemado ya todas", explica Winkelmann. "Por supuesto es una supersimplificación que no puede tener en cuenta cosas como el aumento de precios, pero sirve para mostrar que es posible quemar todas las reservas de combustibles fósiles disponibles y no sería algo que tardaría miles de años precisamente", asegura la autora del estudio.

La Antártida tardaría miles de años en perder su capa de hielo completamente, pero nos llevaría sólo unas pocas décadas en desencadenar ese proceso, según el estudio.

"En algún momento cruzaremos una frontera a partir de la cual la pérdida de hielo en la Antártida se convertirá en algo prácticamente imparable. No sabemos cuándo ocurrirá eso, ya que esa frontera tiene que ser definida aún, nuestro estudio se centra en qué ocurrirá al final de ese proceso", concluye Winkelmann.

Fuente: ElMundo.es