jueves, 28 de enero de 2016

Yo soy geógrafo.

Si, así es: soy geógrafo y a mucha honra. Y no, no es lo que seguro está pensando. No me dedico a saberme de memoria ni los ríos ni los pueblos, ni tampoco las capitales o el nombre de la montaña más alta de Madagascar. Hago mucho más. La Geografía es 'esa ciencia, gran desconocida, que estudia y describe la superficie de la Tierra en su aspecto físico, actual y natural y habitado o no por la humanidad, sin olvidar su evolución histórica y las relaciones que en ese espacio haya'. También puede ser descrita como 'la ciencia que estudia el paisaje o incluso esa bella rama del saber que sólo los que se adentran en ella saben exactamente lo que es'.

Un geógrafo puede dedicarse a diversos campos: la ordenación territorial, el urbanismo, el desarrollo local, los planes de impacto ambiental, la demografía, el medio ambiente, la agricultura, la política, la climatología, la biogeografía, la cartografía, el turismo, el peritaje judicial... y además con una gran ventaja: la transversalidad que esta disciplina tiene con respecto a otras.

Ya que, mientras algunos sólo estudian "la atmósfera", el geógrafo sabe comprenderla, analizarla, ver los efectos que tiene en el territorio, las ventajas y riesgos para los ciudadanos... una serie de circunstancias que quedan infravaloradas cuando los recién licenciados salen al mundo exterior, ya que la pregunta generalizada que les hacen es "¿te sabes las capitales de todo el mundo?".

Quizá sorprenda saber que algunos geógrafos han sido históricos: Herodoto, Eratóstenes, Estrabón, Ptolomeo, el gran Alexander Von Humboldt, o el naturalista Alfred Russel Wallace sin el que Darwin no hubiera publicado su Teoría de la Evolución.

También hay geógrafos famosos como el baloncestista Michael Jordan, la cantante Amy MacDonald, el dictador Pinochet (no sabía si era buena idea citarle), Fran Hervías, Secretario de organización de Ciudadanos y varios presentadores del tiempo en televisión: Jacob Petrus (TVE), Lluís Obiols (La Sexta), Joanna Ivars (Cuatro)...

Pese a todo ello, el debate interno en la Geografía ha saltado con el nuevo año. El Instituto Nacional de Estadística publicaba que esta disciplina es la decimotercera peor para encontrar empleo, y no se equivoca. Desde el año 2012 en que yo mismo acabé la carrera se ha visto como pasa desapercibida esta titulación y el problema que tiene para los jóvenes, autónomos: conseguir proyectos o puestos a los que optar. Esto pasa por el desconocimiento de la sociedad en general.

Lo triste es que se siga viendo cómo son los propios geógrafos los que están perdiendo la esperanza y cada vez opinen peor de algo que verdaderamente gusta. Yo mismo llevo siendo Vocal Estatal del Colegio de Geógrafos de España casi tres años y he tenido que decir a compañeros de profesión que el geógrafo no hace sólo mapas, hace lo que quiera hacer si se ve capacitado para ello.

He visto cómo grandes catedráticos de Geografía en universidades públicas han preferido contratar y apostar por un Licenciado en Ambientales o en Biología para hacer mapas o explicar una asignatura de Geografía Industrial (¿ni nosotros mismos nos defendemos?), también me han dicho que los geógrafos no tienen por qué dedicarse a estudios de impacto por petroleras, que eso es de otros (cuando decenas de empresas de geógrafos lo hacen día a día). Por no hablar del problema de la desunión profesional que ni las distintas asociaciones ni el propio Colegio ha sido capaz de solventar.

La Geografía se está perdiendo y los siglos de antigüedad de esta disciplina están quedando en el olvido. Sólo pido a los que sean geógrafos que lo digan sin miedo y a los que lo sean y sigan creyendo desde sus acomodadas sillas que todo va bien, que revisen si los planes de estudio, la lucha profesional o la imagen pública de esta ciencia están bien establecidas.

Yo lo digo sin miedo: soy geógrafo.

Fuente:  Jonathan Gómez Cantero

Seguir a Jonathan Gómez Cantero en Twitter: www.twitter.com/JG_Cantero

Imagen tomada de nodulo.org

domingo, 24 de enero de 2016

Alerta mundial por la contaminación en las ciudades de todo el planeta.

La OMS advierte que la mala calidad del aire mata a millones de personasTambién afirma que está colapsando los sistemas sanitarios

La contaminación en las ciudades se ha convertido en el gran enemigo global. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha lanzado una alerta por la pobre calidad del aire en las zonas urbanas de todo el planeta que "está matando a millones y colapsando los sistemas sanitarios". La "emergencia de salud pública", adelantada por The Guardian, se produce a la luz de los datos analizados en 2.000 ciudades y que corroboran el grave deterioro de la calidad del aire en la mayoría de las zonas urbanas del planeta desde el 2014, principalmente como resultado de las emisiones del tráfico y de las centrales térmicas de combustibles fósiles (con el polvo de las construcciones y la madera quemada en las casas como factores también decisivos en los países emergentes). Según datos de la ONU, la contaminación en las ciudades contribuye a casi 3,4 millones de muertes prematuras en todo el mundo y es un factor decisivo en las enfermedades respiratorias y cardiovasculares, así como en los ictus cerebrales. La mayoría de las muertes se producen en los núcleos urbanos de China (1,4 millones), seguidos de la India (645.000) y Pakistán (100.000). En Pekín, la doble alerta roja obligó a tomar medidas draconianas a finales del 2015, como el cierre de los colegios y guarderías. En Delhi, con nueve millones de coches en circulación, se ha impuesto este año la restricción alternativa de matrículas pares e impares para combatir unos niveles contaminación hasta el 50% superiores a los de la capital china.432.000 muertes prematurasEl problema afecta también gravemente a las ciudades europeas, donde se estima que se producen 432.000 muertes prematuras al año por la contaminación (más un coste calculado en 1,4 billones de euros para los sistemas sanitarios). En España, las estimaciones rondan las 27,000 muertes anuales, mientras que el Reino Unido superan las 29.000. La contaminación causa al año más muertes que el sida y la malaria, según un reciente estudio de la Universidad de California. El número de víctimas directas o indirectas del aire contaminado puede duplicarse de aquí al 2050, conforme aumenta la población urbana y seguimos quemando carbón y madera para producir calor y energía, y petróleo para seguir moviéndonos Unas 9.000 muertes atribuibles a la mala calidad del aire se registraron el último año en Londres, que ha superado en una sola semana los límites aconsejables de contaminación recomendados por la Unión Europea (UE) en todo un año. La estación de medición de Putney Street, al sur del Támesis, rebasó 19 veces el máximo de emisiones por hora. En Oxford Street, el límite se superó más de 1.000 veces a lo largo del año 2015, convirtiéndola posiblemente en la calle más contaminada de Europa (gracias al desfile incesantes de los anticuados black cabs que siguen funcionando con diesel). La situación es también crítica en ciudades como Glasgow, Manchester o Birmingham, hasta el punto que la organización ClientEarth, que el año pasado llevó hasta el Tribunal Supremo al Departamento de Medio Ambiente para reclamar planes que combatan las emisiones de dióxido de nitrógeno (NO2) en las ciudades, ha amenazado con una nueva demanda contra el Gobierno en marzo para reclamar "la reducción de la peligrosa contaminación urbana". En Madrid, el nitrogenazo (causado sobre todo por las altas concentraciones de NO2 de los tubos de escape de los vehículos diésel) se convirtió en el pan de cada día en 2015, como ha vuelto a denunciar estos días Ecologistas en Acción, que en 2014 denunciaron a la entonces alcaldesa, Ana Botella, por falta de acción ante los altos niveles de contaminación en la capital. "Tenemos una situación de emergencia de salud pública en muchos países por la contaminación", declaró a The Guardian la española María Neira, al frente del Departamento de Salud Pública y Medio Ambiente de la OMS, a la luz de los nuevos datos que serán hechos públicos el mes próximo. "La mala calidad del aire es uno de los grandes problemas que afrontamos globalmente, con unos terribles costes en el futuro para la sociedad". "La contaminación del aire provoca enfermedades crónicas que requieren espacio en los hospitales", advierte Neira. "Antes pensábamos que la contaminación era responsable de enfermedades como el asma y la neumonía. Ahora sabemos que puede provocar enfermedades cardiovasculares y que puede contribuir incluso a la demencia. Estamos almacenando problemas. Estamos hablando de enfermedades crónicas que requieren camas en los hospitales; los costes serán enormes". "Estamos ante el mayor riesgo ambiental para la salud, responsable del 5% de la mortalidad en el Reino Unido", advierte por su parte Sotiris Vardoulakis, al frente de del Departamento de Salud Pública local. "Si tomamos medidas para reducir la contaminación, los beneficios para la salud serán múltiples y contribuirán a unas ciudades más saludables y también a una reducción de los gases invernadero". Los organizaciones ecologistas, centradas en los últimos meses en la acción ante el cambio climático, han decidido el otro coste oculto de los combustibles fósiles. El CO2, al fin y al cabo es un gas incoloro, inodoro e inocuo (salvo cuando se acumula en exceso en la atmósfera y causa un "efecto invernadero"). Las altas concentraciones de óxidos de nitrógeno, óxidos de azufre y partículas en suspensión convierten, sin embargo, el aire de las ciudades en un cóctel tóxico al que no escapan ni los propios conductores dentro de sus coches.

Fuente: ElMundo.es

lunes, 11 de enero de 2016

¿Cuál es el origen del agua del canal de Panamá?

Si el canal une dos océanos, podemos plantearnos que el agua procederá de uno de ellos, o de ambos. Pero la realidad es más compleja

Si recordamos la clase de geografía en la que el profesor explicó el tema del canal de Panamá y su importancia económica o la ecológica, casi nadie se pregunta sobre el origen del agua que hay en el seno del canal.

Un planteamiento muy simplista puede llevar a pensar que, si el canal une dos océanos, lo lógico debe de ser que el agua proceda de uno de ellos, o de ambos. Sobre esto hay que hacer una consideración: debido a diferencias de densidad del agua de mar y a otros factores oceanográficos el nivel del océano Pacífico está unos 20 centímetros por encima del nivel del Atlántico. A esto hay que añadir que las mareas en el Pacífico llegan a los 5 y 6 metros de altura mientras que en el Caribe son de tan solo unos 30 centímetros. Si tal como era la primera idea de Ferdinand de Lesseps, el primero que inició las obras del canal, se hubieran unido directamente ambos océanos mediante un canal estrecho de 80 kilómetros de longitud es posible que dentro del cauce se generaran intensas corrientes acuáticas en distintos sentidos y olas de marea.

La realidad es bien distinta. El canal de Panamá tiene 84 kilómetros. Podemos considerar que su trayecto está dividido por dos sectores, el oriental y el occidental, unidos ambos por el lago Gatún. El agua del canal de Panamá es dulce ya que procede del gran reservorio que es el lago Gatún, un lago artificial de 435 kilómetros cuadrados que almacena el agua del río Chagres y de su cuenca.

Gatún comunica con los océanos mediante dos canales, uno que se dirige hacia el Norte, desembocando en mar Caribe, cerca de la ciudad de Colón, y el otro que se dirige hacia el Sureste, llegando al Pacífico, cerca de la ciudad de Panamá. El lago suministra el agua que fluye por ellos.
Entre la superficie del lago Gatún y la de los canales existe una diferencia de altura de 26 metros. Para superarla en ambos lados son necesarios tres juegos de esclusas que se llenan o vacían según se quiera hacer ascender o descender a los barcos. Se construyeron dos juegos de esclusas en Miraflores y uno en Pedro Miguel, en la vertiente del Pacífico y tres esclusas en el lago Gatún, cerca del Atlántico. Cada esclusa permite un salto o cambio de nivel de unos 8 metros.

Cruzando zonas llanas
El canal de Panamá se proyectó cruzando zonas llanas, situadas prácticamente a nivel del mar, pero en una parte de su recorrido tenia que superar el gran obstáculo que suponía la Sierra de Culebra, un relieve orográfico que tiene una elevación de unos 110 metros en su punto más bajo. Esto supuso tener que excavar la montaña para efectuar un corte profundo en forma de valle, de 12,6 kilómetros de longitud y de 540 metros de anchura en la parte superior. Esta zona es conocida como corte Culebra o corte Gaillard. El lecho de esta parte del canal quedó situado a 12 metros sobre el nivel del mar y la superficie del agua está a 26 metros.

La solución de dejar que la superficie del agua del canal estuviera a nivel del mar era totalmente inviable. Por tanto se optó por construir las esclusas que actúan como ascensores de barcos.

Con esta solución se mantiene una barrera que impide que las aguas de ambos océanos entren en contacto entre sí y se evita el gravísimo impacto ecológico que esto podría suponer. No obstante sobre el lago Gatún y los bosques que rodean el canal se ciernen muchas amenazas ecológicas como son la deforestación, la contaminación por hidrocarburos o la presencia de especies invasoras. Además hay el riesgo del aumento de salinidad debido al paso de agua del mar hacia el interior del canal y del lago. Si esto se produjera afectaría a todo el rico ecosistema de la zona y a la disponibilidad de agua dulce de las poblaciones circundantes, con las ciudades de Panamá y Colón incluidas.

Además es inevitable que, como ocurre en muchos otros lugares del mundo, el agua del lastre de los barcos contribuya a la aparición de especies marinas invasoras procedentes de otros puntos del planeta.
Para interpretar correctamente los mapas hay que tener en cuenta que en todo el continente americano, el océano Atlántico se encuentra al Este y el Pacífico al Oeste, excepto en una parte de Panamá en la que se incluye la capital. En la ciudad de Panamá los océanos están situados al revés, es decir, el Pacífico al Este y el Atlántico al Oeste, lo cual suele desorientar a los europeos cuando viajan por primera vez a esta ciudad. Este cambio se debe a la forma de S que tiene el istmo que une América del Norte y del Sur.

Fuente: ElPais.com

El cambio climático amenaza la generación de electricidad.

La disminución del agua disponible y su mayor temperatura reducirá la capacidad de las centrales térmicas e hidroeléctricas hasta en un 30%
España ha perdido el 20% de su agua en los últimos 25 años.

A medida que avance el siglo, los ríos del planeta llevarán menor cantidad de un agua que será más caliente. Ambos fenómenos no le vienen bien a la generación de electricidad. Un estudio con más de 25.000 centrales térmicas e hidroeléctricas muestra que su dependencia del agua para mover sus turbinas las hace vulnerables al calentamiento global. Para cuando acabe la centuria más de tres cuartas partes de las centrales estudiadas sufrirán mermas en su capacidad de producir vatios-hora que podrían superar el 30%.

Aunque la aportación de las energías eólica y fotovoltaica no deja de crecer, el 98% de la electricidad generada en el planeta en 2012 (últimos datos disponibles) la produjeron centrales hidroeléctricas (17%) o termoeléctricas (81%). En total, una producción eléctrica de 21.532 megavatios-hora (MWh), según las autoridades energéticas de EE UU. Las primeras aprovechan los saltos de agua para mover una turbina como en el pasado movían molinos. En las segundas, por diferente que sea el combustible que usen, todas tienen algo en común: necesitan agua que calentar con la que mover la turbina. De ahí que la gran mayoría de las centrales, y no solo las hidráulicas, estén a la ribera de un río o el mar.

Todos los escenarios dibujados por los informes de la ONU sobre el cambio climático sostienen que esa agua se va a volver cada vez más escasa, irregular y caliente. Sobre esa base, un grupo de investigadores ha estudiado cómo afectará el calentamiento global a la producción de energía eléctrica que depende del agua. Para ello, contaron con los datos de ubicación, capacidad, potencia o tecnología usada de 24.515 centrales hidroeléctricas y otras 1.427 termoeléctricas, que tienen el 78% y el 28% respectivamente de la capacidad instalada en el mundo.
"Las centrales hidroeléctricas y las termoeléctricas, donde están tanto las nucleares como las que usan combustibles fósiles o biomasa, necesitan del agua de los ríos y corrientes", recuerda la investigadora del Instituto Internacional para el Análisis de Sistemas Aplicados (IIASA) y coautora del estudio, Michelle Van Vliet. "Estas tecnologías de generación eléctrica dependen fuertemente de la disponibilidad de agua y la temperatura del agua para refrigeración también desempeña un papel clave en la producción de energía termoeléctrica", añade en una nota.

Sobre los mapas mundiales con las centrales eléctricas, los investigadores corrieron un modelo climático con los distintos escenarios previstos para 2030, 2050 y 2080. En particular tuvieron en cuenta la afectación de los recursos hídricos y la variación de la temperatura del agua.

Las centrales ubicadas en las latitudes más altas, como las de Canadá y el norte de EE UU y las de la Europa del norte verán aumentar el caudal de los ríos de los que dependen. En el centro de África y el sur de Asia, tampoco se reducirá el aporte de agua. Por el contrario, en el resto de EE UU, Europa central, la cuenca mediterránea y grandes zonas del sur de América Latina, África y el superpoblado sudeste asiático, el aporte neto de agua a los caudales será menor y su aportación a lo largo del año más irregular.
En términos absolutos, habrá más agua disponible en los sistemas hídricos del 25% de la superficie terrestre del planeta y menos en apenas un 8% del área global. Parece un buen balance, pero el problema es que el 74% de las centrales hidroeléctricas se encuentran en las zonas donde el agua que necesitan será más escasa. Con las termoeléctricas la cosa empeora, el estudio, publicado en Nature Climate Change, estima que el 86% de las centrales analizadas verá reducida su disponibilidad de agua y, por tanto, su capacidad de generación.

Teniendo en cuenta la variación por zonas geográficas y estacional, el estudio sostiene que en todos los escenarios dibujados por los expertos climáticos, las centrales hidroeléctricas perderán de media hasta un 24% de su capacidad de generación eléctrica. En cuanto a las termoeléctricas, tres cuartas partes de ellas sufrirán una merma de más del 30% en su capacidad para 2050.

Sin embargo, con un poco de voluntad y un mucho de tecnología, los autores creen que se pueden mitigar las amenazas a la producción de electricidad. Entre las medidas que sugieren están la mejora de la eficiencia de las centrales ya en funcionamiento, la sustitución del carbón por gas en las centrales térmicas convencionales o el uso de agua de mar o aire para la refrigeración. Pero, como escriben en sus conclusiones, "el cambio tecnológico en el sector energético se caracteriza en general por la inercia debido a la gran duración de las infraestructuras energéticas".
El mapa muestra las zonas con aumento (azul) o reducción (rojo) del cauce de los ríos. /MICHELLEVAN VLIET ET AL./NATURE


Fuente: ElPais.com