sábado, 29 de junio de 2019

El eclipse solar del 2 de Julio de 2019

Gran Eclipse de Sol en San Juan


El 2 de julio del 2019 se producirá un eclipse total de Sol, el cual será visible sobre el Océano Pacífico, Chile y Argentina. Será parcial en gran parte de nuestro país (fuera de la zona de sombra de la Luna), mientras que el recorrido de la sombra, donde el Sol será ocultado en forma completa, abarcará una estrecha franja que cruzará de oeste a este las provincias de San Juan, San Luis, La Rioja, Córdoba, Santa Fe y Buenos Aires. La totalidad del eclipse ocurrirá al atardecer, por lo que las mejores ubicaciones en nuestro país serán aquellas ubicadas lo más al oeste del mismo, especialmente al oeste de la provincia de San Juan (figura 1).
Dado que para una región determinada un eclipse de Sol resulta ser un evento astronómico extremadamente poco frecuente, la observación del fenómeno tendrá para la provincia de San Juan un alto valor cultural y educativo, además del impacto en el sector turístico. En este sentido, varias localidades sanjuaninas se encuentran en el camino de la totalidad de la sombra: Bella Vista, Rodeo, Las Flores, San José de Jáchal, norte de la ciudad de San Juan, Villa Mercedes, El Fiscal, Huaco, Mogna, Villa San Agustín, Las Tumanas, Chucuma, Marayes y Caucete.
Figura 1: Mapa del recorrido de la totalidad del eclipse sobre el territorio argentino (GFSC Eclipse NASA). Las líneas azules delimitan la zona de observación del eclipse total. La línea roja indica la región donde el eclipse total tendrá su mayor duración es escala de minutos. (Créditos: GoogleMaps / NASA)
En la figura 2 puede observarse, delimitado entre líneas azules, la región desde la cual podrá observarse el eclipse en su fase de totalidad. En esta Figura la línea roja indica la zona donde la observación del eclipse total tendrá su mayor duración, la cual disminuye simétricamente al alejarse de la línea roja siendo su menor duracion sobre las lneas azules. Por afuera de las líneas azules, el eclipse podrá ser observado solo parcialmente.
Figura 2: Detalle de la región de totalidad sobre el territorio sanjuanino (GFSC Eclipse NASA). Se observa que el centro de la zona de totalidad (línea roja) pasa al sur de la localidad de Bella Vista. (Créditos: GoogleMaps / NASA)

Localidad
Hora de inicio totalidad
Altura sobre el horizonte
Duración
Bella Vista
17:39:32,1
11,70
2m30,5s
Las Flores
17:40:25,6
11,30
1m56,8s
Jáchal
17:40:25,6
11,30
1m56,8s
Mogna
17:40:12,6
10,80
2m22,8s
Marayes
17:40:26,7
9,60
2m23,9s
San Juan (Circunvalación y Salta)
17:40:19,7
10,50
0m32,6s

A continuación se muestran los datos básicos de observación del eclipse solar para algunas localidades del territorio sanjuanino. Se presenta la hora de inicio de la fase de totalidad, la duración del eclipse total y la altura del Sol en ese instante:
Más información sobre el eclipse y sobre los horarios para su observación desde toda la Argentina en Sur Astronómico.
Dado que la localidad de Bella Vista se encuentra bien al oeste de nuestro país, que la zona de centralidad del eclipse pasa cerca de ella y que las condiciones climáticas correspondientes al mes de julio resultan favorables para la observación astronómica, se ha decidido organizar la observación pública del eclipse total desde un sitio ubicado 5 km al sur de dicha localidad, sobre la ruta 412 que une Bella Vista con Calingasta. La distancia a la ciudad de San Juan es de 180 km (2 horas y media de viaje aproximadamente).

jueves, 13 de junio de 2019

Resuelven el misterio de los enormes agujeros que aparecen en la Antártida


En 2016 y 2017 los científicos f otografiaron dos enormes polinias, espacios abiertos de agua rodeados de hielo marino, en mitad del Mar de Weddell, al oeste de la Antártida. El agujero de 2016 tenía unos 33.000 kilómetros cuadrados, pero el de 2017 tenía una extensión de cerca de 50.000 kilómetros cuadrados, más o menos como la comunidad de Aragón. ¿Por qué aparecen estos enormes agujeros en mitad del hielo?

Un grupo de investigadores de la Universidad de Washington (EE.UU.) ha tratado de averiguarlo, recurriendo a imágenes por satélite, robots y focas equipadas con sensores. Tal como acaban de concluir en Nature, el origen de este fenómeno está en la acumulación de una serie de anomalías oceánicas.

«Pensábamos que este gran agujero era algo raro, quizás un proceso que había desaparecido. Pero los sucesos de 2016 y 2017 nos mostraron que no era así», ha dicho en un comunicado Ethan Campbell, director de la investigación. «Las observaciones nos han mostrado que las recientes polinias se abrieron a causa de una combinación de factores: unos son las inusuales condiciones del océano y los otros una serie de intensas tormentas que se arremolinaron en torno al Mar de Weddell con casi la fuerza de un huracán».
Normalmente las polinias (cuyo nombre viene de la palabra rusa «polynya», que significa «agujero en el hielo»), se forman cerca de la costa, a causa del empuje del viento. Pero también pueden aparecer tierra adentro, caso en el que se convierten en todo un oasis para pingüinos, ballenas y focas, ya que allí pueden emerger y respirar.

En el Mar de Waddell las primeras polinias se detectaron en el 74, 75 y 76, gracias al lanzamiento de los primeros satélites. Por entonces, estos agujeros tuvieron el tamaño de Nueva Zelanda y mostraron su capacidad de persistir a pesar de las bajas temperaturas. Pero no se volvió a saber de este fenómeno hasta las detecciones de 2016 y 2017. Por este motivo, los investigadores se preguntaron por qué estaba ocurriendo de nuevo y si el cambio climático podría alterar este fenómeno.
El cúmulo de circunstancias necesario

El Océano Antártico es un agente fundamental en el clima del planeta, sobre todo a través de las corrientes oceánicas y del ciclo del carbono, el flujo de dióxido de carbono desde la atmósfera a los océanos, y viceversa. Es uno de los océanos con las tormentas más potentes del globo. Sin embargo, su comportamiento resulta difícil de comprender. En esta ocasión, los científicos han recurrido a las observaciones del proyecto SOCCOM («Southern Ocean Carbon and Climate Observations and Modeling»), que está tratando de registrar lo que ocurre en esta extrema región del planeta, por medio de múltiples instrumentos meteorológicos, satélites e incluso sensores acoplados a elefantes marinos.

«Este estudio nos ha mostrado que una polinia es causada por varios factores que se tienen que dar a la vez para ocurrir», ha dicho Stephen Riser, coautor del estudio. «Algunas de estas cosas pueden ocurrir en cualquier año, pero a menos que se den todas, no aparecerá una polinia».

En primer lugar, el estudio muestra los vientos tienen que acercarse hasta la costa, lo que favorece la mezcla del agua en el Mar de Weddell. Allí, en las profundidades, existe una montaña submarina, conocida como la Elevación de Maud, que forma torbelinos que atrapan al agua más densa.

Cuando el agua de la superficie es especialmente salada, los vientos fuertes pueden generar una reversión de la corriente, en la que el agua superficial comienza a circular de forma que el hielo no puede formarse. En concreto, el agua salada y caliente se queda anclada a la superficie, pero el viento la enfría y la hunde, de modo que es reemplazada por agua un poco más caliente que está más abajo. Esto crea un ciclo que permite el intercambio entre el agua superficial y la profunda.
¿Cómo le afectará el cambio climático?

Esto tiene relevancia para el clima, porque las corrientes dependen de las aguas profundas, frías y densas, de la Antártida. «Ahora mismo, la gente cree que este agua se forma en la plataforma antártica, pero estas polinias podrían haber sido más comunes en el pasado», según Riser. «Necesitamos mejorar nuestros modelos para estudiar estos procesos, que podrían tener grandes implicaciones sobre el clima».

Aún queda por saber cuáles. Los modelos predicen que el cambio climático aumentará la fusión del hielo y que esto reducirá la formación de polinias, porque el agua de fusión reducirá la salinidad del agua. Sin embargo, otras predicciones indican que los vientos que rodean la Antártida se fortalecerán, lo que implicaría un aumento de la formación de polinias, según las conclusiones de este estudio.

Esto es relevante, porque, aparte de moldear las corrientes oceánicas, las polinias podrían afectar al ciclo del carbono. Dado que el agua profunda almacena grandes cantidades de carbono, encerrado durante siglos por formas de vida ya muertas, no es lo mismo que este agua ascienda a que no lo haga a causa de la aparición de este fenómeno.

«Esta profunda reserva de carbono ha estado bloqueada durante cientos de años, pero puede ser liberada en la superficie a través de esta mezcla violenta –que ocurre gracias a las polinias–», ha dicho Campbell. «Un gran evento de liberación de gas podría trastocar el clima si ocurriera durante varios años seguidos». Por ello, este parece ser otro ejemplo de la gran complejidad de los procesos que regulan el clima del planeta.

viernes, 29 de marzo de 2019

Sylvia Earle: "Los océanos son la clave del cambio climático"

A sus 83 años y 7.000 horas de buceo a sus espaldas, la oceanógrafa considera que la ignorancia y el conformismo son los dos mayores enemigos de la especie humana.

"Los océanos han sido hasta ahora un pie de página, cuando en realidad son la clave del cambio climático", ha advertido Sylvia Earle, la oceanógrafa galardonada en el 2018 con el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia, en el cierre de la conferencia Change the Changeque durante tres días ha reunido a los máximos expertos mundiales en San Sebastián. A sus 83 años, con 7.000 horas de buceo a sus espaldas, Earle proyectó su voz ondulada en un llamamiento a la acción para preservar "el corazón azul" del planeta.
"Los océanos no sólo regulan las temperaturas, sino que generan la mayoría del oxígeno en el mar y en la atmósfera y facultan los ciclos del agua, del carbono y del nitrógeno", recalcó Sylvia Earle, que recordó de paso su acto de feminismo submarino cuando participó en 1970 en la primera expedición de mujeres acuanautas.

"Curiosamente, conocemos mejor la superficie lunar que los océanos, pero por fortuna todo eso está cambiando", reconoció. "Está aumentando la conciencia sobre la importancia de los mares para nuestra propia subsistencia. Pero nos está costando entender que hay límites en el océano a la hora de tratar las especies, y en lo que los humanos podemos introducir o extraer... Pues bien, hemos sobrepasado esos límites, y seguimos esperando que los océanos funcionen".

Insistió Earle en cómo los océanos juegan "un papel fundamental a la hora de dictar el clima del planeta" y cómo son al tiempo un indicador del calentamiento global. "El agua de los mares absorbe el calor y ha alcanzado temperaturas récord en el último medio siglos", recalcó la oceanógrafa, sin necesidad de mencionar los recientes estudios sobre los efectos devastadores para la vida marina de las olas de calor.

SUBIDA DEL NIVEL DEL MAR
"El nivel del mar ha subido también en el mismo período y se espera una subida aún mayor que puede poner en riesgo a decenas de ciudades costeras en la próximas décadas", añadió Earle. "Y finalmente, el cambio climático está provocando la acidificación de los océanos y afectando a muchas especies".

"El mayor problema del hombre es no saber", advirtió Su Majestad de las Profundidades, como popularmente se la conoce en Estados Unidos. "Sin embargo, hemos aprendido mucho en este último medio siglo y, armados con ese conocimiento, tenemos poder. Esa es la mejor razón para la esperanza".

La ignorancia y el conformismo son, según Sylvia Earle, los dos mayores enemigos de la especie humana. Y otro problema invisible es el mito de que la inmensidad del mar puede con todo, incluida la acción depredadora del hombre.

"Quedan en el mar apenas el 10% de los tiburones que había cuando yo era pequeña", recalcó la científica, que vaticinó la extinción de los grandes peces blancos a menos que se produzca un giro radical para progerlos y evitar su consumo. "Estamos extrayendo del mar hasta los mircroorganismos, sin reparar en que sin las pequeñas criaturas, cambia la química del planeta".

"Todo el daño que causamos a los océanos nos lo hacemos a nosotros", nos recordó Sylvia Earle hace diez años, cuando la entrevistamos en su centro de operaciones en la bahía de San Francisco. La inagotable exploradora de National Geographic, fundadora de Mission Blue y primera mujer científica en la Administración Oceánica y Atmosférica norteamericana (NOAA), se despidió reclamando un examen de conciencia de la especie humana: "Podemos mirarnos al espejo. Somos nosotros los que elegiremos lo que será el mundo. Los próximos diez años marcarán la diferencia".


sábado, 9 de marzo de 2019

No puedes convencer a un terraplanista y eso debería preocuparte.

Negar que la Tierra es esférica es el caso más extremo de un fenómeno que define esta época: recelar de los datos, ensalzar la subjetividad, rechazar lo que nos contradice y creer falsedades propagadas en redes



Hay gente que cree que la Tierra no es una esfera achatada por los polos, sino un disco. Que la Tierra es plana. No es analfabetismo: estudiaron el Sistema Solar y sus planetas en el colegio, pero en los últimos años han decidido que todo eso de "la bola" es una gigantesca manipulación. Solo el 66% de los jóvenes entre 18 y 24 años de EE UU está plenamente seguro de que vivimos en un planeta esférico (el 76% entre 25 y 34 años). Es un fenómeno global, también presente en España, al que cuesta asomarse sin bromear. Pero al observar los mecanismos psicológicos, sociales y culturales que les llevan a convencerse de esta gigantesca conspiración se descubre una metáfora perfecta que resume los problemas más representativos de esta época. Aunque parezca medieval, es muy actual.
"El pensamiento conspirativo plantea un problema para el mantenimiento de una esfera pública racional en la que los debates políticos se basan en evidencias", asegura Olshansky
Rechazo de la ciencia y los expertos, narraciones maniqueas que explican lo complejo en tiempos de incertidumbre, entronización de la opinión propia por encima de todo, desprecio hacia los argumentos que la contradigan, difusión de falsedades gracias a los algoritmos de las redes... Está todo ahí. "Es el caso más extremo, el más puro", resume Josep Lobera, especialista en la sociología de los fenómenos pseudocientíficos. Cada flaqueza o actitud de este colectivo está presente de algún modo en muchos de los movimientos políticos, sociales y anticiencia que han irrumpido en nuestros días.
"Nace de la desconfianza en el conocimiento experto y de una mala manera de entender el escepticismo", afirma Susana Martínez-Conde, directora del laboratorio de Neurociencia Integrada de la Universidad Estatal de Nueva York. Los estudios sobre terraplanistas y otras teorías de la conspiración indican que ellos creen ser quienes están actuando con lógica y razonando de forma científica. En muchos casos, terminan atrapados en la conspiración tras intentar desmontarla. "Es absurdo. Voy a desmentir que la Tierra es plana", cuenta Mark Sargent, uno de los más reconocidos terraplanistas en el documental que retrata al colectivo a la perfección, La Tierra es plana (Netflix). Y acabó "hundiéndose, como en un pozo de alquitrán". La mayoría de terraplanistas no han sido convencidos, se han convencido al verse incapaces de demostrar que bajo sus pies hay una bola de 510 millones de kilómetros cuadrados.
"¡Investígalo por ti mismo!", se animan unos a otros, según recoge la investigadora Asheley Landrum, de la Universidad Texas Tech, que presentó hace dos semanas el resultado de sus investigaciones sobre los terraplanistas en la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia. La primera diapositiva de su conferencia es una imagen de Copérnico, padre de la idea de que la Tierra orbita alrededor del Sol, reconociendo que estaba equivocado tras pasar cinco horas viendo vídeos terraplanistas en YouTube. Porque según Landrum y su equipo, que estudia estos fenómenos en el proyecto Creencias Alternativas, YouTube es la clave. Todos los terraplanistas se hacen terraplanistas viendo a otros terraplanistas en YouTube. Y una vez forman parte de esa comunidad es casi imposible convencerles de su error, porque se activan mecanismos psicológicos muy poderosos, como el pensamiento motivado: solo acepto como válidos los datos que me reafirman y el resto son manipulaciones de los conspiradores. Como en otros movimientos, si la ciencia me desdice, es que la ciencia está comprada.
"YouTube parece ser la amalgama de la comunidad de la Tierra plana", concluyen en su trabajo más reciente, en el que señalan a esta plataforma de vídeos como el origen de las vocaciones conspiranoicas. El equipo de Landrum entrevistó a una treintena de asistentes a la primera Conferencia Internacional de la Tierra Plana y todos describían YouTube como "una fuente fiable de evidencias" y de los proveedores más populares para "noticias imparciales" frente a los medios manipulados. Se habían hecho terraplanistas viendo vídeos en esa plataforma en los tres años previos y muchos entrevistados describen estar viendo piezas sobre otras conspiraciones (del 11-S, por ejemplo) y terminar atrapados con la historia de la Tierra plana gracias a las recomendaciones de YouTube.
"Nace de la desconfianza en el conocimiento experto y de una mala manera de entender el escepticismo", afirma Martínez-Conde
Muchos especialistas han denunciado cómo el algoritmo de recomendaciones de YouTube termina convirtiéndose en una espiral descendente hacia contenidos cada vez más extremistas, manipuladores y tóxicos. Y en este caso no es una excepción. Como defienden los terraplanistas, YouTube se ha convertido en el mejor caldo de cultivo para versiones "alternativas" de la realidad, donde se desarrollan mensajes alocados y provocadores al margen de la "ciencia y los científicos convencionales". Sobre cualquier tema, desde la cura del cáncer hasta el feminismo, pasando por la astronomía, lo habitual es encontrar los mensajes más controvertidos entre los primeros resultados de la búsqueda. Lógicamente, estos mensajes tienen derecho a subirse a la red, pero los algoritmos los están promocionando por encima de contenidos relevantes. "Un usuario individual de YouTube, por ejemplo, sin respeto por la verdad, el rigor o la coherencia, en algunos casos puede llegar a una audiencia comparable" a la de los grandes medios, critica Alex Olshansky, del equipo de Landrum.

Irreductibles

"Solo confío en lo que ven mis ojos", repiten una y otra vez los terraplanistas. Aunque como dice esta especialista en percepción, es bastante común que nuestros propios sentidos sean los primeros en engañarnos, como muestran todas las ilusiones ópticas. "Ellos sacan las matemáticas y nosotros decimos: 'Mira", dice el terraplanista Sargent en el documental para explicar su éxito. "No necesitas fórmulas para entender dónde vives", resume este hombre que había pasado por todas las conspiraciones antes de llegar a esta viendo vídeos en la red.
"Como la gente que niega el cambio climático, no los vas a convencer con datos, hay que buscar la forma de despertar las emociones de la gente", explica la neurocientífica Martínez-Conde. Y añade: "Nuestro cableado neural responde a las emociones más que a los datos. Ese problema ha contribuido a dar lugar a los populismos y especialmente con el fenómeno de las redes sociales que favorece que la desinformación se expanda de manera peligrosa".
Un reportaje recién publicado en The Verge sobre los moderadores de contenidos de Facebook mostraba que muchos de estos trabajadores precarios estaban cayendo atrapados en las conspiraciones que tenían que controlar. "Me dijeron que es un lugar donde los vídeos de conspiraciones y los memes que ven cada día los llevan gradualmente a abrazar ideas extrañas", describe el periodista Casey Newton. Uno de los moderadores del centro que visitó promueve entre sus compañeros la idea de que la Tierra es plana, otro cuestiona el Holocausto y otro no cree que el 11-S fuera un ataque terrorista.
Esto no debería sorprender: son muchos los estudios que demuestran cómo la simple exposición a mensajes sobre conspiraciones provoca en la gente una paulatina pérdida de confianza en las instituciones, la política o la ciencia. Con consecuencias tangibles: por ejemplo, la creencia en conspiraciones está vinculada a actitudes racistas o un menor uso de protección frente al VIH. Todos los terraplanistas creen en otras conspiraciones y llegaron a esa cosmovisión paranoica a través de otras teorías similares. Es característica la predisposición a creer en distintas teorías de la conspiración a la vez, incluso contradictorias entre sí: las mismas personas podían creer a la vez que Bin Laden no está realmente muerto o que ya estaba muerto cuando llegaron los militares estadounidenses a su vivienda.
YouTube es la clave. Todos los terraplanistas se convierten viendo vídeos que en muchos casos el algoritmo les ha recomendado cuando veían otras conspiraciones
Por ejemplo, buena parte de los terraplanistas son a su vez antivacunas. Lobera, que estudia a este colectivo en España, admite que esta cosmovisión conspirativa "es uno de los factores decisivos", aunque no el más importante. "Hay puertas de entrada al mundo de las pseudociencias y una conexión entre estas creencias", explica el sociólogo.
"En la medida en que el pensamiento conspirativo está generalizado, comienza a plantear un problema para el mantenimiento de una esfera pública racional en la que las discusiones y los debates políticos se basan en evidencias, en lugar de traficar con sospechas de que un grupo manipula los hechos desde las sombras para impulsar una agenda oculta", asegura Olshansky en su trabajo. En este sentido, los terraplanistas, por sus creencias extremas, son como el reflejo de la sociedad en los espejos deformantes del callejón del Gato. Llegados al punto en que hay mucha gente que acepta su mensaje con naturalidad, eso indica que existe un deterioro real de las condiciones en las que se produce el debate público.
Pero estas creencias no surgen de la nada y existen condiciones sociales que influyen de forma determinante. Por ejemplo, se sabe que las personas que se sienten impotentes o desfavorecidas tienen más probabilidades de apoyarlas (como minorías raciales marginadas) y que están correlacionadas con el pesimismo ante el futuro, la baja satisfacción con la vida y la escasa confianza interpersonal. "Hay que entender estos movimientos dentro del contexto socioeconómico en el que nos encontramos, están aumentando las disparidades sociales entre quienes tienen más privilegios y más carencias. Y esto hace que aumente la desconfianza hacia gobiernos y expertos", explica Martínez-Conde.
Hay condiciones sociales que influyen de forma determinante: se sabe que las personas que se sienten impotentes o desfavorecidas tienen más probabilidades de creer en conspiraciones
"Vivimos en tiempos de incertidumbre y a nivel neural la incertidumbre nos hace sentir incómodos", señala la neurocientífica. Estas disonancias cognitivas obligan a crear un relato propio de buenos y malos que explique de forma simplista los fenómenos complejos de la actualidad. Y que les coloque en el papel heroico de luchadores por la verdad ocultada: las creencias conspirativas siempre han estado asociadas a cierto narcisismo colectivo ("los demás son los borregos"). Además, las personas con tendencia a ver patrones y significados ocultos en la realidad tienen mayor tendencia a creer en conspiraciones y fenómenos paranormales. "Son más dados a ese tipo de ilusiones causales. Como ver caras en las nubes, pero llevado al extremo: ver caras en una tostada y darle significado real", explicaba Helena Matute, investigadora de Deusto, sobre su trabajo con lo paranormal.
A partir de ese poso, nos encontramos con mecanismos psicológicos como el sesgo de proporcionalidad (si algo extraordinario ha ocurrido, algo extraordinario debe haberlo causado) y el de intencionalidad: hay una mano detrás de todo. "Este deseo de narraciones ordenadas que ofrezcan certeza y visiones simplificadas del mundo puede brindar comodidad y la sensación de que la vida es más manejable", resume Landrum en su trabajo. Así conseguirían sortear los altibajos de la vida, apostando por una realidad lisa y llana. Como la Tierra, según quieren creer.
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viernes, 25 de enero de 2019

Fuego, sequía, huracanes e inundaciones: así fueron los fenómenos meteorológicos extremos de 2018













Los cuatro últimos años han sido los más calurosos de la Historia reciente

El incendio más mortífero de la historia de California

"Cada vez que llueve recibo un correo electrónico del director de obras públicas. Me traen sacos de arena y hago todo lo que puedo". Son las palabras de Betsy Ann Cowley, propietaria del terreno de Pulga Town, donde comenzó el incendio de Camp Fire en California, EEUU. Una hora antes de Nochebuena, Cowley compartía con este medio su angustia. Desde que se produjo el fuego en noviembre vive con el temor a que un desprendimiento o una riada se lleve todo el cañón. El informe final del Equipo de Respuesta de Emergencia de la Cuenca de California alerta del peligro de inundación del pueblo de Pulga. De darse fuertes precipitaciones, hay "riesgo para la vida" de los residentes. No queda ni rastro de la vegetación original y las características del suelo no hacen de la zona un lugar seguro. Los puentes y las vías de evacuación tampoco están en las mejores condiciones. "No quiero causarle estrés, pero necesita estar lista para buscar un terreno más alto rápidamente", son las recomendaciones que le llegan por teléfono cuando amenazan las lluvias.El incendio de Camp Fire que se produjo en noviembre fue el más destructivo y mortífero de toda la historia de California. 85 personas perdieron la vida. Se quemaron 620 kilómetros cuadrados de terreno, un área mayor a todo el término municipal de Madrid. El fuego destruyó 14.000 hogares y los daños ascienden a 9.000 millones de euros. Sin embargo, no fue el único incendio de grandes proporciones de este año en California. En esa misma fecha, algo más al sur, el incendio de Woolsey Fire arrasó 392 kilómetros cuadrados de superficie. Murieron tres personas y las pérdidas se cuentan en 2.600 millones.Aunque un acontecimiento fortuito desencadenó el desastre, el calor, la falta de lluvia, la sequedad de los bosques y el viento de la zona contribuyeron a su propagación e hicieron difícil su extinción. Según un informe de la ONG británica Christian Aid publicado este miércoles, la precipitación de la región ha sido claramente inferior a la media para este año. El estudio indica que el área quemada al oeste de EEUU se ha duplicado en los últimos 30 años, un hecho que para los científicos está relacionado con el cambio climático. "El mensaje de nuestro informe es que el cambio climático está afectando a las personas en todas partes, incluso en los países más ricos del mundo. Ya nadie está a salvo" ha afirmado a EL MUNDO Kat Kramer, delegada mundial sobre cambio climático de Christian Aid.
Las temperaturas de 2018 han sido inusuales. El dato lo confirma la Organización Meteorológica Mundial (OMM), que en su informe anual calificaba los últimos cuatro años como los más calurosos de la Historia reciente. Japón, por ejemplo, ha sufrido uno de los veranos más cálidos que recuerda el país, con olas de calor que provocaron 30.000 ingresos hospitalarios por insolación y cientos de muertes. Además, tras las altas temperaturas vinieron fuertes lluvias e inundaciones por todo el país. Murieron 230 personas. Las aseguradoras han calculado las pérdidas en casi 5.000 millones de euros.En Ciudad del Cabo, Sudáfrica, la sequía que se vive desde 2015 he llevado a la población al límite en 2018. Las autoridades incluso se prepararon para el llamado "día cero", momento en que se cerraría definitivamente la llave de paso del suministro municipal de agua. El plan preveía el corte para el 75% de los grifos de la urbe y el abastecimiento de sus casi cuatro millones de habitantes estaba programado para darse en tan sólo 22 puntos de agua. Afortunadamente, antes de que esto ocurriera, las estrictas medidas de ahorro redujeron el consumo a la mitad y las restricciones de este bien, que es indispensable para la vida, empezaron poco a poco a disiparse. La sequía le costó al país algo más de mil millones de euros.El calentamiento global producido por la emisión de gases de efecto invernadero, dice el informe de Christian Aid, está detrás de todos estos acontecimientos. Este estudio recopila casi una centena de referencias que relacionan fenómenos meteorológicos extremos y cambio climático por todo el globo terrestre. Alberto, Chris, Ernesto, Florence, Gordon, no son sólo nombres de personas, sino de ciclones tropicales. Cada año, las distintas autoridades meteorológicas preparan la lista de apelativos que usarán para designar a cada uno de ellos. 2018 será recordado por el devastador huracán Florence, que a finales de agosto adquirió la categoría 4, con vientos de hasta 220 kilómetros por hora. Su impacto se sintió desde Cabo Verde hasta la costa oeste de Estados Unidos. Murieron 51 personas y los daños materiales fueron de 15.000 millones de euros. Menos costoso en términos económicos (13.000 millones de euros), pero algo más letal en cuanto a número de víctimas mortales fue, no obstante, el huracán Michael, también de categoría 4 y vientos de 250 kilómetros hora. Este se produjo a mediados de octubre y a su paso desde Cuba a Florida y Centro América se llevó la vida de 54 personas.
Es cierto que en Estados Unidos, América Central y el Caribe ya conocen bien estos fenómenos. En la memoria de todos está el huracán Katrina, que en agosto de 2005 fue responsable de la muerte de 1.836 personas y provocó daños por valor de 95.000 millones de euros. Sin embargo, la temporada de huracanes de 2018 en el Atlántico norte ha superado en número, en extensión y en pluviosidad a la de otros años. El informe de Christian Aid alerta de que el cambio climático provocará un mayor número de ciclones tropicales y que estos tendrán graves consecuencias.En Europa, 2018 ha destacado también por la virulencia de las lluvias y las inundaciones que han dejado a su paso, llevándose la vida de 69 personas. Italia (36), Francia (16), España (13), Reino Unido (2) y Portugal (2), son los países que más han sufrido. El huracán Leslie y una serie de ciclogénesis afectaron a estos países durante la primera quincena de octubre. Tampoco hay que olvidar, por el contrario, los estragos de las altas temperaturas registradas este verano en otros países, como República Checa, Inglaterra, y Suecia. La sequía ha provocado daños valorados en 7.500 millones de dólares (6.500 millones de euros). "Las proyecciones indican que, a menos que las emisiones de carbono disminuyan rápidamente, las olas de calor como éstas se volverán normales en España. La sequía será cada vez más común y duradera y se perderán muchas casas en la costa por la subida del mar. Algunos alimentos importantes para los españoles estarán bajo la amenaza de la temperatura o de la sequía y los precios serán más altos", ha comentado Kramer. "La única forma de evitar que esto suceda es con un rápido descenso de las emisiones de carbono", ha añadido.Cuantificar los daños debido al cambio climático es complicado y sólo se puede hacer con precisión si se tienen en cuenta fenómenos meteorológicos concretos que a su vez se puedan relacionar con el calentamiento global. A ese respecto, Kramer ha explicado a este medio que las regiones más pobres, como África, son las más vulnerables y ha destacado la situación que viven países que podrían desaparecer si sigue subiendo el nivel del mar, como Bangladesh. La activista alerta de las fuertes migraciones que se producirán en un futuro debido a una población que no podrá permanecer por más tiempo en sus lugares de origen y cómo no se está teniendo en cuenta esta situación. "Los gobiernos internacionales no están preparados para los movimientos que podrían ser causados por el cambio climático", ha alertado.

Fuente: ElMundo.es

martes, 22 de enero de 2019

Premio para el hombre que frenó al desierto.





























El agricultor burkinés Yacouba Sawadogo recibe el reconocimiento de Right Livelihood (el 'Nobel alternativo') tras popularizar una técnica de riego en el Sahel y crear uno de los bosques con más diversidad de la región

Yacouba Sawadogo tiene 72 años y es el artífice de un milagro:«Convertir tierra estéril en bosque y demostrar cómo los agricultores pueden regenerar su suelo a través del uso innovador del conocimiento local e indígena».
Las palabras de reconocimiento corresponden a la organización del premio Right Livelihood, un galardón conocido popularmente como el Nobel alternativo que en su última edición ha querido distinguir la labor de este pionero nacido en Burkina Faso. El mismo al que en la región del Sahel se conoce como El hombre que detuvo el desierto. Así se titula, de hecho, el documental de 2010 que cuenta su historia.
Fue a comienzos de la década de los 80, un periodo en el que su país sufrió una sequía extrema, cuando Sawadogo recurrió a una exitosa técnica de irrigación tradicional. «No sabría decir exactamente cuántas miles de personas murieron por la sequía, pero fueron muchas. La falta de agua provocó la escasez de alimentos, y muchas dejaron sus hogares para sobrevivir», explicó a Papel días antes de recibir el galardón -dotado con 97.000 euros- en Estocolmo.
La población burkinesa abandonó en grandes oleadas entonces, hace casi 40 años, las áreas rurales para trasladarse a las ciudades en busca de un empleo que les garantizara el sustento. Sawadogo, sin embargo, optó por viajar en sentido contrario, decidido a resucitar la tierra arrasada por la falta de agua.
Tras varias pruebas, encontró la solución en la técnica del zaï. Consiste en excavar pequeños pozos (de entre 10 y 20 centímetros de profundidad y 20 y 30 de diámetro) durante la estación seca para luego rellenarlos con residuos agrícolas o estiércol. Después de las primeras precipitaciones, cada pozo se cubre con una fina capa de suelo. En el centro se colocan semillas de sorgo o mijo.
Dicha técnica permite aprovechar mejor el agua y, consecuentemente, mejorar el rendimiento de los cultivos hasta en un 500%. Para sorpresa de quienes dudaban de la idea de Sawadogo -algunos agricultores lo tacharon de loco e incluso llegaron a incendiar sus campos debido al desconocimiento-, el zaï logró transformar unas tierras estériles en un bosque de casi 40 hectáreas donde actualmente conviven 60 especies de árboles y arbustos. O lo que es lo mismo: un bosque de insólita diversidad en una de las zonas más áridas del mundo.
El trabajo de Sawadogo ha sido aclamado tanto dentro como fuera de las fronteras de su país. No hay una semana que no reciba a algún grupo de agricultores interesados en copiar su sistema. «Los grupos suelen ser de unas 10 personas y pasan una semana conmigo para ver en qué consiste el zaï», reconoce. A su encuentro vienen no sólo agricultores locales o de países vecinos, sino también investigadores, ONG internacionales e incluso la Convención de las Naciones Unidas para Combatir la Desertificación (UNCCD), que en 2013 también reconoció sus esfuerzos en la lucha en este campo.
Frente a la amenaza que suponen los cambios en los patrones del clima en los países en vías de desarrollo, como se ha podido apreciar en algunas regiones africanas tras el paso del fenómeno de El Niño en 2015, disponer de un sistema que asegure el abastecimiento agrícola es sinónimo de una sociedad pacífica. La mayoría de los conflictos en las áreas rurales africanas son derivados, precisamente, de la escasez de alimentos y de la lucha por el del control de las tierras.
Sawadogo, por tanto, se ha convertido en un pacificador del centro de África sin empuñar jamás un arma. Lo paradójico es que ahora su trabajo se encuentra amenazado por la expansión de la ciudad de Ouahigouya, que ya se encuentra en los límites del bosque. Y ello porque el hombre que detuvo el desierto ha trabajado durante décadas en estas tierras sin importarle no ser su dueño.
El manzano de Sodoma es una de las especies que ahora crece en la región. GETTY

Fuente: ElMundo.es


miércoles, 2 de enero de 2019

Europa no está preparada para luchar contra la desertificación que la acecha
























Un informe de los auditores europeos alerta sobre la falta de medidas adecuadas en la UE ante un problema que afecta especialmente a España y Portugal

"El riesgo de desertificación en la Unión Europea no se aborda de forma eficaz y eficiente". Con esta frase resume el Tribunal de Cuentas europeo la situación de la lucha contra una de las consecuencias del cambio climático que amenaza especialmente a España y al sur del continente: la mayor vulnerabilidad a la desertificación. La radiografía de los auditores europeos, publicada este martes, continúa así: "Pese a que la desertificación y la degradación de las tierras constituyen amenazas actuales y crecientes en la UE, la Comisión no tiene una idea clara de estos problemas, y las medidas tomadas para luchar contra la desertificación carecen de coherencia".


La desertificación es una forma de degradación del suelo en las tierras secas cuya importancia ha empezado a ponerse de manifiesto este año con el largo período de altas temperaturas y bajas precipitaciones registrado durante el pasado verano. Tiene como resultado la infertilidad de los suelos y la reducción en la producción de alimentos. "Sus efectos", añade el informe, "serán especialmente agudos en Portugal, España, Italia, Grecia, Chipre, Bulgaria y Rumanía".

El tribunal llevó a cabo su fiscalización entre septiembre de 2017 y mayo de 2018 y entre otras cosas hizo visitas de auditoría a cinco Estados miembros que se declararon afectados por la desertificación: España, Italia, Chipre, Portugal y Rumanía. Fueron seleccionados también por "su vulnerabilidad a la desertificación" y para abarcar distintas condiciones climáticas, vegetación, actividades humanas y riesgos. Los auditores analizaron además documentos estratégicos, informes y datos.



































Entre la documentación consultada por los auditores europeos sobre España figura el Programa  de Acción Nacional de España de 2008, según el cual "el 74% del país está en riesgo de desertificación", tal y como refleja el informe del tribunal. El 18% presenta un riesgo alto o muy alto, mientras que el 19% tiene un riesgo medio. "La situación es especialmente preocupante en la Región de Murcia, la Comunidad Valenciana y las Islas Canarias", añade el trabajo. En estos territorios, el riesgo de desertificación es "alto" o "muy alto" en más del 90% del territorio.

"El informe me parece relevante por ser de la institución que vela por la sostenibilidad de la economía. Muestra que ecología y economía son cada vez más inseparables, y que no hacer frente al cambio climático supone grandes costes, cuando es un riesgo predecible y evitable", asegura José Luis García Ortega, responsable de cambio climático de Greenpeace.

El texto, según Ortega, advierte de "la incoherencia de las políticas asumidas hasta ahora". Y se explica: "Entendemos que ha advertido la incoherencia que supone que con fondos de la PAC se estén promoviendo prácticas agrícolas o ganaderas insostenibles, entre otros factores por el exceso de consumo de agua o por la degradación del suelo, o de la incoherencia de seguir subvencionando el uso de combustibles fósiles con una mano, mientras con la otra mano hay que hacer frente a los costes crecientes de los impactos del cambio climático, entre ellos los desplazamientos forzosos de población por la desertificación, como apunta el Tribunal de Cuentas". 

Respecto a la situación de España asegura: "No hay constancia de que los presupuestos nacionales estén preparados para hacer frente a esas contingencias, pero sobre todo la llamada de atención es si tiene sentido tener que pagar por las consecuencias de algo que podemos evitar pero que estamos alimentando con nuestros presupuestos". En el caso de España, "la respuesta evidente es que no", añade, porque aunque se ha avanzado al unificar las políticas ambientales, climáticas y energéticas bajo un mismo ministerio, la anunciada Ley de Cambio Climático sigue sin ver la luz. Como España es uno de los países más afectados por la desertificación, "debería liderar la lucha contra el problema", afirma este experto. El Ministerio de Transición Ecológica todavía no ha comentado el informe.

El informe incluye la respuesta de la Comisión Europea al trabajo de los auditores. En ella, el Ejecutivo comunitario "reconoce que el riesgo de desertificación y degradación de las tierras podría abordarse mejor" y asegura que era una parte del objetivo de la propuesta de la directiva marco sobre el suelo que la Comisión decidió retirar "a falta de una mayoría cualificada en el Consejo durante ocho años". El Ejecutivo concluye que, ante la ausencia de legislación en la UE en materia de protección del suelo, son los Estados miembros los que "tienen la responsabilidad de aplicar las medidas apropiadas a escala nacional".

Fuente: ElPais.com

miércoles, 26 de diciembre de 2018

¿Por qué nunca vemos la cara oculta de la Luna a pesar de tener rotación?






















Recreación del robot chino que tiene previsto aterrizar en la cara oculta de la Luna. CNSA

El satélite emplea el mismo tiempo en una traslación completa alrededor de nuestro planeta que en una rotación en torno a su propio eje.
La Luna, como suele ser frecuente en los satélites naturales, se encuentra en rotación síncrona (o sincrónica) alrededor de la Tierra. Esto significa que emplea el mismo tiempo en una traslación completa alrededor de nuestro planeta que en una rotación en torno a su propio eje, y esa es la razón por la cual la cara que vemos es siempre la misma. En el caso de la Luna, cada uno de estos dos movimientos, traslación y rotación, tiene un periodo de algo menos de cuatro semanas (27.32 días).


Esta rotación sincrónica es efecto de lo que llamamos acoplamiento de marea entre planeta y satélite. Cuando un satélite tiene movimiento de traslación alrededor de otro cuerpo de masa mayor acaba produciéndose un reajuste, tanto en la órbita como en la distribución de masas, de ambos cuerpos. Si uno de ellos es mucho más masivo que el otro y además su órbita es aproximadamente circular, como en el caso de la Tierra y la Luna, es el más pequeño el que sufre un mayor reajuste al movimiento del otro y que da lugar a la sincronía. En el caso de dos cuerpos con masas similares o menor distancia entre ellos, como ocurre entre Plutón y su satélite Caronte, se alcanza rápidamente un acoplamiento de marea recíproco en el que además la rotación dura lo mismo para los dos cuerpos.
El efecto del acoplamiento de marea en el caso de la Luna ha ocasionado que su forma esférica (consecuencia de su propia gravitación) se achate ligeramente. Esta forma está abultada en las direcciones del eje imaginario entre la Luna y la Tierra y la desvía, de forma casi imperceptible para nosotros, de la forma esférica. Además de esta elongación, se ha producido también una redistribución de materiales que favorece el que una de las caras acumule el material más denso y permanezca orientada por atracción gravitacional hacia el cuerpo más masivo, la Tierra, alrededor del que orbita.

El acoplamiento también tiene efectos sobre nuestro planeta. Su rotación ha ido frenándose desde la formación del sistema Tierra-Luna, pues inicialmente un día terrestre duraba unas cinco horas. Además, como sabemos, se produce el desplazamiento de los océanos en las dos direcciones de este eje imaginario entre la Tierra y la Luna y que da lugar a las mareas oceánicas. En una gran masa de agua apreciamos fácilmente el efecto y algo equivalente ocurre en la parte sólida de ambos cuerpos.

El efecto de acoplamiento continúa hoy en día. La Luna se aleja de la Tierra a una velocidad de unos tres centímetros y medio al año y tiende a un acoplamiento de marea recíproco, como Plutón y Caronte. Cuando eso ocurra, si llega a suceder en un futuro muy lejano, se logrará una órbita geoestacionaria en la que la Luna sólo será visible desde un hemisferio del planeta y un día en la Tierra será tan largo como el tiempo que tarde la Luna en dar una vuelta completa a su alrededor.

Durante la formación del sistema solar se produjeron numerosos fenómenos violentos e incluso colisiones. Gracias a las muestras de material lunar recogidas por las misiones Apolo sabemos que la Luna se formó como consecuencia de uno de esos impactos: el choque de un planetoide del tamaño aproximado de Marte con una Tierra aún en formación. El golpe tuvo tal magnitud que desprendió hasta parte del manto terrestre, fundió el material de las capas externas de ambos cuerpos y generó una enorme cantidad de roca vaporizada. Este material formó un anillo en torno a la Tierra inicial que con el tiempo dio lugar al sistema Tierra-Luna actual. Aquello ocurrió poco después de la formación del sistema solar y de la Tierra inicial, hace unos 4.000 millones de años.

Mientras se formaba el sistema Tierra-Luna se fueron definiendo las dos caras a medida que tanto nuestro planeta como su satélite se iban enfriando y se distribuían los materiales en la Luna. La cara orientada hacia la Tierra contiene los llamados mares lunares (conocidos también como maria que es el plural de la palabra latina mare). Son zonas de lava basáltica, ahora sólida, formada por materiales más densos. La cara oculta, la que no vemos desde la Tierra, contiene materiales más ligeros y está cubierta de cráteres de impacto porque es la que sufre mayor exposición al bombardeo exterior.

Fuente: ElPais.es

miércoles, 19 de diciembre de 2018

La Tierra puede volver a tener el clima de hace 50 millones de años dentro de un siglo.

Ilustración que muestra cómo pudo ser la región ártica hace 50 millones de años. 






















Un equipo de investigadores utiliza registros del pasado para elaborar modelos del clima futuro del planeta según se tomen o no medidas para frenar el calentamiento.

La Tierra ha vivido épocas mucho más cálidas. Hace 50 millones de años, durante el Eoceno, la temperatura media del planeta era 13 grados mayor, no había hielo en los polos y las selvas cubrían un mundo tropical en el que los ancestros de los mamíferos modernos ocupaban el hueco dejado por los “recién” extintos dinosaurios. Si se mantuviesen las emisiones de gases con efecto invernadero en los niveles actuales, en poco más de un siglo se llegaría a una situación climática parecida a la del Eoceno. Como suelen argumentar quienes niegan la influencia humana en el cambio climático, no sería la primera vez en la historia del planeta en la que se ha alcanzado ese punto. Lo que convierte el actual proceso en excepcional es la velocidad del cambio. En menos de dos siglos se habría revertido un proceso paulatino de 50 millones de años de enfriamiento.


El cálculo lo acaba de publicar en la revista PNAS un equipo liderado por Kevin Burke, de la Universidad de Wisconsin-Madison (EE UU), que quiere utilizar el pasado como referencia para tratar de prever cómo será el mundo hacia el que nos dirigimos. Para hacer sus predicciones los investigadores tomaron las distintas proyecciones planteadas por el quinto informe del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático de la ONU y las compararon con datos recogidos sobre la historia geológica terrestre.

En este viaje al pasado, en 2030, la Tierra ya habría retrocedido climáticamente hasta hace tres millones de años, en el Plioceno medio. Aquel mundo, en el que nuestros antepasados comenzaron a caminar erguidos, tenía una temperatura entre dos y tres grados mayor que la actual y los mismos niveles de dióxido de carbono. Sin embargo, debido a la mayor temperatura de los milenios anteriores, las capas de hielo en los polos eran más finas y el nivel del mar estaba 25 metros por encima del actual. En aquel tiempo se produjeron algunos de los cambios que hicieron el mundo como lo conocemos. Norteamérica y Sudamérica se unieron, la fusión del subcontinente indio con Asia provocó la ascensión de la cordillera del Himalaya y comenzó un periodo árido que cambió las selvas por sabanas que hicieron posible la aparición de la humanidad.

Los modelos empleados por los autores del artículo sugieren que, en el escenario más extremo, hay un 9% de regiones del planeta, concentradas en el sudeste asiático y el norte de Australia, en las que el nuevo clima no podría compararse con registros del pasado de la Tierra. En su estudio, se refieren a las llamadas para mantener las condiciones climáticas dentro de las que vieron aparecer la agricultura y con ella la civilización, algo que se define como un “espacio operativo seguro”. Comparando las proyecciones con el pasado geológico, los autores quieren comprender mejor dónde se encuentran los umbrales que nos pueden sacar de ese espacio seguro y qué significa cruzar cada uno de ellos.

En una nota de su institución, el paleoecólogo de la Universidad de Wisconsin-Madison y coautor del estudio John Williams señala que “cuanto más nos alejemos del Holoceno [el periodo que comenzó tras la última glaciación y continúa ahora] más probable es que nos salgamos del espacio operativo seguro”. Y apunta a la rápida evolución del conocimiento sobre el cambio climático y sus efectos. “En los veintitantos años que llevo trabajando en este campo, hemos pasado de esperar que el cambio climático sucediese a detectar sus efectos, y ahora estamos viendo que está provocando daños. La gente muere, se producen daños materiales y vemos incendios y tormentas más intensos que se pueden atribuir al cambio climático”, ha aseverado.

Asumiendo una visión optimista, las predicciones muestran que la vida es resistente y puede adaptarse a grandes cambios. Sin embargo, la velocidad de la transformación es inédita y, aunque la vida esté a salvo, eso no significa que las especies individuales vayan a superar esta revolución climática intactas.

Fuente: ElPais.com

Regreso a Pangea

La Tierra vista desde la Estación Espacial Internacional. NASA






















Los modelos predicen que todos los continentes volverán a reunirse en 200 millones de años. Los efectos en la evolución serán formidables.

La fragmentación de Pangea ha sido un vector esencial de la evolución de los animales, y su reunificación en el futuro lejano lo será igualmente. Con los datos paleontológicos en la mano, es sumamente improbable que los humanos sigamos aquí dentro de 200 millones de años –las especies marinas más longevas nunca han pasado de los cinco millones de años—, pero es muy posible que la vida terráquea aguante incluso nuestras agresiones más disparatadas y siga medrando. E incluso que una especie más inteligente que la nuestra haya heredado el mundo. Lee en Materia cómo será la Tierra cuando se forme el siguiente supercontinente, que probablemente se llamará Novopangea, si es que todavía hay alguien ahí que pueda ponerle un nombre. Incluso si no es así, los efectos de la geología sobre la evolución serán enormes, como ya lo han sido en el pasado.


Hace 300 millones de años, todos los continentes estaban unidos en una sola masa de tierra firme llamada Pangea. Cincuenta millones de años después, Pangea empezó a fragmentarse, y el éxodo de sus pedazos a lo largo y ancho del planeta condicionó por completo la evolución biológica de los eones ulteriores. Australia fue de los primeros pedazos en separarse de Pangea, y eso explica su biología excepcional: emús, wombats, canguros, cucaburras, koalas y ornitorrincos. Muchos de ellos son marsupiales, un grupo biológico anterior a los mamíferos, pero han desarrollado unas formas y funciones que a primera vista se pueden confundir con las de los mamíferos de otros continentes. Es uno de los casos más chocantes de convergencia evolutiva, donde dos linajes separados alcanzan unas soluciones similares para adaptarse a su función, a su clima y a su posición en ese gran esquema de las cosas que llamamos ecología.

El mamífero vivo más similar al elefante es, curiosamente, el damán africano, que no es mucho mayor que un hámster. Los grandes animales no se agrupan en una rama evolutiva que los predispone a ser grandes. Su evolución, más bien, ha estado condicionada por el fragmento continental en el que estaban viajando por el planeta sin saberlo. Los primeros mamíferos se dividieron en los tres grandes grupos actuales (afroterios como el elefante, boreoterios como los humanos y desdentados como el oso hormiguero) por la sencilla razón de que, hace 100 millones de años, África, Suramérica y Eurasia se separaron de un continente único.

El mismísimo origen de los animales, que ya era en tiempos de Darwin el problema central de la biología evolutiva, y que ahora lo sigue siendo con todavía más fundamento, coincide en el tiempo con otro fenómeno fundamental de la geología continental. Hace 600 millones de años, toda la tierra firme estaba unificada en un supercontinente mucho más antiguo que Pangea. Los geólogos lo llaman Pannotia, y estaba apiñado en las proximidades del polo sur. La fragmentación de Pannotia empezó hace 540 millones de años, en enigmática coincidencia con la explosión cámbrica que originó todos los planes de diseño animal (artrópodos como la gamba, moluscos como el mejillón, cordados como el lector) que persistimos en la actualidad.

Es improbable que los humanos sigamos aquí cuando toda la tierra firme vuelva a ensamblarse en el supercontinente de Novopangea, y mucho menos para ver los efectos de su fragmentación posterior. Ojalá algún geólogo de una especie futura, o al menos un paleontólogo extraterrestre, pueda presenciarlo y aprender algo importante de ello. El tiempo dirá.

Fuente: ElPais.com

viernes, 7 de diciembre de 2018

¿Cómo será la Tierra cuando se forme el siguiente supercontinente?

Los continentes de la Tierra se moverán y formarán un nuevo supercontinente - Fotolia

Existen cuatro escenarios probables que cambiarán la fisonomía del planeta.

La capa externa de la Tierra, la corteza sólida sobre la que caminamos, está hecha de partes rotas, algo parecido a la cáscara hecha pedazos de un huevo. Estas piezas, las placas tectónicas, se mueven alrededor del planeta a una velocidad de unos pocos centímetros al año. Cada cierto tiempo, las placas se juntan y forman un supercontinente que permanece durante más de 100 millones de años, hasta que desaparece al dispersarse las placas. Posteriormente, tras un lapso de tiempo de entre 400 y 600 millones de años, el proceso se repite.

El último supercontinente, Pangea, se formó hace unos 310 millones de años y comenzó a separarse hace 180 millones de años aproximadamente. Se cree que el siguiente se formará en 200/250 millones de años, por lo que actualmente nos encontramos en el ecuador de la fase de dispersión del actual ciclo de formación. La pregunta es, ¿cómo y por qué se formará el futuro supercontinente?

Existen, fundamentalmente, cuatro escenarios probables para dicha formación: Novopangea, Pangea Última, Aurica y Amasia. Cómo se pudiera formar cada uno depende de diferentes factores, pero todos están relacionados con el modo en que Pangea se separó y con el movimiento actual de los continentes.


La ruptura de Pangea condujo a la formación del océano Atlántico, que aún se está abriendo y ampliando. En consecuencia, el océano Pacífico se está estrechando. El Pacífico alberga un anillo de zonas de subducción a lo largo de sus bordes (el Cinturón de Fuego del Pacífico), donde el suelo oceánico es subducido bajo las placas continentales hacia el interior del planeta. De esa manera, el suelo oceánico antiguo se recicla y puede penetrar en las columnas volcánicas. El Atlántico, en cambio, tiene una gran cresta oceánica que produce una nueva placa, pero solo alberga dos zonas de subducción: el Arco volcánico de las Antillas Menores, en el Caribe, y el Arco de las Antillas Australes, situado entre Sudamérica y la Antártida.

Novopangea
Novopangea
De mantenerse las condiciones actuales, es decir, que el Atlántico continúe abriéndose y el Pacífico cerrándose, tendríamos un escenario en el que el siguiente supercontinente se formaría en las antípodas de Pangea. El continente americano chocaría con una Antártida que se encontraría navegando a la deriva hacia el norte, para posteriormente colisionar con los ya reunidos África y Eurasia. Este hipotético supercontinente recibe el nombre de Novopangea o Novopangaea.

Pangea última

Pangea Última
La apertura del Atlántico, sin embargo, podría ralentizarse e, incluso, comenzar a cerrarse en el futuro. Los dos pequeños arcos de subducción del Atlántico podrían extenderse a lo largo de la costa este de toda América, lo que llevaría a una nueva formación de Pangea tras la colisión de América, Europa y África, produciendo un supercontinente llamado Pangea Última, que estaría rodeado completamente por un susperocéano Pacífico.

Áurica

Aurica
Sin embargo, si el Atlántico desarrollase nuevas áreas de subducción, algo que podría estar ocurriendo ya, tanto el Pacífico como el Atlántico podrían cerrarse. Esto significa que debería crearse una nueva cuenca oceánica para reemplazarlos.

En este escenario, la grieta panasiática que atraviesa Asia desde el oeste de India hasta el Ártico se abriría para formar un nuevo océano. El resultado sería la formación del supercontinente Aurica. Debido a la deriva actual de Australia hacia el norte, se situaría en el centro del nuevo continente, ya que el Extremo Oriente y América cerrarían el Pacífico a cada lado. Las placas europeas y africanas se reunirían así con América por el cierre del Atlántico.

Amasia

Amasia
El cuarto escenario predice un destino completamente diferente para la futura Tierra. Algunas de las placas tectónicas se están desplazando actualmente hacia el norte, incluidas África y Australia. Se cree que esta deriva es impulsada por anomalías en el interior de la Tierra (en el manto, concretamente) heredadas de Pangea. Debido a esta deriva hacia el norte, se puede imaginar un escenario en el que todos los continentes excepto la Antártida continúen viajando hacia el norte. Esto significa que, al final, se reunirían en torno al Polo Norte en un supercontinente llamado Amasia. En este escenario, tanto el Atlántico como el Pacífico permanecerían abiertos en su mayoría.

De estos cuatro escenarios, consideramos que Novopangea es el más probable. Obedecería a la progresión lógica de las direcciones actuales que adoptan las placas continentales a la deriva, mientras que los otros tres escenarios necesitarían de procesos adicionales para verse realizados.

Para la formación de Aurica, tendrían que crearse nuevas zonas de subducción en el Atlántico.

Pangea Última solo se formaría con la inversión de la apertura del Atlántico.

Por último, el nacimiento de Amasia dependería de anomalías producidas por Pangea en el interior de la Tierra.

Investigar el futuro tectónico de la Tierra nos obliga a explorar los límites de nuestro conocimiento y a pensar en los largos procesos que rodean a nuestro planeta. También nos lleva a observar el sistema terrestre como un todo, y nos plantea una serie de preguntas: ¿Cuál será el clima del siguiente supercontinente? ¿Cómo se ajustará la circulación oceánica? ¿Cómo evolucionará y se adaptará la vida a su nuevo entorno? Son el tipo de preguntas que ponen a prueba los límites de la ciencia porque hacen lo propio con los límites de nuestra imaginación.

The Conversation
Mattias Green es investigador de Oceanografía física en la Universidad de Bangor.

Hannah Sophia Davies es investigadora en la Universidad de Lisboa.

Joao C. Duarte es investigador y coordinador del Grupo de Geología y Geofísica Marina en la Universidad de Lisboa.

Este artículo se ha publicado originalmente en «The Conversation».


Fuente: ABC.es