El enfriamiento externo de nuestro planeta, la progresiva desaparición de la atmósfera y, por lo tanto, de las condiciones favorables para la vida serían las principales consecuencias
Los magmas terrestres se forman por la fusión parcial de rocas del manto superior y la corteza inferior debido a la actividad y al calor interno de nuestro planeta. Los magmas se almacenan en grandes cámaras magmáticas y pueden ascender por fallas y fracturas de la corteza terrestre hasta alcanzar la superficie. La expulsión del magma se produce durante las erupciones volcánicas en forma de lava, enfriándose y pasando a formar parte de las rocas de la superficie terrestre. El aspecto más importante de la actividad magmática es su conexión con la tectónica de placas, un proceso global que mantiene en constante renovación las rocas corticales de la Tierra.
La pregunta ¿qué pasaría si el magma fuese frío?, que se hacen miles de internautas, según el ránking de las búsquedas de Google, tiene dos posibles connotaciones: la primera asociada al enfriamiento de los magmas terrestres por el cese de la actividad y el calor internos y, por lo tanto, a la imposibilidad de fundir las rocas mantélicas y corticales; y la segunda, a la sustitución de la masa fundida de rocas que conocemos como magma por otra masa de condiciones plásticas similares pero con temperaturas mucho más frías.
Para explicar estos supuestos, los geólogos volvemos nuestras miradas a otros cuerpos del Sistema Solar. Para el primero, en el cual los magmas terrestres se enfrían y dejan de fluir desde el interior de la Tierra hasta la superficie, podríamos fijarnos en Marte, el cuerpo del Sistema Solar más y mejor estudiado. La importancia de Marte no solo radica en la búsqueda de formas antiguas o incluso actuales de vida debido a sus similitudes con la Tierra. Marte representa una probable imagen del futuro que le espera a la Tierra como consecuencia de un hipotético enfriamiento interno. El volcanismo en Marte fue bastante importante hace varias decenas de millones de años. Sobre la superficie marciana todavía se aprecian los restos de esa actividad magmática en forma de numerosos flujos de lava y edificios volcánicos, entre ellos, el monte Olimpo, la montaña más alta del sistema solar. La antigua actividad magmática marciana estaría probablemente asociada a una tectónica de placas similar a la de la Tierra actual. Por lo tanto, el enfriamiento de los magmas terrestres nos llevaría hacia un escenario parecido al Marte actual, con una escasa actividad interna del planeta, el cese de la actividad volcánica y tectónica e incluso la desaparición de la atmósfera y por lo tanto de la vida, o por lo menos de las condiciones teóricas para el desarrollo de la tan buscada vida marciana.
Para el segundo supuesto, en el que el actual magma caliente terrestre quedaría reemplazado por otro material más frío, podríamos fijarnos en Europa, uno de los cuatro satélites galileanos de Júpiter.Europa tiene un tamaño similar a nuestra Luna y una estructura interna similar a la Tierra. Está formada por una corteza de hielo que descansa sobre masas líquidas de agua (los hipotéticos océanos europeos) cuyo movimiento sustentaría una pequeña tectónica de placas. Producto de esa actividad tectónica se formarían las numerosas grietas y líneas de la corteza helada que confieren a Europa su aspecto externo de pelota de baloncesto. Por debajo de los océanos líquidos hay rocas silicatadas y un posible núcleo de hierro y níquel similares al manto y núcleo terrestre. Por lo tanto, Europa podría representar una imagen de la Tierra en la cual un enfriamiento interno habría dado paso a la formación de una corteza externa helada sobre los actuales océanos. El movimiento de estas masas líquidas por debajo de la corteza helada permitiría conservar una pequeña actividad tectónica en la cual las masas heladas reemplazarían a los continentes y los océanos al magma caliente.
En ambos casos, el panorama que se presenta en la Tierra como consecuencia del enfriamiento del magma o a la formación de magmas fríos no es muy halagüeño. El enfriamiento externo de nuestro planeta, la progresiva desaparición de la atmósfera y, por lo tanto, de las condiciones favorables para la vida serían las principales consecuencias. La actividad magmática y volcánica actuales indican que nuestro planeta sigue vivo, tanto en el sentido geológico del término, con renovación de la corteza y la formación de magmas, como en el sentido biológico, con una muy probable dependencia de la vida tal y como la conocemos de la actividad interna del planeta azul.
Raúl Merinero es doctor en Ciencias Geológicas y colaborador honorífico del departamento de Cristalografía y Mineralogía. Facultad de Ciencias Geológicas. Universidad Complutense de Madrid.