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lunes, 14 de agosto de 2017

Récord negativo: desde hoy, la Tierra vive "de prestado"

Todo lo que consumamos a partir de ahora y hasta fin de año, es más de lo que el planeta puede generar naturalmente.
En 1969 el mundo consumía al mismo ritmo que producía, una situación que año a año fue degradándose a causa de la sobreexplotación de la tierra y el mar y que provocó que en 2017 la capacidad que tiene el planeta de regenerarse de forma sostenible se acabe hoy.

Esto quiere decir que desde hoy y hasta el 31 de diciembre, consumiremos más allá de lo que la Tierra puede crear naturalmente, forzándola y llevándola más cerca de su destrucción.

Es la alerta que lanzó la ONG medioambiental Global Footprint Network, que cada año mide cómo el "presupuesto ecológico anual" de la Tierra se agota antes y determina el "Día de la sobrecapacidad del planeta", una jornada que cae en 2017 en el 2 de agosto, antes que cualquier otro jamás registrado.

Esta jornada se calcula comparando el consumo total anual de la humanidad (huella ecológica) con la capacidad de la Tierra de regenerar en un año los recursos naturales renovables (biocapacidad).

En 1969, el planeta vivía en armonía con el uso que las personas hacíamos de él. En 2007, cuando los científicos comenzaron a medir la huella ecológica de los humanos sobre la Tierra, la fecha en que los recursos comenzaban a consumirse "de prestado" había retrocedido hasta el 19 de diciembre, es decir durante 12 días consumíamos más de lo que el planeta podía dar.

Hasta que hoy en día son cinco meses. 150 jornadas en las que consumiremos más de lo que la Tierra puede producir para regenerarse en consonancia con su capacidad natural y, por lo tanto, de manera sostenible.

Al sobreexplotar el planeta, provocamos deforestación, sequía, escasez de agua, erosión del suelo, pérdida de biodiversidad e incremento del dióxido de carbono en la atmósfera.

¿Cómo sucede esto? Porque los humanos pescamos más de lo que deberíamos, cultivamos más de lo necesario, talamos demasiados bosques y emitimos más dióxido de carbono del que los árboles disponibles pueden absorber, advierte la organización.

De hecho, las emisiones de carbono representan el 60% de la huella ecológica de la humanidad. Si las emisiones se cortaran por la mitad, el "Día de la sobrecapacidad de la Tierra" se atrasaría 89 jornadas, es decir casi hasta noviembre.

Otra opción sería reducir a la mitad el despilfarro de comida, lo que provocaría, según la ONG, que el "Día de la sobrecapacidad de la Tierra" se retrasaría 11 jornadas, y si tuviéramos una dieta menos proteica, el "Día" se postergaría 31 jornadas. Un tercio de la comida producida en el mundo para consumo humano -1.300 millones de toneladas anuales- se malgasta, y representa un 9% de la huella ecológica mundial.

Otros ámbitos que determinan la huella ecológica son la manera en que construimos y gestionamos nuestras ciudades -transporte público, uso de sistemas de calefacción o aire acondicionado- y la cantidad de población.

Si una de cada dos familias tuviera un hijo menos de los que tiene actualmente, en 2050 habría mil millones de personas menos de las que se esperan, lo que retrasaría el "Día" 30 jornadas.

Como todas estas acciones no ocurrirán a corto plazo, por ahora seguimos consumiendo lo equivalente a la producción de 1,7 planetas, de acuerdo con la ONG.

Global Footprint Network también calculó la huella ecológica de algunos países desarrollados para identificar su impacto, entre ellos Australia, que consume 5,2 veces más que la capacidad de regenerarse de su territorio; Estados Unidos (5 veces); Suiza (3,1); España (2,4); China (2,1); o Brasil (1,8). Según la ONG, si lográsemos posponer anualmente 4,5 días la fecha de "sobrecapacidad de la Tierra", podríamos poder vivir y consumir de forma sostenible en 2050.

Fuente: EFE

Fuente: Clarin.com

lunes, 3 de julio de 2017

¿Por qué hay desiertos en el planeta?

Miren ustedes un mapa de la Tierra en una proyección Möllweide, que es la única que representa correctamente el tamaño de los continentes. Señalen en el mapa los desiertos: el Sáhara continuado por Arabia, el sur de Persia, el Gobi, el sur de California, Sonora en México, en el norte; con el Kalahari, Australia y Atacama en el sur.

¿Cómo es así que los desiertos están todos en una banda que rodea el Globo entre las latitudes de 14ºN/S y 35ºN/S?

El vapor de agua sobre el Sáhara es un máximo en el verano boreal. Pero no llueve. Para que llueva, el aire cargado de vapor de agua debe ascender para que, al bajar la presión con la altura, baje la temperatura y el vapor se condense.

En la Tierra, el aire asciende hacia la tropopausa sobre el ecuador, puesto que éste es esencialmente agua y es la zona del planeta que recibe mayor energía en forma de radiación solar. Hay enormes corrientes de convección que llegan hasta esa tropopausa. Una vez alcanzan ésta no pueden seguir subiendo, la gravedad domina sobre la convección. Si el aire no puede seguir subiendo, debe desplazarse hacia los polos, pues al Este y al Oeste de cada torre convectiva hay otras también subiendo. El único camino que queda es hacia el Norte y hacia el Sur.

Ahora bien, la velocidad horizontal del viento que sube es la correspondiente a su latitud de partida, en este caso el Ecuador, y su sentido el del giro de la Tierra , es decir hacia el Este. Pero cuando el aire ha llegado a, digamos, la latitud 20ºN/S, la superficie de la Tierra por debajo de los  vientos va más lenta que estos mismos: El aire se desplaza hacia el Este respecto a esa superficie. El aire al ir subiendo se enfría, hasta que, en vez de convección, el aire comienza a descender. El vapor de agua que queda en el aire deja de estar saturado a temperaturas cada vez más altas y acaba como aire seco en la superficie.

Ésta es la razón básica para que los desiertos se encuentren casi todos en la misma latitud, con la corrección del Gobi en Asia central debido a la presencia de los Himalayas, y las regiones de América del Norte y del Sur debido a la presencia de las cordilleras costeras de la Sierra Nevada y los Andes.

La extensión de los desiertos varía con la extensión de la capa de hielo en los Polos. En el Carbonífero, hace unos 300 millones de años, esa capa de hielo llegaba a las costas africanas. En aquella época, no había desierto y la banda entre -30S y 30N era muy húmeda y cálida, con una enorme producción vegetal que fue lo que llevo a la generación del petróleo. En esa época, el Sáhara era una región llena de agua y totalmente verde. Esto mismo ocurrió hasta hace unos 6.000 años mientras duró la última glaciación.

Los desiertos actuales están donde están y están desplazándose hacia el norte en el hemisferio boreal debido a la disminución constante de hielo en el Polo Norte, debida ésta al cambio climático de origen humano. Al alejarse el hielo hacia el norte, se alejan las lluvias que sólo descargan de manera puntual y en forma de grandes inundaciones que no mojan el suelo ni recargan los acuíferos. 

El aire que baja sobre los desiertos cuando llega al suelo ha cambiado su dirección horizontal 180º respecto del aire que subía y ahora va hacia el Oeste. Son los vientos alisios o del comercio que soplan desde Canarias hacia el Caribe de forma constante casi todo el año. Estos alisios son los que permitieron el descubrimiento primero y la colonización de América, después, de forma que desde los ingleses a los noruegos tenían que primero bajar a la latitud de las Canarias para coger los vientos que les llevasen hasta América. El viaje de Londres a Boston era vía las Canarias hacia Jamaica y de ahí costeando hasta Nueva York o Boston.

El viaje de vuelta era mucho más fácil. Los barcos se montaban en la corriente del Golfo que sale del Estrecho de Florida entre este estado de los EEUU y la isla de Cuba, y que llega hasta cerca de Coruña y sigue hacia Inglaterra por una rama, y Escocia y Noruega por la otra.

La corriente del Golfo se bifurca al noroeste de Coruña y baja hacia el sur por las costas de Portugal, lo que utilizaban los galeones para llegar a Sevilla y posteriormente a Cádiz sin casi problemas.

Claro, los piratas ingleses y holandeses no tenían que buscar a los galeones por todo el Atlántico. Las vías de ida y retorno eran como las autovías actuales. Los barcos iban todos por el mismo sitio y volvían cargados de plata y algo de oro todos juntos por la misma autopista marina. Era muy fácil encontrarlos. No tanto abordarlos pues se defendían bien. La Escuadra de Galeones sólo dejó de llegar a España dos veces en unos 200 años por los ataques de los piratas. 

El aire que baja sobre los desiertos está muy seco, con humedades relativas del 20% o menores. Esto, y su proximidad al Ecuador los hace especialmente adecuados para instalar en ellos centrales solares con casi 340 días de Sol al año e incidencia casi vertical, sin nubes. El problema es esencialmente político. ¿Cómo garantizar la inversión en una zona del mundo dedicada a la tarea medieval de tratar de ver qué tribu domina sobre otra vía el signo totémico de cada cual, en vez de dedicarse a llegar a ser ricos? Los árabes con sus desiertos y los persas con los suyos pueden conseguir toda la energía que necesiten y la que quieran exportar, sin necesidad de matarse unos a otros por un petróleo que acabará desapareciendo antes de mediados de siglo, y de demostrar cuál de los tótems es el ''mejor''.

Los desiertos, que han sido algo inútil en el planeta, representan hoy una riqueza gigantesca para quien la quiera y pueda aprovechar.

Fuente: ElMundo.es
Antonio Ruiz de Elvira
El Porqué de las Cosas es un proyecto divulgativo impulsado con la colaboración de Obra Social 'la Caixa'. Los lectores curiosos pueden enviar sus preguntas a ciencia@elmundo.es

lunes, 12 de junio de 2017

Los océanos acumulan siete millones de toneladas de basura marina al año.

El Mediterráneo adquiere lentamente las proporciones de residuos de los grandes vertederos del Pacífico

Alrededor de 45.000 objetos se agolpan en cada milla oceánica cuadrada, según los datos medios que ofrece la Unesco, la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura. Son restos de basura marina, oleajes de residuos que no solo proliferan en la superficie, sino que también florecen bajo ella; y que incluso germinan dentro de sus propios habitantes. En los últimos 40 años, la cantidad de basura marina en la capa superficial de los océanos ha aumentado más de un 100%. Hoy se celebra el Día Mundial de los Océanos, pero la visión del panorama global marítimo genera una pregunta: ¿qué hay que celebrar exactamente?


Hoy, la Asociación Ambiente Europeo (AAE) celebró su conferencia Voces por una Mar Sana, coincidiendo con la conmemoración de esta fecha. El director de la AAE, Daniel Rolleri, defendió en su intervención que "el mundo sigue sin encontrar el equilibrio entre la producción de recursos y la conservación del medioambiente". "Arrojamos ocho millones de objetos diarios al océano, que, en conjunto, alcanzan un peso total de siete millones de toneladas de basura anuales", resaltó.
"Pero el impacto no termina en el mar", detalló Rolleri, "sino que empieza a alcanzar ámbitos como la economía, o la salud personal". "El zooplancton, la base de la cadena trófica marítima, se come las microfibras de plástico que expulsamos. Y a su vez, los peces se comen al zooplancton. Uno de cada seis peces comerciales de las costas españolas tiene plástico en su sistema. Y aunque la situación ha mejorado, tanto que ahora la sociedad nos presta atención, este es un fenómeno sumamente complejo", añadió.

"España es el quinto productor de plásticos europeo, y la Unión Europea es el segundo productor de plásticos mundial. Eso implica que nuestro país tiene una posición de responsabilidad", explicó Elvira Jiménez, bióloga marina de Greenpeace. "Pero a nivel nacional, consumimos 50 millones de objetos plásticos en un día (latas, bricks), pero  reciclamos 20 millones. Se recicla el 30% de los plásticos de un solo uso, el 50% que se pierde. Y esto son datos que no tienen en cuenta toda la basura que se arroja; solo la que queda registrada", afirmó.

Y, volviendo al Mediterráneo, la situación no mejora. "El Mediterráneo es un mar cerrado," relató Jiménez, "que solo se comunica con el Atlántico por el estrecho de Gibraltar, lo que ralentiza la velocidad de sus corrientes de agua". "Y la densidad urbana de sus ciudades costeras, junto al uso de las rutas marítimas, provoca que la basura que arrojamos se acumule muy rápido", detalló esta experta, "tanto que ya alcanza la densidad por metro de los grandes vertederos de basura marina, como los que existen en el Pacífico".

Rolleri y Jiménez comparten la misma opinión: el foco no debe centrarse en nuevas medidas y métodos de reciclaje, sino en reducir la producción de plásticos no biodegradables, o en no utilizarlos."Se trata de disminuir el uso de los plásticos, no de centrarnos en reciclar. El reciclaje no va a salvarnos de nuestros propios errores", concluye Jiménez. Rolleri, por su parte, finaliza con un mensaje positivo: "Los consumidores podemos informarnos y rebelarnos contra este tipo de producción y de consumo a través del cambio a pequeña escala, nos podemos convertir en un agente del cambio".

Fuente: ElPais.com

El planeta está perdiendo su biodiversidad más rápido de lo que creía.

Diversos estudios advierten de que se debería elevar el rango de amenaza de extinción, calculado en entre 150 y 200 especies de animales al día

“Esta actualización de la Lista Roja muestra que la magnitud de la crisis global de extinción podría ser todavía mayor de lo que pensábamos”. A finales de 2016, durante la presentación de la última actualización de la lista que cataloga las especies de fauna y flora amenazadas por parte de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), su directora general, Inger Andersen, lanzaba esa advertencia que esta primavera dos estudios científicos se han encargado de corroborar: perdemos biodiversidad a un ritmo mayor del estimado hasta ahora.


A principios de abril, el Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF) daba a conocer un estudio publicado en la revista Nature, con participación de investigadores de este centro, en el que se advertía que “se podría estar subestimando la cantidad de especies que la civilización moderna ha extinguido”. Además, esta limitación influye de manera negativa en las políticas y objetivos de conservación, ya que “partimos de informaciones inevitablemente incompletas“, sostiene Nicolas Titeux, investigador del Centro Tecnológico Forestal de Cataluña (CTFC) y firmante también el estudio.
Más recientemente, Biological Conservation publicaba otro trabajo, liderado por investigadores de la Universidad de Columbia (Estados Unidos), donde se ponían cifras a esa subestimación a raíz de un trabajo realizado en la cadena montañosa de los Ghats Occidentales, en la India, con aves presentes en la Lista Roja de la UICN. Su conclusión principal es que para al menos diez de las dieciocho especies estudiadas, la UICN debería elevar el rango de amenaza por deficiencias en el cálculo del hábitat de distribución.

Esta investigación llueve sobre mojado, ya que en noviembre de 2016 la revista Science reflejaba otro trabajo más amplio con 586 especies de aves forestales endémicas y amenazadas de seis puntos calientes de la biodiversidad mundial: bosque atlántico de Brasil, Centroamérica, Andes Occidentales de Colombia, Madagascar, Sumatra y el Sureste Asiático. En este caso, tras el análisis de datos con teledetección remota, aparte de recomendar a la UICN elevar la categoría de amenaza a especies ya incluidas en la Lista Roja, propone incluir a 189 que ni siquiera aparecen.

La investigación en la que participan miembros del CREAF y el CTFC resalta que los estudios sobre el impacto humano y la pérdida de biodiversidad que guían las políticas de conservación son muy recientes, a pesar de que hace siglos que comenzamos a ejercer una gran presión sobre la fauna y la flora. “El crecimiento de la población, la emisión de gases de efecto invernadero, la contaminación o la fertilización excesiva tienen su origen mucho antes del auge en el seguimiento y monitorización de la biodiversidad”, explican.
En este caso se propone ampliar este conocimiento acudiendo a las colecciones de museos de ciencias naturales, la paleobiología o los sedimentos del fondo de los lagos donde aparecen restos antiguos de polen, semillas y microorganismos. “La ecología histórica (estudio de las interacciones humanas con el medioambiente a lo largo del tiempo) nos ha permitido comprobar que la anguila ha perdido en España más del 96 por ciento de su área de distribución por la alteración continúa de los cauces, especialmente para construir presas”, pone como ejemplo Lluís Brotons, investigador del CSIC en el CREAF y el CTFC y uno de los autores del trabajo publicado en Nature.

En 2014, en unas jornadas sobre colecciones y documentación del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN/CSIC) se incidió en la relevancia de esas colecciones como “herramienta insustituible para documentar la biodiversidad”. Y se expuso como ejemplo lo erróneo de establecer la distribución original de algunas especies de coleópteros basándose únicamente en las citas extraídas de la literatura científica: “Cuando no se consultan los datos de la colección del MNCN se pierden hasta el 50 por ciento de las localidades en las que están o estuvieron presentes dichas especies”.
Theo Oberhuber, coordinador del área de conservación de la naturaleza de Ecologistas en Acción, subraya también otras lagunas: “Hay ciertas especies y grupos de especies, sobre todo aves y mamíferos, que por resultar más fácil su seguimiento o, por qué no, venderse mejor su investigación, están más estudiados que la flora o la fauna que pasa más desapercibida, pero que sufre un mayor impacto que, a su vez, perjudica a esas especies mayores”. Y pone otro ejemplo de retraso: “Han pasado más de 30 años desde que se advirtieron los primeros riesgos del cambio climático, pero es ahora cuando se estudia su impacto sobre la biodiversidad, probablemente cuando hay especies que no se han podido adaptar al mismo”.

Tanto Oberhuber y Brotons valoran positivamente el uso de la ciencia ciudadana, herramienta que exponen como recurso a añadir los estudios que cuestionan los datos de la lista roja de la UICN. Según Brotons, “existen vacíos muy importantes en la investigación de invertebrados, y la ciencia ciudadana ayuda a ofrecer visiones más generales sobre la pérdida de algunos de ellos que nos permiten apreciar cambios, los factores que los desencadenan y quién está detrás de ellos”.

Tanto la UICN como Craig Hilton-Taylor, jefe de la Unidad de la Lista Roja de este organismo, han salido al paso de las críticas a sus métodos de catalogación de amenaza, defendiendo que también disponen de información procedente tanto de la teledetección remota más avanzada como de la ciencia ciudadana. “Las evaluaciones de aves de la Lista Roja ya usan datos procedentes de eBird, BirdTrack o Xeno-Canto para mapear las distribuciones de especies con la mayor precisión posible, y seguiremos aprovechando esa riqueza de datos”. Pero siempre como complemento de la investigación científica, aclaran tanto Hilton-Taylor, como Oberhuber y Brotons.

LA UICN DEFIENDE LA VALIDEZ DE SUS CRITERIOS DE EVALUACIÓN
“La forma en que evaluamos la amenaza de extinción evoluciona a medida que surgen nuevas técnicas, dando datos cada vez más precisos. Pero a medida que la Lista Roja cambia, es crucial respetar el riguroso proceso de evaluación, desarrollado a lo largo de medio siglo y que la convierte en un barómetro e confianza y coherente sobre la vida en la Tierra”.

Craig Hilton-Taylor, jefe de la Unidad de la Lista Roja de la UICN, defiende así el trabajo de este catálogo de referencia mundial ante los estudios científicos que subrayan especialmente la sobrestima que se hace del territorio que ocupan algunas especies y que condiciona su aparición como más o menos amenazadas, o incluso no amenazada.

Para Hilton-Taylor el error de los trabajos referidos reside en confundir la “extensión de ocurrencia”, lugar más amplio donde podría desarrollarse la especie, con el “área de ocupación”, que es donde efectivamente aparece. “Si se toma como referencia la extensión de ocurrencia, en contra de los criterios de la Lista Roja, inevitablemente, pero también incorrectamente, el riesgo de extinción aumenta”, apostilla el representante de la UICN.

Fuente: ElPais.com

viernes, 1 de julio de 2016

La capa de ozono empieza a recuperarse.

El agujero antártico se ha reducido en 4 millones de kilómetros cuadrados desde su máximo del año 2000

Han pasado tres décadas de incertidumbre desde que casi todos los países del mundo firmaron el protocolo de Montreal para prohibir los gases que destruyen el ozono atmosférico, y en octubre pasado hubo un susto cuando el agujero de ozono antártico batió un récord de inesperada gravedad. Pero las cosas han empezado a enderezarse. Los científicos han obtenido pruebas, por primera vez, de que la capa de ozono se está recuperando. Desde 2000, cuando alcanzó su máximo histórico (25 millones de kilómetros cuadrados), el agujero antártico se ha reducido en 4 millones de kilómetros cuadrados, más o menos la superficie de la Unión Europea (sin el Reino Unido).

Los investigadores también presentan evidencias de que la causa principal de la recuperación ha sido el protocolo de Montreal, es decir, la prohibición de los compuestos orgánicos clorados (clorofluorocarbonos, CFC) que se usaban en la limpieza en seco, la refrigeración y los aerosoles como desodorantes y lacas. La sustitución de estos compuestos por otros igual de eficaces pero inocuos para la atmósfera ha resultado, por tanto, de importancia capital.
También hay fenómenos naturales que dañan el ozono, como la temperatura en las capas altas de la atmósfera y, sobre todo, las erupciones volcánicas. Esto ha complicado mucho las mediciones hasta ahora. De hecho, el agujero de ozono récord que se registró en octubre pasado se debió, piensan ahora los científicos, a la erupción del volcán Calbuco, en el sur de Chile. Los volcanes no emiten CFC, pero sí una gran cantidad de pequeñas partículas que ascienden a la atmósfera y favorecen las reacciones que destruyen el ozono.

Susan Solomon, una geóloga del MIT (Massachusetts Institute of Technology, en Boston) que fue una pionera de la investigación sobre la destrucción del ozono hace 30 años, presenta los resultados en Science junto a colegas del Centro Nacional de Investigación Atmosférica, en Boulder, y la Universidad de Leeds, en Reino Unido. El trabajo combina observaciones por globos y satélites con avanzados modelos matemáticos.

Solomon se muestra exultante. “Ahora podemos confiar en que las cosas que hemos hecho han puesto al planeta en el camino de la curación”, dice. “Eso dice bastante de nosotros, ¿no? ¿No somos asombrosos los humanos, que creamos una situación tras la que decidimos colectivamente, como mundo, que íbamos a eliminar esas moléculas? Las eliminamos, y ahora estamos viendo que el planeta responde”.
La pérdida de ozono tiene unos efectos directos sobre la salud, porque ese gas es, en las capas altas de la atmósfera, la protección natural más importante contra la radiación ultravioleta de la luz solar, que causa cáncer de piel, cataratas y daños en el sistema inmune. Naciones Unidas estima que el protocolo de Montreal evitará dos millones de casos de cáncer de piel desde su entrada en vigor hasta 2030. La pérdida de ozono afecta a todas las latitudes, pero es más grave en los polos, y sobre todo en la Antártida, que es donde se mide la magnitud del agujero.

El agujero de ozono se descubrió en los años cincuenta, y su gravedad se confirmó en los ochenta. Las mediciones se han tomado desde entonces en los meses de octubre, cuando la primavera austral genera las condiciones óptimas para la destrucción del ozono en las capas altas. Solomon y sus colegas muestran ahora las ventajas de medirlo en septiembre, poco después de que la Antártida empiece a salir del oscuro invierno austral. La luz es necesaria para las reacciones que dañan el ozono.

Fuente: ElPais.com

martes, 28 de junio de 2016

Así será el primer pueblo ‘autoabastecido’

Holanda prepara ReGen Villages, la primera ciudad capaz de crear energía limpia y autoabastecerse para compensar el cambio climático.

Un invernadero transformado en una residencia habitable capaz de producir alimentos y energía. O en otras palabras, la ciencia aplicada a la arquitectura de la vida cotidiana. Esta es la tarjeta de presentación del primer pueblo diseñado para reducir el impacto ambiental de las actividades humanas, en especial las basuras. Para autoabastecerse y gestionar el suministro de agua, en torno a una aldea de nuevo cuño que empezará a construirse este verano en la localidad holandesa de Almere, a 25 minutos de Ámsterdam. Diseñado por el estudio danés de arquitectura Effekt, el programa piloto de ReGen Villages contempla una primera entrega de 25 viviendas para 2017. Presididas por cristaleras rebosantes de los vegetales cultivados dentro, las fincas son casi una metáfora de la ansiada armonía con el entorno. Sobre todo teniendo en cuenta, que en el año 2050, la población mundial superará los 10.000 millones de habitantes.
Regen significa "regeneración", y tanto la maqueta del proyecto como su versión animada en vídeo brindan la imagen de una luminosa ciudad en miniatura. A partir de 250.000 euros, y con una capacidad media para tres o cuatro personas (de 300 a 400 personas para un total de 100 hogares) las casas parecen transparentes por la profusión de cristal. Dentro, los cultivos en vertical de los invernaderos conviven con huertos, unidades de acuicultura y paneles solares.

Con las torres de almacenaje de agua, granjas de animales, zonas de recreo y un aparcamiento para vehículos eléctricos. También hay un centro vecinal de reuniones, además de “espacios sociales”. Según los cálculos de Effekt, “una familia de tres personas necesitaría un área total de 639 metros cuadrados para valerse por sí misma. Una casa de tipo medio tiene 120 metros cuadrados, y a ello se añade un invernadero (40 m2); la acuicultura correspondiente (300 m2); un huerto de temporada (100 m2); la parte proporcional de la granja (25 m2); de los paneles solares (34 m2) y del agua acumulada (20 m2).

No se trata, de todos modos, de una ingenua vuelta a la naturaleza. Al contrario, aprovechando la tecnología actual y brindando el confort de la vida moderna, la comunidad en preparación pretende ser autosuficiente. Así lo ideó James Ehrlich, fundador de ReGen Villages, investigador de la universidad estadounidense de Stanford, y experto en aplicar tecnología y biodiversidad a la producción de alimentos.
Según sus datos, un 40% de la superficie del planeta se usa para producir nutrientes. Dicha actividad contribuye a la liberación de CO2 (parte del culpable de los gases de efecto invernadero), la deforestación y el consumo indiscriminado de agua potable. Entretanto, tiramos el 30% de la comida, mientras una de cada siete personas pasa hambre.

“Aunque esperamos ubicar a las primeras familias, incluida la mía, en la primavera de 2017, la producción de alimento y el manejo de los desechos llevará algo más de tiempo. La idea original fue construir en Dinamarca, pero el Gobierno tenía una idea algo menos ecológica del proyecto. Entonces nos llamó el ayuntamiento de Almere, y vimos que Holanda es el lugar adecuado para el estreno mundial de ReGen Villages. Aquí fundaremos nuestra compañía como una entidad de la UE”, asegura Ehrlich.

Las maderas empleadas proceden de bosques sostenibles de Escandinavia. Al resto de los materiales se incorporará la tecnología más avanzada para aprovechar al máximo la energía durante el día, y a lo largo de las estaciones. El bucle cerrado de abastecimiento propuesto permitirá que los desechos orgánicos de sus habitantes se transformen en biogás, y en alimento para los animales.
A su vez, los excrementos del ganado serán utilizados como estiércol para fertilizar los cultivos. Cualquier residuo susceptible de ser convertido en abono (compost) alimentará luego a moscas soldado, sustento adecuado para los peces de los viveros. Las heces de éstos tampoco se perderán: sirven para fertilizar el sistema de acuicultura destinado a producir frutas y verduras. El agua de lluvia, por fin, será canalizada para el regadío. En Effekt lo resumen en cinco pilares: “hogares con energía positiva; alimentos cercanos y de cultivo sostenible; producción y almacenaje de electricidad; reciclado de agua y basuras, y autogestión de los grupos locales”.

De tener éxito, la mezcla de agricultura permanente (permacultura), de cultivo en un entorno aéreo sin hacer uso del suelo y pulverizando las raíces con una solución acuosa (aeroponía), y el uso de semillas orgánicas de alto rendimiento, será probada luego en Suecia, Noruega, Dinamarca y Alemania.

Durante la presentación del proyecto, Ehrlich, ha señalado que espera “redefinir el concepto de zona residencial con este ciclo de cultivo orgánico y reciclado de basuras; no se puede seguir creciendo, y urbanizando, como lo hemos hecho hasta ahora”. Por eso piensa ya en zonas superpobladas y de climas duros para seguir expandiéndose. India, y África subsahariana encabezan la lista.

Fuente: ElPais.com

Pekín se hunde 11 centímetros al año por el bombeo excesivo de sus aguas subterráneas

Perjudica al distrito financiero de Chaoyang, que crece desde 1990
Ciudad de México ya se hundía ocho centímetros a final del siglo XX

La ciudad de Pekín, capital política y cultural de China que en los últimos años ha experimentado un extraordinario periodo de transformación y modernización similar al de otras grandes ciudades del país, es un gigante con los pies de barro. De acuerdo con un reciente informe, el bombeo excesivo de las aguas subterráneas que recorren su subsuelo está provocando el colapso de la ciudad, de tal manera que ciertas áreas -particularmente el distrito financiero- se están hundiendo hasta 11 centímetros al año.Son las conclusiones a las que llegó el estudio publicado en la revista científica Remote Sensing, que está basado en la utilización del sistema InSar, un tipo de radar que controla los cambios de altura del suelo y sirve para monitorizar entre otras cosas posibles desastres naturales como terremotos o deslizamientos de tierra. En su elaboración participó un equipo de siete científicos, incluido el español Roberto Tomás de la Universidad de Alicante, y se advierte de que un hundimiento continuado de la superficie supone una seria amenaza para la seguridad de esta ciudad de más de 20 millones de habitantes."Estamos llevando a cabo un análisis detallado sobre los impactos del hundimiento en las infraestructuras críticas (por ejemplo, trenes de alta velocidad) en la superficie de Pekín", declararon tres de ellos -Chen Mi, Li Xiaojuan y el español Tomás- al diario The Guardian. "Esperamos que a final de año se publique un documento que resuma nuestros hallazgos", añadieron.Crecimiento urbano vertiginosoPekín se asienta sobre una planicie seca donde el agua subterránea se ha ido acumulando durante milenios. Conforme se excavan pozos y el nivel freático disminuye, la tierra subyacente se comprime como si fuera una esponja seca. Pese a que el estudio demuestra que este fenómeno afecta a toda la ciudad, señala que perjudica de manera más pronunciada al distrito financiero de Chaoyang, que desde 1990 no ha cesado de crecer con la construcción de nuevos rascacielos, circunvalaciones y otras edificaciones.Además, se cree que hay decenas de miles de pozos de agua dentro de la ciudad y en sus alrededores, muchos de los cuales se emplean en labores de agricultura y jardinería. Aunque la administración pública tiene poder regulatorio sobre estas instalaciones, se considera que las autoridades no son consistentes en la aplicación de las normativas. "Hay ciertas reglas, pero su aplicación es dudosa", declaró al mismo diario británico Ma Jun, director del Instituto de Asuntos Públicos y Medioambientales de Pekín. Para él, no es sorprendente que el hundimiento afecte principalmente a Chaoyang, debido al vertiginoso crecimiento experimentado en las décadas recientes, y cree que el fenómeno se extenderá hacia el este de la ciudad dado que la urbe se está desarrollando en esa dirección.

La sed de Pekín

El hundimiento de Pekín fue documentado por primera vez en 1935. Desde entonces, numerosos estudios han relacionado el colapso de las tierras con el incremento en el bombeo de las aguas subterráneas, que según Greenpeace proporcionan dos tercios del suministro de agua corriente en una región que sufre una escasez acuciante del preciado líquido.
Con el fin de mitigar la crisis hídrica que padece Pekín, en 2015 se inauguró un megaproyecto de ingeniería destinado a calmar la sed de la capital. En esa fecha, se concluyó la construcción del gran canal de transferencia de agua sur-norte, una red de 2.400 kilómetros de canales y túneles diseñado para desvíar casi 4.500 millones de metros cúbicos de agua con destino a los grifos de los pequineses.
Por ahora, los expertos aseguran que es demasiado pronto para saber si este trasvase servirá para recargar los acuíferos de la zona y ralentizar el hundimiento de la ciudad. Mientras esperan tener más datos, otros estudios han emitido recomendaciones para minimizar posibles impactos negativos, como el que en 2015 aconsejaba que para evitar descarrilamientos se prohibiera la construcción de pozos de agua cerca de las líneas ferroviarias de alta velocidadya finalizadas.
Pekín no se encuentra sola ante este problema, y alrededor de todo el mundo, otras grandes ciudades experimentan situaciones similares causadas por el excesivo bombeo de agua u otros factores. El caso más llamativo es el de Ciudad de México, cuyo nivel desciende a unos 28 centímetros por año, mientras que en Asia, Yakarta presenta registros similares a los de Pekín. Otras urbes de la zona afectadas por este fenómeno son Manila, Ho Chi Min y Bangkok, que baja 12 centímetros al año según el último estudio publicado.
Fuente: ElMundo.es

viernes, 16 de octubre de 2015

La UICN avanza en la definición de la lista de ecosistema en peligro.

Entre ellos están el Mar de Aral, fondos con algas en Alaska, arrecifes de coral del Caribe, humedales de Australia, turberas de Alemania…

Es raro el verano que no acaba con una noticia que refleje la dura convivencia entre el desarrollo y la conservación de la naturaleza en uno de los destinos turísticos por antonomasia: el Caribe. Por un lado, la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente de México dictaminó la suspensión total de un nuevo desarrollo turístico en Cancún, centro neurálgico de las visitas al Caribe, y por otro Nicaragua incluía entre sus cinco ecosistemas en mayor riesgo de desaparición los bosques de bambú del litoral de este mar del Atlántico Norte. Precisamente los arrecifes de coral del Caribe figuran entre los diez ecosistemas en mayor riesgo de extinción del planeta.

A la espera de desarrollar adecudamente y definir los criterios concretos y precisos que servirán para elaborar la lista roja de los ecosistemas mundiales en peligro, varios organismos y científicos, incluido el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, estudiaron veinte de los considerados más valiosos y amenazados. Hace dos años se publicó en la revista PLoS ONE una primera lista que sirve de patrón para que la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) elabore una similar a la que actualmente existe para especies de animales y plantas. En este caso la categoría de extinto se define como “colapsado”, es decir, un ecosistema de gran valía que tiene imposible volver a su estado original.

A la primera lista con la que trabaja la UICN habría que añadir los 19 ecosistemas presentes entre los 48 lugares declarados Patrimonio Mundial por la Unesco que considera en peligro. Algunos coinciden con la primera, como los arrecifes de coral del Caribe (Belice) y los bosques de galería de la cuenca del río Senegal (Parque Nacional Niokolo-Koba). El Parque Nacional de los Everglades (Estados Unidos), junto a los bosques tropicales, sobre todo los de la cuenca del Congo en la República Democrática del Congo, además de los de Honduras (Río Plátano), Indonesia (Sumatra) y Madagascar (Atsinanana), aparecen también en la lista roja de la Unesco.

A continuación se detalla la lista con los diez ecosistemas más amenazados según los primeros estudios realizados para la UICN, que son aquellos considerados en colapso (Mar de Aral) y en peligro crítico de extinción (los nueve restantes). La explicación a la aparición de cuatro lugares de Australia reside en que todos se concentran en el área de mayor desarrollo urbano, industrial y agrícola de la isla, la costa sureste, con una población que sobrepasa los trece millones de habitantes.

1. Mar de Aral

Uzbekistán-Kazajistán

El Mar de Aral ha pasado de ser el cuarto lago más grande del mundo a no aparecer entre los veinte primeros. Solo resiste un 10% de una superficie que superó los 67.000 km2, tanto como Aragón, Navarra y el País Vasco juntas. Aunque ahora se invierten esfuerzos para recuperarlo desde su parte más septentrional, los expertos consideran que ha entrado en colapso porque ha perdido su biodiversidad original, incluidas 28 especies de peces endémicos. Además, el legado de pesticidas, desertización y salinidad que dejaron los cultivos de algodón y cereales que se regaban con sus aguas mantiene un efecto letal sobre la naturaleza y la población.

2. Bosques de acacias en la cuenca del Río Senegal

Senegal, Malí y Mauritania

Causas similares a las que provocaron la desecación del Mar de Aral se ciernen sobre las escasas feraces llanuras de inundación que resisten en la cuenca del río Senegal, y muy especialmente sobre los bosques de acacias (Acacia nilotica) que crecen en ellas. Presas, agricultura intensiva y sobrepastoreo están acabando con cientos de años de convivencia pacífica entre la biodiversidad y las comunidades indígenas. Estas habían aprendido a compasar los aprovechamientos agrícolas y ganaderos con los períodos anuales de inundación y sequía. Ahora, hasta las aves granívoras que colaboraban en este equilibrio desaparecen y la ruptura del mismo provoca el desplazamiento forzado de miles de indígenas y problemas de salud.

3. Turberas elevadas de Renania

Alemania

Depresiones, zonas encharcadas y montículos se reparten entre estos humedales repletos de biodiversidad, que presentan una acumulación de biomasa muerta que abomba el terreno. Esta acumulación alberga una gran reserva de carbono, por lo que su paulatina destrucción libera grandes cantidades de gases de efecto invernadero, responsables del cambio climático. Aparte de las llamadas de atención de los científicos que han colaborado en esta incipiente lista de ecosistemas en peligro, la Comisión Europea, como parte de su labor de conservación dentro de la Red Natura 2000, ha advertido del riesgo de desaparición que corren en concreto las turberas de Hunsrück y Eifel, donde varias especies de fauna y flora asociadas se han convertido en raras.

4. Matorrales de 'fynbos' de El Cabo

Sudáfrica

Hasta 8.500 especies de plantas vasculares (en todas las islas británicas hay 1.400), el 70% endémicas, encierran estos matorrales de fynbos, nombre de origen holandés que define a las “plantas de hojas finas”. Por su variedad y colorido está catalogado como uno de los vergeles botánicos de África, con semejanzas con nuestro monte mediterráneo. La expansión urbanística, los incendios forestales y la agricultura amenazan a estos matorrales por una doble vía: por la destrucción directa del hábitat y por la invasión de especies exóticas, tanto vegetales como animales. En otra lista, la de las Ecorregiones del WWF, también está considerado como uno de los ecosistemas en mayor riesgo de desaparición.
5. Lagunas Coorong y estuario del río Murray

Australia

Con idéntico grado de amenaza al de la UICN (en peligro crítico) cataloga el WWF dentro de su listado de Ecorregiones a este extenso (140 kilómetros lineales) y complejo (lagunas, lagos, estuario, bosques de ribera…) humedal situado al sureste de Australia. La declaración de una parte como parque nacional y su reconocimiento como humedal de importancia internacional (Convenio Ramsar) le ha salvado de desaparecer por completo, ya que solo se mantiene intacto, pero de manera fragmentada, el 10% de la superficie original. Numerosas entidades conservacionistas siguen lanzando la voz de alarma ante uno de los impactos más notorios: el drenaje del humedal en dirección a tierras agrícolas.

6. Manantiales kársticos del sur

Australia
Piccaninnie Ponds Karst Wetlands.

Piccaninnie Ponds Karst Wetlands, también situado en la costa meridional australiana, es igualmente un humedal de importancia internacional incluido en el Convenio Ramsar. Sin embargo, las 862 hectáreas protegidas y representativas de los sistemas kársticos, con manantiales ascendentes y otras formaciones rocosas y de turba originadas por las aguas subterráneas, se antojan claramente insuficientes para la comunidad científica. Para demostrar el efecto devastador que ocasiona la pérdida de esa capa freática y la continuidad de su afloramiento la UICN expone el caso del género de cangrejos de agua dulce Euastacus: de las cincuenta especies que sobreviven en estos ecosistemas, 17 están en peligro crítico de extinción y otros 17 en peligro.

7. Pantanos costeros de la cuenca de Sídney

Australia

Urbanización, minería del carbón, fracking, incendios, efectos del cambio climático, carreteras, excesiva regulación hídrica, invasión de especies exóticas… La propia Oficina de Medio Ambiente y Patrimonio del estado de Nueva Gales del Sur, donde se encuentra enclavada la biorregión de la cuenca de Sidney, reconoce las amenazas que acogotan a uno de los ecosistemas más singulares de esta isla. La misma entidad recuerda que en los últimos 200 años se ha perdido o degradado el 60% del rosario de humedales costeros que salpicaba y embellecía estas tierras. Aunque se traducen como pantanos, se trata de llanuras costeras de inundación sobre fondos de arenisca que sobresalen principalmente en la meseta de Hawkesbury.

8- Humedales de la cuenca Murray-Darling

Australia
Los ríos Murray y Darling (afluente del primero) forman una gigantesca cuenca hidrográfica (dos veces España) trascendental para el suministro hídrico de la zona más poblada de Australia (Adelaida, Melbourne y Sidney) y para el mantenimiento de una de las mayores cotas de biodiversidad asociadas a una gran variedad de pantanos, bosques y lagos. El problema es que el conflicto entre las necesidades humanas (incluye una extensa área agrícola) y ambientales afecta a ambas, ya que la excesiva regulación y explotación hídrica ha llevado a la eliminación de la vegetación natural y la sequía temporal de tramos del Murray (se estima que está al 18% de su capacidad), lo que aumenta el grado de salinidad, que interfiere en el abastecimiento humano.

9- Bosques de laminariales de Alaska

Estados Unidos

Observar una tupida formación de algas gigantes (laminariales) que pueden superar los 50 metros es lo más parecido a adentrarse en un bosque submarino. Las aguas costeras de Alaska cuentan con muy buenas representaciones de este ecosistema, que se encuentra entre los más productivos del planeta por su capacidad de acogida para numerosas especies (incluidos peces de explotación comercial), absorción de dióxido de carbono y freno de fuertes oleajes. Sin embargo, la sobrepesca, fenómenos meteorológicos como El Niño y la contaminación (vertido del Exxon Valdez de 1989) destruyen la cadena trófica (afecta sobre todo a las nutrias de mar) y dejan vía libre para que los erizos de mar devoren y deforesten los bosques de algas.

10- Arrecifes de coral del Caribe

Más de 116 millones de personas viven dentro de las costas que dan al mar Caribe, a los que se añaden 20 millones de turistas anuales. Un estudio del World Resources Institute junto a veinte organismos que trabajan en la región sentenció en 2005 que dos tercios de los arrecifes están directamente amenazados por actividades humanas, y estiman pérdidas económicas de 350 a 870 millones de dólares anuales por la disminución de la pesca de arrecife, el turismo de buceo y los servicios de protección de la costa, al actuar como barrera ante los efectos de temporales marinos. La presión turística, la agricultura intensiva, la sobrepesca y el cambio climático (blanqueamiento del coral) se alían para poner en peligro a este punto caliente de la biodiversidad terrestre.

Fuente: ElPais.com

sábado, 10 de octubre de 2015

Los diez ecosistemas más amenazados del mundo.

La UICN avanza en la definición de la lista de ecosistema en peligro

Entre ellos están el Mar de Aral, fondos con algas en Alaska, arrecifes de coral del Caribe, humedales de Australia, turberas de Alemania…

Es raro el verano que no acaba con una noticia que refleje la dura convivencia entre el desarrollo y la conservación de la naturaleza en uno de los destinos turísticos por antonomasia: el Caribe. Por un lado, la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente de México dictaminó la suspensión total de un nuevo desarrollo turístico en Cancún, centro neurálgico de las visitas al Caribe, y por otro Nicaragua incluía entre sus cinco ecosistemas en mayor riesgo de desaparición los bosques de bambú del litoral de este mar del Atlántico Norte. Precisamente los arrecifes de coral del Caribe figuran entre los diez ecosistemas en mayor riesgo de extinción del planeta.

A la espera de desarrollar adecudamente y definir los criterios concretos y precisos que servirán para elaborar la lista roja de los ecosistemas mundiales en peligro, varios organismos y científicos, incluido el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, estudiaron veinte de los considerados más valiosos y amenazados. Hace dos años se publicó en la revista PLoS ONE una primera lista que sirve de patrón para que la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) elabore una similar a la que actualmente existe para especies de animales y plantas. En este caso la categoría de extinto se define como “colapsado”, es decir, un ecosistema de gran valía que tiene imposible volver a su estado original.

A la primera lista con la que trabaja la UICN habría que añadir los 19 ecosistemas presentes entre los 48 lugares declarados Patrimonio Mundial por la Unesco que considera en peligro. Algunos coinciden con la primera, como los arrecifes de coral del Caribe (Belice) y los bosques de galería de la cuenca del río Senegal (Parque Nacional Niokolo-Koba). El Parque Nacional de los Everglades (Estados Unidos), junto a los bosques tropicales, sobre todo los de la cuenca del Congo en la República Democrática del Congo, además de los de Honduras (Río Plátano), Indonesia (Sumatra) y Madagascar (Atsinanana), aparecen también en la lista roja de la Unesco.

A continuación se detalla la lista con los diez ecosistemas más amenazados según los primeros estudios realizados para la UICN, que son aquellos considerados en colapso (Mar de Aral) y en peligro crítico de extinción (los nueve restantes). La explicación a la aparición de cuatro lugares de Australia reside en que todos se concentran en el área de mayor desarrollo urbano, industrial y agrícola de la isla, la costa sureste, con una población que sobrepasa los trece millones de habitantes.

1. Mar de Aral

Uzbekistán-Kazajistán

El Mar de Aral ha pasado de ser el cuarto lago más grande del mundo a no aparecer entre los veinte primeros. Solo resiste un 10% de una superficie que superó los 67.000 km2, tanto como Aragón, Navarra y el País Vasco juntas. Aunque ahora se invierten esfuerzos para recuperarlo desde su parte más septentrional, los expertos consideran que ha entrado en colapso porque ha perdido su biodiversidad original, incluidas 28 especies de peces endémicos. Además, el legado de pesticidas, desertización y salinidad que dejaron los cultivos de algodón y cereales que se regaban con sus aguas mantiene un efecto letal sobre la naturaleza y la población.

2. Bosques de acacias en la cuenca del Río Senegal

Senegal, Malí y Mauritania

Causas similares a las que provocaron la desecación del Mar de Aral se ciernen sobre las escasas feraces llanuras de inundación que resisten en la cuenca del río Senegal, y muy especialmente sobre los bosques de acacias (Acacia nilotica) que crecen en ellas. Presas, agricultura intensiva y sobrepastoreo están acabando con cientos de años de convivencia pacífica entre la biodiversidad y las comunidades indígenas. Estas habían aprendido a compasar los aprovechamientos agrícolas y ganaderos con los períodos anuales de inundación y sequía. Ahora, hasta las aves granívoras que colaboraban en este equilibrio desaparecen y la ruptura del mismo provoca el desplazamiento forzado de miles de indígenas y problemas de salud.

3. Turberas elevadas de Renania

Alemania

Depresiones, zonas encharcadas y montículos se reparten entre estos humedales repletos de biodiversidad, que presentan una acumulación de biomasa muerta que abomba el terreno. Esta acumulación alberga una gran reserva de carbono, por lo que su paulatina destrucción libera grandes cantidades de gases de efecto invernadero, responsables del cambio climático. Aparte de las llamadas de atención de los científicos que han colaborado en esta incipiente lista de ecosistemas en peligro, la Comisión Europea, como parte de su labor de conservación dentro de la Red Natura 2000, ha advertido del riesgo de desaparición que corren en concreto las turberas de Hunsrück y Eifel, donde varias especies de fauna y flora asociadas se han convertido en raras.

4. Matorrales de 'fynbos' de El Cabo

Sudáfrica

Hasta 8.500 especies de plantas vasculares (en todas las islas británicas hay 1.400), el 70% endémicas, encierran estos matorrales de fynbos, nombre de origen holandés que define a las “plantas de hojas finas”. Por su variedad y colorido está catalogado como uno de los vergeles botánicos de África, con semejanzas con nuestro monte mediterráneo. La expansión urbanística, los incendios forestales y la agricultura amenazan a estos matorrales por una doble vía: por la destrucción directa del hábitat y por la invasión de especies exóticas, tanto vegetales como animales. En otra lista, la de las Ecorregiones del WWF, también está considerado como uno de los ecosistemas en mayor riesgo de desaparición.
5. Lagunas Coorong y estuario del río Murray

Australia

Con idéntico grado de amenaza al de la UICN (en peligro crítico) cataloga el WWF dentro de su listado de Ecorregiones a este extenso (140 kilómetros lineales) y complejo (lagunas, lagos, estuario, bosques de ribera…) humedal situado al sureste de Australia. La declaración de una parte como parque nacional y su reconocimiento como humedal de importancia internacional (Convenio Ramsar) le ha salvado de desaparecer por completo, ya que solo se mantiene intacto, pero de manera fragmentada, el 10% de la superficie original. Numerosas entidades conservacionistas siguen lanzando la voz de alarma ante uno de los impactos más notorios: el drenaje del humedal en dirección a tierras agrícolas.

6. Manantiales kársticos del sur

Australia
Piccaninnie Ponds Karst Wetlands.

Piccaninnie Ponds Karst Wetlands, también situado en la costa meridional australiana, es igualmente un humedal de importancia internacional incluido en el Convenio Ramsar. Sin embargo, las 862 hectáreas protegidas y representativas de los sistemas kársticos, con manantiales ascendentes y otras formaciones rocosas y de turba originadas por las aguas subterráneas, se antojan claramente insuficientes para la comunidad científica. Para demostrar el efecto devastador que ocasiona la pérdida de esa capa freática y la continuidad de su afloramiento la UICN expone el caso del género de cangrejos de agua dulce Euastacus: de las cincuenta especies que sobreviven en estos ecosistemas, 17 están en peligro crítico de extinción y otros 17 en peligro.

7. Pantanos costeros de la cuenca de Sídney

Australia

Urbanización, minería del carbón, fracking, incendios, efectos del cambio climático, carreteras, excesiva regulación hídrica, invasión de especies exóticas… La propia Oficina de Medio Ambiente y Patrimonio del estado de Nueva Gales del Sur, donde se encuentra enclavada la biorregión de la cuenca de Sidney, reconoce las amenazas que acogotan a uno de los ecosistemas más singulares de esta isla. La misma entidad recuerda que en los últimos 200 años se ha perdido o degradado el 60% del rosario de humedales costeros que salpicaba y embellecía estas tierras. Aunque se traducen como pantanos, se trata de llanuras costeras de inundación sobre fondos de arenisca que sobresalen principalmente en la meseta de Hawkesbury.

8- Humedales de la cuenca Murray-Darling

Australia
Los ríos Murray y Darling (afluente del primero) forman una gigantesca cuenca hidrográfica (dos veces España) trascendental para el suministro hídrico de la zona más poblada de Australia (Adelaida, Melbourne y Sidney) y para el mantenimiento de una de las mayores cotas de biodiversidad asociadas a una gran variedad de pantanos, bosques y lagos. El problema es que el conflicto entre las necesidades humanas (incluye una extensa área agrícola) y ambientales afecta a ambas, ya que la excesiva regulación y explotación hídrica ha llevado a la eliminación de la vegetación natural y la sequía temporal de tramos del Murray (se estima que está al 18% de su capacidad), lo que aumenta el grado de salinidad, que interfiere en el abastecimiento humano.

9- Bosques de laminariales de Alaska

Estados Unidos

Observar una tupida formación de algas gigantes (laminariales) que pueden superar los 50 metros es lo más parecido a adentrarse en un bosque submarino. Las aguas costeras de Alaska cuentan con muy buenas representaciones de este ecosistema, que se encuentra entre los más productivos del planeta por su capacidad de acogida para numerosas especies (incluidos peces de explotación comercial), absorción de dióxido de carbono y freno de fuertes oleajes. Sin embargo, la sobrepesca, fenómenos meteorológicos como El Niño y la contaminación (vertido del Exxon Valdez de 1989) destruyen la cadena trófica (afecta sobre todo a las nutrias de mar) y dejan vía libre para que los erizos de mar devoren y deforesten los bosques de algas.

10- Arrecifes de coral del Caribe

Más de 116 millones de personas viven dentro de las costas que dan al mar Caribe, a los que se añaden 20 millones de turistas anuales. Un estudio del World Resources Institute junto a veinte organismos que trabajan en la región sentenció en 2005 que dos tercios de los arrecifes están directamente amenazados por actividades humanas, y estiman pérdidas económicas de 350 a 870 millones de dólares anuales por la disminución de la pesca de arrecife, el turismo de buceo y los servicios de protección de la costa, al actuar como barrera ante los efectos de temporales marinos. La presión turística, la agricultura intensiva, la sobrepesca y el cambio climático (blanqueamiento del coral) se alían para poner en peligro a este punto caliente de la biodiversidad terrestre.

Fuente: ElPais.com

viernes, 4 de septiembre de 2015

El ser humano ha cambiado de sitio 13.000 especies de plantas.

El primer mapa mundial de flora exótica muestra que Europa y América del Norte son las zonas con mayor número de vegetales alóctonos
La primera flor que coloreó el planeta floreció en lo que hoy es España

A pesar de sus raíces, las plantas también emigran. El primer mapa mundial de especies exóticas muestra que más de 13.000 variedades vegetales han emigrado a otras zonas de las que no son originales (alóctonas). Las zonas con mayor presencia de flora de fuera son América del Norte y Europa. Pero este viaje es de ida y vuelta: ambos continentes son también de los mayores exportadores. Aunque no todas las alóctonas son invasoras, el mapa ofrece una imagen global de los peligros para la flora autóctona.

Los botánicos son personas de orden, les gusta catalogar y clasificar. Una de sus normas preferidas es la llamada regla de los tres 10, planteada por el biólogo británico Mark Williamson: el 10% de las plantas importadas, ya sea de forma accidental o intencionada, acaba en un ecosistema diferente del original. La décima parte de ellas se establece y prospera. Por último, el 10% de estas últimas degeneran en plantas invasoras, alterando el nuevo medio y desplazando a las variedades autóctonas. A pesar de su elegancia, la regla no se había comprobado a escala mundial.

Para hacerlo, una cuarentena de científicos ha dado el primer paso y ha creado un mapa mundial de las especies alóctonas, aquellas que están donde no deberían estar. El trabajo, publicado en Nature, deja fuera las introducidas intencionadamente por su interés agrícola o comercial. Se centra en aquellas que han proliferado en ecosistemas diferentes del suyo hasta naturalizarse y formar parte del paisaje.
Con datos de 481 áreas continentales y 362 islas, que abarcan el 83% de la tierra de este planeta, los investigadores han encontrado 13.168 especies que han medrado al menos en otra zona diferente de la originaria. Eso significa que el 3,9% de toda la flora vascular ha colonizado otros territorios. Y la abrumadora mayoría ha sido por la acción humana. Los seres humanos, por medio la colonización, del comercio, sus viajes, sus rutas marítimas o carreteras y caminos, han roto las barreras biológicas que restringían a las plantas a su nicho original.

Entre los europeos, y en particular los españoles, existe la creencia de que Europa está invadida por especies de América del Sur, África o Asia. Esto puede ser cierto para algunas variedades introducidas en la agricultura europea, como la patata, el tomate, el maíz o el tabaco. Pero la realidad es más compleja y diferente. La zona con mayor número de alóctonas naturalizadas es América del Norte, en particular Estados Unidos, con casi 6.000 especies. La segunda es el continente europeo, con unas 4.100. Pero aquí, lo que más ha habido es un trasiego de especies dentro de las fronteras europeas y menos aportación extraeuropea.
"El hecho de que tanto América del Norte como Europa tengan tantas especies naturalizadas tiene mucho que ver con que ambos continentes son los mayores actores del comercio global. El movimiento de personas y cosas probablemente haya aumentado la introducción intencionada o accidental de especies desde una parte del mundo a otra", dice el biólogo de la Universidad de Constanza (Alemania) y principal autor del estudio, Mark van Kleunen. Pero enseguida añade un dato que complica el mapa: "Estos continentes han importado muchas especies, pero también han exportado otras muchas de sus propias especies".

En efecto, su mapa mundial de plantas alóctonas muestra que Europa es el mayor donante de especies, seguida de cerca por la Asia templada (China, Japón...). En tercer lugar vuelve a aparecer América del Norte. Charles Darwin, no sin un punto de etnocentrismo de científico del Imperio británico del siglo XIX, sostenía que las especies del hemisferio norte habían tenido una historia evolutiva mas dura y competitiva, haciéndolas más fuertes y capaces de adaptarse a otros medios. Eso explicaría, según él, su éxito invasor frente a las plantas del sur. En realidad, este estudio muestra que el principal destino de la flora norteña no es el hemisferio sur, sino las áreas del norte. El naturalista inglés olvidaba también el peso del colonialismo europeo, en este caso, colonialismo vegetal.
"Creo que los trópicos son, en términos relativos, pequeños importadores y exportadores porque las regiones templadas del hemisferio norte son grandes importadores y exportadores. Como decía antes, estas últimas han sido los mayores actores de comercio mundial y, como no, los europeos colonizaron muchas partes del mundo, llevando consigo muchas de las plantas que les eran familiares", explica van Kleunen.

Si se observa el mapa, lo primero que llama la atención es el rojo, donde se acumulan muchas plantas alóctonas. Destacan zonas de EEUU, como California o Florida, Japón, Nueva Zelanda o Inglaterra. La última puede revelar el gran peso que tuvo el colonialismo británico de la época del imperio. La colonización debió ser significativa también en Nueva Zelanda, donde se produjo una intensa llegada de colonos británicos. En el caso de California y Florida, donde abundan especies de origen español, como la Hypericum canariense, además del colonialismo, ambas zonas acogen bien especies de climas templados como de latitudes más tropicales. Para Japón, van Kleunen, aporta su carácter de isla, el intercambio intenso con China, su rol en el comercio mundial o la intensa urbanización que habría destruido los entornos originales, favoreciendo la llegada de las alóctonas.

España es Europa, así que sigue el patrón del continente. Los últimos datos sobre la flora ibérica y canaria estiman que en sus suelos hay 7.071 especies de plantas. El 12% son alóctonas, pero los porcentajes varían mucho: del 20,7% de Canarias al 10% de la península o el 9,7% en Baleares.
"La importancia de este mapa reside en que es la primera vez que se cubre el planeta entero", comenta el investigador del CSIC en el Real Jardín Botánico y uno de los 41 científicos que han participado en su elaboración, Francisco Cabezas. Aunque no es una sorpresa para él, el segundo dato más revelador es el principal agente causal de este mapa: "el factor humano ha moldeado el panorama de las plantas en la naturaleza", dice.

La aportación de Cabezas al estudio no se ha centrado en la situación española, de la que ya había suficiente información, sino hacer una imagen de la flora africana, en particular la de Guinea Ecuatorial, en la que lleva trabajando varios años dentro del proyecto del mismo nombre. La importancia de esta pequeña zona de África es, además de su propia condición, que se trata de un microcosmos donde estudiar toda la flora del Golfo de Guinea y el centro de África.
"Los ecosistemas tropicales no tienen tanta disponibilidad de nichos como los del hemisferio norte. El engranaje está tan bien desarrollado que es muy difícil que llegue una especie de fuera y encuentre su hueco", explica Cabezas. Eso confirma la menor aportación de los trópicos al intercambio de plantas. Sin embargo, la pequeña excolonia española también sirve para mostrar los riesgos de la acción humana. Como dice este investigador, "el desarrollo brutal de infraestructuras como las carreteras están creando espacios, huecos, para las especies alóctonas".

Habrá quien piense que un 3,9% de especies exóticas no es para preocuparse. Que de las casi 340.000 variedades de plantas vasculares que hay en el planeta solo 13.168 hayan emigrado empujadas por el hombre, es una nimiedad. Pero eso son los valores absolutos. Hay territorios como Nueva Zelanda donde hay tantas especies locales como de fuera. Además, como dice el ecólogo de la Universidad de California Davis, Marcel Rejmánek, no relacionado con el estudio, la globalización, el cambio climático o el incremento del movimiento de personas y mercancías harán que "inevitablemente este número crezca y, a menos que se tomen medidas drásticas, no hay motivos para esperar un tope al número total de especies naturalizadas en el futuro".

Fuente: ElPais.es