viernes, 24 de abril de 2015

Las dos Américas se unieron millones de años antes de lo que se creía.

Sedimentos hallados en los Andes llegaron de Panamá arrastrados por antiguos ríos hace unos 13 millones de años, según un estudio en 'Science'
La nueva datación podría afectar a mucho de lo que se sabe de la historia del planeta
2.000 años de historia de Sudamérica escritos en el hielo.

Las dos Américas se convirtieron en una mucho antes de lo que se creía. La unión por lo que hoy es Panamá se produjo hace unos 13 millones de años y no 3,5 millones como daba por hecho la comunidad científica. Una investigación de geólogos colombianos ha datado rocas encontradas en los Andes en esa fecha que, aseguran, solo pueden proceder del istmo ya emergido. De confirmarse este retraso, los libros de ciencia tendrán que reescribir lo que se sabe sobre la primera glaciación de la era actual o la gran emigración de especies que se produjo entre ambas Américas.

La teoría más aceptada sobre la fecha en que los dos continentes americanos se unieron sostiene que un proceso iniciado unos 20 millones de años atrás se completó hace unos 3,5 millones. El juego de tronos entre la placa del Caribe, la Sudamericana y la Norteamericana fue salpicando el mar que separaba ambas Américas de un mosaico de islas. La partida culminó con la emergencia de una lengua de tierra que separó para siempre las aguas del Pacífico y el Atlántico.

La unión americana explica muchas cosas que pasaron desde entonces. Como atestigua el registro fósil, es desde esa fecha cuando se produce lo que llaman el Gran Intercambio Americano: muchas especies de vertebrados migraron de un continente a otro. Varias investigaciones muestran, además, que a partir de entonces, las especies y sedimentos marinos de los actuales Pacífico y Caribe empiezan a diferenciarse. Hay quienes, incluso, señalan que la actual era de glaciaciones se inicia al separar los mares. La emergencia del istmo habría intensificado la circulación oceánica en el Atlántico y el Pacífico que, en un complejo proceso, hace que los hielos se expandan o retiren del hemisferio norte de forma periódica. La última de esas retiradas permitió la expansión del hombre moderno.
"Es una hipótesis muy elegante pero si el cierre se produjo mucho antes, debería ser revisada", dice el profesor de la Universidad de los Andes (Colombia), Camilo Montes. Este paleogeógrafo, junto a investigadores de otras universidades colombianas, ha encontrado pruebas que les permiten retrasar el cierre unos 10 millones de años más atrás, a la época geológica conocida como Mioceno Medio. "Sabemos que va a haber mucho debate y que nos van a dar palos por muchos lados", reconoce un Montes que, sin embargo, cree en la fortaleza de su hallazgo.

Estos geólogos colombianos aprovecharon las obras de ampliación del Canal de Panamá para buscar en los estratos más antiguos una piedra, el circón. Este mineral metálico tiene dos particularidades. Por un lado, es muy resistente a la meteorización, así que su erosión es muy lenta. Además, se presenta con pequeñas cantidades de uranio. El proceso por el que uranio decae (de un isótopo radiactivo a otro) hasta convertirse en uno estable de plomo es conocido y es una de las bases de la geocronología.
Tal y como muestran en la revista Science, desde el canal fueron yendo cada vez más al sur, realizando perforaciones y catas hasta llegar al flanco occidental de la Cordillera Central colombiana, donde acaban los Andes. Encontraron muestras de circón que no podían ser originarias de esa zona y "en capas de hace unos 15 millones de años y no en las de 3,5 millones de años", comenta Montes. "Lo más probable, casi seguro, es que procedan de Panamá", añade.

De hecho, tras someter las distintas muestras a su desintegración por láser y su análisis por un espectrómetro de masas, la relación de isótopos de uranio y plomo entre las obtenidas en Panamá y las colombianas concluye que el circón de ambas tiene el mismo origen. Para los investigadores, este mineral llegó hasta Colombia arrastrado por antiguos ríos en un largo proceso de erosión. Y claro, para que haya un río antes debe de haber una tierra por el que discurra y esa tierra no puede ser otra que el istmo de Panamá.

La gran migración animal
De confirmarse este retraso de al menos 10 millones de años en la unión de las dos Américas, la nueva fecha cuestiona mucho de lo que la ciencia daba por cierto hasta ahora. La hipótesis elegante de los 3,5 millones de años y su conexión con la gran migración de especies entre ambos continentes se debilita. También lo hace su relación con el cambio climático que trajo las glaciaciones por el cierre del istmo. Si se produjo mucho antes, ¿porqué los animales esperaron millones de años a atravesar Panamá?

"La respuesta es muy sencilla, el cierre del canal marítimo no jugó ningún papel en el cambio climático", asegura el profesor de geología de la Universidad de Colorado en Boulder (EE UU), Peter Molnar. Aunque hubo especies de vertebrados como camélidos, parientes de los pecaríes o grandes felinos que fueron del norte al sur y antecesores del perezoso e incluso plantas que emigraron al norte antes de los 3,5 millones de años, la gran migración se produjo después de esa fecha.
Para Molnar, la unión de las dos Américas fue un requisito necesario pero no suficiente. En realidad, pudo ser el frío de la glaciación que se inició en aquel tiempo lo que produjo la estampida. "El Gran Intercambio Americano es enteramente consecuencia del cambio climático. Durante las edades de hielo, los trópicos se enfrían y secan. Los animales que cruzaron vivían en sabanas. Ellos debían cruzar lo que hoy es Panamá. Cruzaron porque el clima había cambiado la vegetación y la barrera climática cambió por completo", explica. Y el ciclo de glaciaciones del Cuaternario (periodo actual) coincide con la explosión de registros fósiles, no con el cierre del canal marítimo.

De una tacada, Montes y sus colegas desmontan tres de las bases de la historia geológica. Sin embargo, los defensores de la teoría original se muestran muy escépticos con sus conclusiones. Uno de guardianes de la fecha de los 3,5 millones de años es el estadounidense Anthony Coates, investigador del Instituto Smithsonian de Investigación Tropical. Coates ha dedicado buena parte de su vida a investigar la unión entre los continentes americanos y no le convencen los argumentos de Montes.

"Incluso aunque el circón se transfiriera como ellos dicen, y hay serias dudas sobre la historia de que proceda de un protopanamá, se trata de una región relativamente pequeña de Colombia y esto no descarta que el resto de cientos de kilómetros del istmo tuviera vías marinas como sucede en el arco indonesio actual, que nosotros creemos que es una buena comparación con la América Central de hace 10 o 15 millones de años", dice Coates en un correo. Es decir, sin negar que pudiera haber ya entonces alguna conexión, sería más en forma de archipiélago que de una gran lengua de tierra.

Montes replica que las muestras del occidente colombiano que han analizado proceden de varias zonas del arco panameño: "la única forma de explicar esto es tener un rio troncal que conectara una buena parte del istmo".

Fuente: ElPais.com

jueves, 23 de abril de 2015

Un estudio vincula el 'fracking' a 30 terremotos en Texas en 2014.

A finales del año 2013 y principios de 2014, cerca de 30 terremotos sacudieron las inmediaciones de la ciudad de Azle, en Texas (EEUU), donde nunca habían tenido relación alguna con los temblores de tierra. Los vecinos y algunos expertos se apresuraron a vincular aquellos movimientos con una técnica de inyección en el subsuelo del agua de desecho que genera la extracción de gas mediante el llamado 'fracking'. En aquel momento, la indignación ciudadana se manifestó durante días reclamando a la administración y a los reguladores que frenase las actividades industriales hasta que la ciencia se pronunciase al respecto. Y ahora lo ha hecho en una investigación recién publicada en la revista 'Nature Communications'.

Un equipo de geólogos y sismólogos de la Universidad Southern Methodist de Dallas (Texas, EEUU) y del Servicio Geológico de EEUU (USGS, por sus siglas en inglés) demuestra en el trabajo que la inyección de grandes volúmenes de estas aguas residuales combinada con la extracción de salmuera del subsuelo en los pozos de gas agotados son la causa más probable de los 27 terremotos que sintió la población de Azle entre diciembre de 2013 y la primavera de 2014. Los temblores no superaron los 3,7 de magnitud máxima, la misma que tuvo el reciente movimiento de Urda en Toledo y que no causó daños.

En la zona afectada hay identificadas dos fallas geológicas que podrían ser responsables de los temblores. Los científicos desarrollaron un complejo modelo en 3D para saber si el cambio de presiones producido por la inyección de fluidos podría ser la causa de los terremotos en una zona donde había dos pozos de inyección de aguas de desecho y más de 70 de 'fracking', una forma de extraer gas natural para la que hay que perforar y romper estratos rocosos de pizarra a gran profundidad en el subsuelo inyectando agua a presión mezclada con arena y sustancias químicas.

"El modelo indica que en una de las fallas se genera una diferencia de presiones", explica Matthew Hornbach, autor principal del estudio. "Cuando simulamos el funcionamiento del pozo durante 10 años con un amplio rango de parámetros, el modelo predice cambios suficientemente grandes como para desencadenar terremotos en fallas que ya tenían presiones", asegura.

En Estados Unidos, las aguas contaminadas que se generan durante el proceso de extracción de petróleo y gas se suelen inyectar en el espacio subterráneo dejado por los hidrocarburos. Los científicos demostraron ya en 2013 que esta técnica puede afectar a las tensiones geológicas de zonas en las que hay presencia de fallas. Por ejemplo, un estudio publicado en 2014 en 'Science', revelaba que cuatro pozos de inyección situados en Jones, Oklahoma (EEUU) afectaron hasta a 35 kilómetros y fueron capaces de provocar hasta el 20% de los terremotos de todo el centro de EEUU. De hecho, Oklahoma llegó a superar a California -el estado que suele ostentar el récord- en número de terremotos al año, no en intensidad. Y lo mismo sucedió con la cadena de terremotos que se produjeron en marzo de 2014 en Poland Township, Ohio (EEUU), que fueron provocados por las actividades de fracking (o extracción de hidrocarburos mediante fracturación hidráulica) en la zona, según una investigación.

En cualquier caso, la reinyección no se va a utilizar ni ahora ni en el futuro en los proyectos de exploración de gas no convencional en España, según un portavoz de Shale Gas España, la patronal de las empresas de explotación gasista mediante esta técnica. «En España, el agua de retorno que se recupere tras el proceso de estimulación hidráulica se almacenará en tanques certificados y sellados para su tratamiento o reciclaje», explica.

Fuente: ElMundo.es

sábado, 18 de abril de 2015

El muro andino de los lamentos.


No todas las migraciones intrasudamericanas son laborales ni las autoridades migratorias ejemplares

Decenas de miles de personas huyendo del crimen organizado y el pandillaje desde los países del Triángulo Norte de Centroamérica (Honduras, El Salvador y Guatemala) y, a la vez, una inmensa migración laboral entre países sudamericanos. En el primer caso, tensiones y exclusión; en el segundo, políticas migratorias esencialmente orientadas a la regularización —dentro de un contexto de gran vitalidad económica— y no a la persecución o la expulsión. Ya me he referido a estas dos caras de las migraciones en la Latinoamérica actual.

Hay, sin embargo, zonas grises que encierran sus propios dramas en las que afloran viejos males de xenofobia, racismo y exclusión en Sudamérica. No todas las migraciones intrasudamericanas son laborales ni las autoridades migratorias o policiales ejemplares. Así, haitianos que pasan por Perú para buscar refugio en Brasil padecen de la corrupción policial para poder seguir su recorrido. Más al sur, un estupendo reportaje publicado hace dos semanas por el diario colombiano El Espectador describía la conducta xenófoba y racista de autoridades migratorias en Chile contra colombianos que huyen de la violencia, en especial del puerto de Buenaventura, ruta del 60% del comercio exterior colombiano.
Salen miles de personas de Buenaventura buscando seguridad pues allí se ha impuesto el miedo y "la extorsión se ha convertido en ley". Algunos se desplazan a otras ciudades colombianas y otros se suman a los más de 60.000 refugiados que ya viven en Ecuador. Los menos, emprenden un largo viaje de más de 2.800 kilómetros por tierra hasta Chile y sus puestos fronterizos de Chacalluta (con Perú) o Colchane (con Bolivia) para tratar de llegar a Antofagasta, ciudad que era boliviana antes de la Guerra del Pacífico (1879-1883). En ese entonces destino de migrantes chilenos, luego, de europeos.

En la última década, más de 10.000 colombianos se han asentado allí, no sin sufrir xenofobia por parte de autoridades fronterizas. Según ese reportaje, es sistemático el rechazo a los colombianos por las autoridades migratorias chilenas en Chacalluta. El año pasado, la mitad de los extranjeros a los que se les negó el ingreso en ese punto fronterizo eran colombianos. La entidad chilena oficial de derechos humanos —el Instituto Nacional de Derechos Humanos— afirma que eso ocurre por "situaciones de xenofobia que se presentan por parte de algunos agentes del Estado". A ello se podría añadir el hecho —no desdeñable— de que el marco legal vigente para efectos migratorios sigue siendo la Ley de Extranjería (1975) dictada por Pinochet.

El rebote a Perú desde Chacalluta, así, es un fenómeno diario. Los que aún no logran pasar a Chile o son rebotados se agrupan en una pequeña plaza de la ciudad fronteriza peruana de Tacna a la que llaman el Muro de los lamentos, en donde deambulan sin muchas opciones sobre qué hacer. Allí se condensa el drama de miles de familias.

Los países de América Latina y el Caribe no pueden permitir ni permitirse comportamientos xenófobos o racistas frente a los migrantes ni llevarlos a muros de los lamentos. La tradición del asilo tiene en la región su principal punto histórico de referencia en el mundo. Y fue también en la región en que se adoptó, hace 30 años, la definición ampliada de refugiado para incluir allí a quienes huyen de situaciones de violencia generalizada y no sólo a los perseguidos políticos.

Se acaban de reafirmar y desarrollar estos principios fundamentales en la reunión ministerial en Brasilia esta misma semana (2 y 3 de diciembre) en decisión unánime de todos los países de la región convocada por ACNUR, la oficina de Naciones Unidas para los refugiados. No debería quedar espacio para la xenofobia, el racismo, la exclusión o la corrupción en las fronteras frente a quienes huyen de la violencia. El Plan de Acción de Brasilia, al que se ha llegado luego de un largo proceso de consultas, convoca, por el contrario, a la inclusión, la tolerancia y la plena vigencia del derecho internacional de los refugiados. Eso es lo que debe prevalecer.


Fuente: ElPais.com
imagen: migrantelatino.com

viernes, 17 de abril de 2015

Sin la selva amazónica, se acabó la lluvia en Buenos Aires.

La Amazonía es uno de los factores fundamentales que regula el clima de la región y está gravemente amenazada por actividades humanas.

Si le contaran a un porteño que ya no llueve tanto en Buenos Aires por la deforestación en la Amazonía, diría que tal afirmación es una locura. Se sorprendería al enterarse de que el 19% de la lluvia que cae anualmente en la cuenca de la Plata, tiene su origen en la humedad que genera la selva amazónica y la expulsa hacia el sur. La situación es tan increíble como alarmante: la Amazonía es uno de los factores fundamentales que regula el clima de la región y está gravemente amenazada por actividades humanas.
Imaginarse 50 millones de años es casi imposible. Es pensar que se repite 1.000 veces la historia de la humanidad en el planeta. Ese fue el tiempo que tardó la Amazonía en formarse. Sin embargo, en tan solo medio siglo se deforestó casi el 20% (probablemente mucho más de un millón de kilómetros cuadrados de selva, afectando también ríos y otros ecosistemas).

Esta cifra es devastadora. Para que sea más sencillo visualizarla, piensen que solo en Brasil talaron 2.000 árboles por minuto durante 40 años. O gráficamente, como lo explicaría el científico Antonio Donato Nobre, que ese terreno deforestado equivale a una carretera de 2 kilómetros de ancho construida desde la tierra hasta la luna. Pero esto también puede ser difícil de dimensionar. El problema de la inmensidad de la Amazonía es que creemos que es inagotable. Y no lo es. Infelizmente.
La selva amazónica con sus ríos y diversidad, es tan grande que si juntáramos los 28 países que hacen parte de la Unión Europea solo abarcarían el 64% del territorio amazónico que es de 6,7 millones de kilómetros cuadrados. Ese conjunto de ecosistemas mega diverso, dominado por bosques, recorre 9 países y en él viven más de 33 millones de personas. Están presentes unas 350 comunidades indígenas, de las cuales cerca de 60 viven en aislamiento voluntario, buscando huir de las amenazas hace siglos.

La Amazonía alberga probablemente más del 10% de la biodiversidad conocida por el hombre y libera al mar casi el 15% de la producción de agua dulce del planeta. Es la fuente principal de la seguridad hídrica, alimentaria y energética y de la salud de Latinoamérica.

A pesar de esta riqueza, enfrenta grandes presiones: carreteras, ganadería, especulación inmobiliaria y ocupación ilegal, presas para hidroelectricidad, cultivos de soja, de palma, minería, explotación petrolera, tráfico de madera y contaminación, solo por nombrar algunas. Y para rematar: cambio climático, el mayor desafío ambiental de nuestra historia que intensifica las consecuencias de las demás presiones.

Para el beneficio mundial, conservar el Amazonas puede ser un as bajo la manga para reducir el calentamiento de la Tierra y más aún, para enfrentar los impactos en América del Sur. Es la región natural ideal para evitar o reducir emisiones de carbono más rápidamente y con más beneficios para el mundo, y para hacer que los cambios climáticos extremos sean más fáciles de soportar, sobretodo en Sudamérica. Gracias a su tamaño, su estructura ecológica y su ubicación geográfica entre el ecuador, la cordillera de los Andes y el océano Atlántico, cumple una función reguladora del clima. Es una fábrica de producción hídrica: bombea unos 20.000 millones de toneladas de agua al día, la mejor receta para enfrentar la sequía.
Pero si la selva se sigue degradando y la seguimos deforestando, aumentarán las emisiones (al talar un árbol se libera el carbono que capturó durante su vida) y no habrá como hacerle contrapeso a las sequías y otros eventos climáticos más intensos que se pronostican con el calentamiento global.

La combinación será devastadora y las consecuencias no solo las enfrentaran los países amazónicos sino toda la región. No solo se debe tener en cuenta cuánto se deforesta anualmente sino la deforestación agregada a lo largo de los años y los lugares en los que la selva está tan degradada que ya no cumple con sus funciones naturales. Como la Amazonía funciona como una región ecológicamente integrada, entre bosques, ríos y atmosfera, su degradación puede degenerar los procesos ecológicos y ella puede, no solo dejar de ser beneficiosa al clima continental y global, sino empezar a ser un problema. No lloverá como antaño la cuenca de la Plata.

Pero estamos a tiempo de poner el freno de mano y cambiar de rumbo. Podemos construir un modelo de desarrollo que entienda a la conservación como una oportunidad y no como un obstáculo. Necesitamos que los países entiendan que las selvas y los ríos amazónicos tienen una relación directa con la seguridad climática.

Durante estas dos semanas el viento puede estar a favor del complejo de selvas y ríos más importante del mundo. O mejor dicho, a favor de la humanidad, que depende de ella, de sus servicios, de sus beneficios. Este año se celebra por primera vez la Cumbre de Cambio Climático de las Naciones Unidas en un país amazónico. Y aunque las negociaciones del clima siguen su rumbo independientemente de donde se lleven a cabo, sí es el momento ideal para posicionar la agenda amazónica en las negociaciones del clima. Es el momento para que los nueve países que comparten este ecosistema demuestren liderazgo e integración.
Perú, anfitrión de la cumbre, se comprometió a cero deforestación para el 2021. Colombia se comprometió a cero deforestación neta en la Amazonia para 2020. Brasil, se comprometió en reducir su tasa de deforestación en un 80% y va en buen camino. Guyana tiene el objetivo de mantener su desforestación en nivel muy bajo. Hay importantes programas en Bolivia, Ecuador y otros.

Son compromisos importantes de conservación y protección de las comunidades locales que viven en la Amazonía con y de su diversidad cultural y su manantial de conocimientos. Pero también son compromisos con implicaciones climáticas importantes ya que, según el IPCC, el panel de científicos que asesora a la ONU, 24% de las emisiones globales vienen del sector forestal, agrícola y otros usos del suelo. La mitad de este porcentaje se debe a la deforestación y la degradación de los bosques.

Pero aún hay muchas tuercas por ajustar. Empezando por los 25 frentes de deforestación que existen en la actualidad en la Amazonía, distribuidos en varios países. A pesar de que el mundo ha visto el esfuerzo enorme de los países latinoamericanos para reducir la deforestación de la Amazonía y en consecuencia las emisiones del sector forestal, la tala del bosque amazónico sigue siendo enorme.
Para sobrepasar esa situación se necesita fortalecer la gobernanza pan-amazónica, respetar los derechos de sus pueblos y comunidades, y articular y fortalecer las políticas de los nueve países que atraviesan sus selvas y ríos. Es vital contar con compromisos más ambiciosos (como la cero desforestación neta en 2020 para toda la Amazonía) y más fuertes (con decisiones centrales e integradas de cada uno los gobiernos) de los países amazónicos. Finalmente, se necesita el reconocimiento y apoyo financiero de otros países y del sector privado.

No solo se trata de salvar el planeta o a las 427 especies de mamíferos, 1.300 de aves, 378 de reptiles, 400 de anfibios y 3.000 de peces que habitan en la Amazonía. También se trata de garantizar la seguridad hídrica, energética, alimentaria, de salud y sobre todo, climática. Es un tema económico y de calidad de vida de nuestras sociedades.

Necesitamos de los bosques: usted y yo. Pero también el petrolero, el estudiante, la madre, el minero, el empresario, el carpintero, el médico y el panadero. Todos. Entonces ¿por qué seguimos conduciendo un planeta con los ojos vendados?

Hoy miles de funcionarios de casi 200 países negocian un nuevo acuerdo para ponerle el freno al cambio climático y para lograrlo necesitan voluntad política. Para conservar la Amazonía, se necesita lo mismo. En sus manos está la lluvia en Buenos Aires. Y la salud del continente y del mundo.

Fuente: ElPais.com