lunes, 12 de junio de 2017

Los océanos acumulan siete millones de toneladas de basura marina al año.

El Mediterráneo adquiere lentamente las proporciones de residuos de los grandes vertederos del Pacífico

Alrededor de 45.000 objetos se agolpan en cada milla oceánica cuadrada, según los datos medios que ofrece la Unesco, la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura. Son restos de basura marina, oleajes de residuos que no solo proliferan en la superficie, sino que también florecen bajo ella; y que incluso germinan dentro de sus propios habitantes. En los últimos 40 años, la cantidad de basura marina en la capa superficial de los océanos ha aumentado más de un 100%. Hoy se celebra el Día Mundial de los Océanos, pero la visión del panorama global marítimo genera una pregunta: ¿qué hay que celebrar exactamente?


Hoy, la Asociación Ambiente Europeo (AAE) celebró su conferencia Voces por una Mar Sana, coincidiendo con la conmemoración de esta fecha. El director de la AAE, Daniel Rolleri, defendió en su intervención que "el mundo sigue sin encontrar el equilibrio entre la producción de recursos y la conservación del medioambiente". "Arrojamos ocho millones de objetos diarios al océano, que, en conjunto, alcanzan un peso total de siete millones de toneladas de basura anuales", resaltó.
"Pero el impacto no termina en el mar", detalló Rolleri, "sino que empieza a alcanzar ámbitos como la economía, o la salud personal". "El zooplancton, la base de la cadena trófica marítima, se come las microfibras de plástico que expulsamos. Y a su vez, los peces se comen al zooplancton. Uno de cada seis peces comerciales de las costas españolas tiene plástico en su sistema. Y aunque la situación ha mejorado, tanto que ahora la sociedad nos presta atención, este es un fenómeno sumamente complejo", añadió.

"España es el quinto productor de plásticos europeo, y la Unión Europea es el segundo productor de plásticos mundial. Eso implica que nuestro país tiene una posición de responsabilidad", explicó Elvira Jiménez, bióloga marina de Greenpeace. "Pero a nivel nacional, consumimos 50 millones de objetos plásticos en un día (latas, bricks), pero  reciclamos 20 millones. Se recicla el 30% de los plásticos de un solo uso, el 50% que se pierde. Y esto son datos que no tienen en cuenta toda la basura que se arroja; solo la que queda registrada", afirmó.

Y, volviendo al Mediterráneo, la situación no mejora. "El Mediterráneo es un mar cerrado," relató Jiménez, "que solo se comunica con el Atlántico por el estrecho de Gibraltar, lo que ralentiza la velocidad de sus corrientes de agua". "Y la densidad urbana de sus ciudades costeras, junto al uso de las rutas marítimas, provoca que la basura que arrojamos se acumule muy rápido", detalló esta experta, "tanto que ya alcanza la densidad por metro de los grandes vertederos de basura marina, como los que existen en el Pacífico".

Rolleri y Jiménez comparten la misma opinión: el foco no debe centrarse en nuevas medidas y métodos de reciclaje, sino en reducir la producción de plásticos no biodegradables, o en no utilizarlos."Se trata de disminuir el uso de los plásticos, no de centrarnos en reciclar. El reciclaje no va a salvarnos de nuestros propios errores", concluye Jiménez. Rolleri, por su parte, finaliza con un mensaje positivo: "Los consumidores podemos informarnos y rebelarnos contra este tipo de producción y de consumo a través del cambio a pequeña escala, nos podemos convertir en un agente del cambio".

Fuente: ElPais.com

El planeta está perdiendo su biodiversidad más rápido de lo que creía.

Diversos estudios advierten de que se debería elevar el rango de amenaza de extinción, calculado en entre 150 y 200 especies de animales al día

“Esta actualización de la Lista Roja muestra que la magnitud de la crisis global de extinción podría ser todavía mayor de lo que pensábamos”. A finales de 2016, durante la presentación de la última actualización de la lista que cataloga las especies de fauna y flora amenazadas por parte de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), su directora general, Inger Andersen, lanzaba esa advertencia que esta primavera dos estudios científicos se han encargado de corroborar: perdemos biodiversidad a un ritmo mayor del estimado hasta ahora.


A principios de abril, el Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF) daba a conocer un estudio publicado en la revista Nature, con participación de investigadores de este centro, en el que se advertía que “se podría estar subestimando la cantidad de especies que la civilización moderna ha extinguido”. Además, esta limitación influye de manera negativa en las políticas y objetivos de conservación, ya que “partimos de informaciones inevitablemente incompletas“, sostiene Nicolas Titeux, investigador del Centro Tecnológico Forestal de Cataluña (CTFC) y firmante también el estudio.
Más recientemente, Biological Conservation publicaba otro trabajo, liderado por investigadores de la Universidad de Columbia (Estados Unidos), donde se ponían cifras a esa subestimación a raíz de un trabajo realizado en la cadena montañosa de los Ghats Occidentales, en la India, con aves presentes en la Lista Roja de la UICN. Su conclusión principal es que para al menos diez de las dieciocho especies estudiadas, la UICN debería elevar el rango de amenaza por deficiencias en el cálculo del hábitat de distribución.

Esta investigación llueve sobre mojado, ya que en noviembre de 2016 la revista Science reflejaba otro trabajo más amplio con 586 especies de aves forestales endémicas y amenazadas de seis puntos calientes de la biodiversidad mundial: bosque atlántico de Brasil, Centroamérica, Andes Occidentales de Colombia, Madagascar, Sumatra y el Sureste Asiático. En este caso, tras el análisis de datos con teledetección remota, aparte de recomendar a la UICN elevar la categoría de amenaza a especies ya incluidas en la Lista Roja, propone incluir a 189 que ni siquiera aparecen.

La investigación en la que participan miembros del CREAF y el CTFC resalta que los estudios sobre el impacto humano y la pérdida de biodiversidad que guían las políticas de conservación son muy recientes, a pesar de que hace siglos que comenzamos a ejercer una gran presión sobre la fauna y la flora. “El crecimiento de la población, la emisión de gases de efecto invernadero, la contaminación o la fertilización excesiva tienen su origen mucho antes del auge en el seguimiento y monitorización de la biodiversidad”, explican.
En este caso se propone ampliar este conocimiento acudiendo a las colecciones de museos de ciencias naturales, la paleobiología o los sedimentos del fondo de los lagos donde aparecen restos antiguos de polen, semillas y microorganismos. “La ecología histórica (estudio de las interacciones humanas con el medioambiente a lo largo del tiempo) nos ha permitido comprobar que la anguila ha perdido en España más del 96 por ciento de su área de distribución por la alteración continúa de los cauces, especialmente para construir presas”, pone como ejemplo Lluís Brotons, investigador del CSIC en el CREAF y el CTFC y uno de los autores del trabajo publicado en Nature.

En 2014, en unas jornadas sobre colecciones y documentación del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN/CSIC) se incidió en la relevancia de esas colecciones como “herramienta insustituible para documentar la biodiversidad”. Y se expuso como ejemplo lo erróneo de establecer la distribución original de algunas especies de coleópteros basándose únicamente en las citas extraídas de la literatura científica: “Cuando no se consultan los datos de la colección del MNCN se pierden hasta el 50 por ciento de las localidades en las que están o estuvieron presentes dichas especies”.
Theo Oberhuber, coordinador del área de conservación de la naturaleza de Ecologistas en Acción, subraya también otras lagunas: “Hay ciertas especies y grupos de especies, sobre todo aves y mamíferos, que por resultar más fácil su seguimiento o, por qué no, venderse mejor su investigación, están más estudiados que la flora o la fauna que pasa más desapercibida, pero que sufre un mayor impacto que, a su vez, perjudica a esas especies mayores”. Y pone otro ejemplo de retraso: “Han pasado más de 30 años desde que se advirtieron los primeros riesgos del cambio climático, pero es ahora cuando se estudia su impacto sobre la biodiversidad, probablemente cuando hay especies que no se han podido adaptar al mismo”.

Tanto Oberhuber y Brotons valoran positivamente el uso de la ciencia ciudadana, herramienta que exponen como recurso a añadir los estudios que cuestionan los datos de la lista roja de la UICN. Según Brotons, “existen vacíos muy importantes en la investigación de invertebrados, y la ciencia ciudadana ayuda a ofrecer visiones más generales sobre la pérdida de algunos de ellos que nos permiten apreciar cambios, los factores que los desencadenan y quién está detrás de ellos”.

Tanto la UICN como Craig Hilton-Taylor, jefe de la Unidad de la Lista Roja de este organismo, han salido al paso de las críticas a sus métodos de catalogación de amenaza, defendiendo que también disponen de información procedente tanto de la teledetección remota más avanzada como de la ciencia ciudadana. “Las evaluaciones de aves de la Lista Roja ya usan datos procedentes de eBird, BirdTrack o Xeno-Canto para mapear las distribuciones de especies con la mayor precisión posible, y seguiremos aprovechando esa riqueza de datos”. Pero siempre como complemento de la investigación científica, aclaran tanto Hilton-Taylor, como Oberhuber y Brotons.

LA UICN DEFIENDE LA VALIDEZ DE SUS CRITERIOS DE EVALUACIÓN
“La forma en que evaluamos la amenaza de extinción evoluciona a medida que surgen nuevas técnicas, dando datos cada vez más precisos. Pero a medida que la Lista Roja cambia, es crucial respetar el riguroso proceso de evaluación, desarrollado a lo largo de medio siglo y que la convierte en un barómetro e confianza y coherente sobre la vida en la Tierra”.

Craig Hilton-Taylor, jefe de la Unidad de la Lista Roja de la UICN, defiende así el trabajo de este catálogo de referencia mundial ante los estudios científicos que subrayan especialmente la sobrestima que se hace del territorio que ocupan algunas especies y que condiciona su aparición como más o menos amenazadas, o incluso no amenazada.

Para Hilton-Taylor el error de los trabajos referidos reside en confundir la “extensión de ocurrencia”, lugar más amplio donde podría desarrollarse la especie, con el “área de ocupación”, que es donde efectivamente aparece. “Si se toma como referencia la extensión de ocurrencia, en contra de los criterios de la Lista Roja, inevitablemente, pero también incorrectamente, el riesgo de extinción aumenta”, apostilla el representante de la UICN.

Fuente: ElPais.com

domingo, 28 de mayo de 2017

¿Por qué aún no podemos anticipar los terremotos?

El conocimiento es muy limitado, y los modelos no son lo suficientemente precisos como para poder dar predicciones con la suficiente anticipación.
En los últimos 200 años se han registrado en Chile 97 terremotos con magnitud mayor a siete grados, y 18 con magnitud mayor a ocho grados. Algunos de ellos están entre los diez más grandes en la historia de la humanidad. Hace hoy justo 57 años tuvo lugar el mayor de todos. El 22 de mayo de 1960 un terremoto de magnitud 9,5 y una duración de unos diez minutos hizo temblar a todo el país, con su epicentro cerca de la ciudad de Valdivia, al sur de Chile, a unos 850 kilómetros de Santiago. Antes se produjeron una sucesión de sacudidas en esa zona, de entre siete y ocho grados de magnitud. Siguió un maremoto con olas de más de 20 metros de altura y con réplicas durante días, que generó nuevas islas y cerros, redibujó el litoral y el trazado de los ríos, y produjo la erupción del volcán Puyehue. Todo el país estuvo pendiente de la posibilidad del desbordamiento del lago Riñihue, que se evitó tras una epopeya protagonizada por los mejores ingenieros del país. Como consecuencia de la catástrofe, el eje de la Tierra se desplazó tres centímetros. Solo el terremoto de Valdivia liberó una energía comparable a la explosión de 20.000 bombas como la de Hiroshima.
La humanidad estaba a un paso de pisar la Luna, pero no pudo vislumbrar que a tan solo 50 kilómetros de profundidad del suelo que pisábamos se había acumulado una inmensa cantidad de energía, debido el choque de la placa continental sudamericana con la placa oceánica de Nazca. Y hoy en día la ciencia sigue siendo incapaz de predecir el próximo terremoto. Lo cierto es que el estudio del planeta es muy reciente, hasta principios del siglo XX no se empezaron a explicar los terremotos como movimientos internos de la Tierra y hace poco más de 50 años que la comunidad científica asumió la tectónica de placas.

Ver dentro del planeta entraña una gran dificultad. Sucede lo mismo que al buscar un buen melón en el mercado. Tan solo podemos escuchar mediciones sobre la superficie: percibimos las ondas producidas por movimientos (naturales o artificiales) en cualquier punto del planeta; igual que al golpear suavemente un melón podemos escuchar el sonido producido (ondas) y conocer su estado. Este tipo de problema matemático se conoce como problema inverso: se pretende adquirir toda la información posible del interior mediante información que se obtiene en algunas zonas del exterior, por medio de métodos no invasivos y con información parcial, tal como los escáneres o los ecógrafos. Se estudia cómo se modifican las ondas al cambiar el medio que atraviesan; y con matemáticas se descifra la causa de esas modificaciones.

Con esta técnica se conoce a grandes rasgos como es el interior del planeta (núcleo, manto interno y externo, corteza); cuál es su composición, temperatura y densidad. Estas matemáticas son las mismas que se esconden en los TAC, las resonancias magnéticas y en los ecógrafos que nos permiten ver nuestros órganos y su actividad sin invadirlos, como ya se habló en un artículo anterior de Café y Teoremas.
Con esta información se construyen modelos matemáticos de fenómenos como la propagación de una fractura en una roca, o el desplazamiento de una onda sísmica por el interior de la Tierra. Para ello se supone que nuestro planeta es un cuerpo elástico por el cual se transmiten las ondas sísmicas. El tipo de modelo que se obtiene es complicado de resolver: involucra ecuaciones diferenciales y muchas variables (debido a la complejidad de las zonas a modelar). Sin embargo, gracias al desarrollo matemático y computacional se está logrando un avance significativo.

Aun así el conocimiento del que disponemos en la actualidad es muy limitado, y los modelos no son lo suficientemente precisos como para poder dar predicciones con la suficiente anticipación. ¿Qué podríamos hacer para saber más sobre el interior de nuestro planeta? Se podría diseñar una red de estaciones que permitiera hacer un geoTAC y una geoecografía y así detectar dónde se están acumulando fricciones sobre las capas, de manera que se pudiera alertar a la población para reducir los daños y pérdidas. Sería algo complejo y caro, pero si podemos invertir en otras muchas grandes instalaciones científicas, ¿por qué no en algo que nos afecta cada día?

Fuente: ElPais.com
RAFAEL ORIVE ILLERA / JAIME H. ORTEGA PALMA

martes, 16 de mayo de 2017

Nuevo Índice de Desarrollo Humano de la ONU: cuáles son los mejores países de la región y el mundo.

Mientras que Chile avanzó 4 puestos en el IDH 2016, la Argentina retrocedió 5.  Son los únicos dos de la región en el grupo de países con desarrollo “muy alto”, liderado por Noruega.
Latinoamérica sigue progresando en términos de desarrollo humano, aunque la región continúa lastrada por el problema de la desigualdad, según un informe de Naciones Unidas presentado hoy.

Muy lejos de los tres países con mejor desarrollo humano (Noruega, Australia y Suiza), la organización internacional destaca los "extraordinarios avances" logrados en los últimos 25 años por los países latinoamericanos y del Caribe, pero subraya que éstos "ocultan un progreso lento y desigual en el caso de ciertos grupos".

En conjunto, los Estados de la región tienen un Índice de Desarrollo Humano (IDH) de 0,751 —sobre un máximo de 1— y se sitúan por delante de otras áreas como Asia Oriental y el Pacífico, las naciones árabes, el sur de Asia o el África Subsahariana.

El IDH de Latinoamérica y el Caribe avanzó en el último año ligeramente con respecto al año anterior y se mantiene no demasiado lejos del de Europa y Asia Central, 0,756.

Dentro del continente, sin embargo, hay diferencias muy importantes entre países, según la lista por naciones que elabora el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).

Chile, en el puesto 38, y Argentina, en el 45, son los únicos países latinoamericanos con un desarrollo humano muy alto, según el PNUD.
La mayoría de los países de la región están en el siguiente escalón, el de desarrollo humano alto. Ahí aparecen Uruguay (en el puesto 54), Panamá (60), Costa Rica (66), Cuba (68), Venezuela (71), México (77), Brasil (79), Perú (87), Ecuador (89), Colombia (95) o la República Dominicana (99).

Por detrás, como países de desarrollo humano medio aparecen Paraguay (110), El Salvador (117), Bolivia (118), Nicaragua (124), Guatemala (125) y Honduras (130).

El país peor parado de la región, y el único que considerado de desarrollo humano bajo, es Haití, que se sitúa en el puesto 163 rodeado principalmente de naciones del África subsahariana y de países en conflicto como Afganistán o Yemen.

Pese a sus diferencias, los países latinoamericanos comparten de manera generalizada el problema de la desigualdad y en casi todos los casos pierden puestos en la lista del IDH ajustada por desigualdad.

Así, por ejemplo, Chile retrocede en esa clasificación 12 puestos, Argentina 6, Uruguay 7, Panamá 19, Venezuela 11, México 12 o Brasil 11.

En conjunto, el IDH de Latinoamérica y el Caribe se reduce casi un 25 % al ajustarse por desigualdad, según la el PNUD.

El informe elaborado este año por el PNUD hace especial hincapié, precisamente, en la necesidad de garantizar que el desarrollo beneficie a toda la población y que no haya grupos que queden excluidos. Por ejemplo, señala a las comunidades indígenas como una de esas partes de la sociedad cuyas condiciones de vida a menudo están muy por detrás.

Los pueblos indígenas, con más de 400 grupos en Latinoamérica, representan alrededor del 5 por ciento de la población mundial, pero el 15 por ciento de aquellos que viven en la pobreza y suelen tener niveles de educación inferiores.

Como ejemplo, el PNUD destaca que en países como México, Guatemala o Bolivia, los niños indígenas pasan de media más de tres años menos que el resto.

Mientras tanto, el informe destaca que la seguridad sigue siendo "un problema acuciante" en América Latina y el Caribe, con tasas de homicidios y de encarcelamiento muy altas en comparación con otras regiones.

Fuente: Infobae.com

sábado, 22 de abril de 2017

El fenómeno de El Niño controla los brotes de cólera en África.

Encuentran un vínculo entre el fenómeno atmosférico y la distribución de esta enfermedadEl Niño causa en el sur de África la peor hambruna desde 2005
MAR DE MIGUELMadrid@MarJungle
10/04/2017 21:05Cada año el cólera se lleva, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la vida de entre 100 y 120 mil personas en Asia, África, América Central y del Sur. La epidemia, endémica en zonas de guerra, hambruna, o condiciones sanitarias deficientes, podría reducirse de forma considerable si se tuviera en cuenta tan solo un pronóstico climático: el de El Niño.Observado desde 1892, este fenómeno atmosférico cíclico se produce cada siete o diez años y, aunque está asociado a la corriente marina de la costa del Pacífico ecuatorial, tiene un impacto notable en todo el planeta. El estudio publicado este lunes por científicos de la Universidad de Baltimore en Estados Unidos establece una relación entre sus efectos en África y la incidencia de la enfermedad del cólera en ese continente.En general, El Niño conlleva un calentamiento de las aguas oceánicas, lo que produce un cambio en la circulación atmosférica y una reducción de las lluvias. En África, en los periodos de El Niño aumentan las precipitaciones en la región oriental y disminuyen las lluvias en la meridional, occidental, y zonas del Sahel, la franja que se encuentra entre el desierto del Sahara y la sabana africana.El cólera es una enfermedad del tracto digestivo producida por la bacteria Vibrio cholerae, que infecta al hombre a través del agua o alimentos contaminados por este patógeno. Un suministro deficiente de agua, debido a sequias o condiciones salubres, contribuye a la transmisión de esta enfermedad, por lo que fenómenos como El Niño y su relación con brotes de cólera son plausibles y de hecho ya se habían demostrado para la región de Bangladesh. Sin embargo, hasta la publicación en la revista PNAS de los resultados del equipo liderado por el epidemiólogo Justin Lessler, no existía una evidencia de este vínculo en África. El uso combinado de mapas de alta resolución y de incidencia de brotes de cólera ha permitido percibir un cambio en la distribución de la infección en toda África en los años de El Niño."Los métodos utilizados aquí se pueden aplicar para entender cómo la incidencia de cualquier enfermedad se relaciona con el clima. Los resultados, sin embargo, son específicos del cólera", ha precisado el científico en declaraciones a EL MUNDO. La investigación muestra un mismo número total de casos de cólera, tanto en la época en la que se da El Niño como en la que no. Pero la distribución geográfica de los casos cambia. La enfermedad se traslada al África oriental durante los años de El Niño, aumentando en unos 50.000 casos adicionales y disminuyendo en 30.000 casos en el sur de África.Una atención eficaz durante un brote de cólera es fundamental para evitar la muerte de los afectados por esta bacteria, que de no recibir los cuidados necesarios, morirían en pocas horas. Las cifras son llamativas, pasando de un 50-60% de fallecimientos al 1% cuando los pacientes son tratados a tiempo. Un pronóstico climático adecuado asociado a El Niño, que puede darse desde 6 a 12 meses de adelanto, podría utilizarse para notificar a los países de África de cuándo es probable que vean un cambio importante en su riesgo de cólera. A este respecto Lessler ha afirmado que "Este trabajo ya se ha utilizado para ayudar a predecir qué años los países en particular son más propensos a hacer solicitudes a la reserva mundial de vacunas".Fenómenos como el de El Niño de 2015 y 2016, cuando se produjeron múltiples epidemias de cólera en África oriental, podrían ahora evitarse y salvarse muchas vidas. "Hemos presentado nuestros resultados en algunas reuniones internacionales con colaboradores africanos. Esperamos que este documento aumente la conciencia del tema", ha concluido el investigador estadounidense.

Fuente: ElMundo.es

miércoles, 22 de marzo de 2017

Argentina sumó 1663 km2 de su plataforma continental

Argentina incorporó 1.633 kilómetros cuadrados a su territorio marítimo, al obtener el aval de la Comisión de Límites de la Plataforma Continental de la ONU en un planteo que había quedado pendiente desde 2016, cuando el país logró ampliar un 35 por ciento su plataforma con el visto bueno del mismo organismo, anunció hoy la canciller Susana Malcorra.
De este modo, el país consiguió definir todo el límite de la Plataforma Continental, con excepción de los territorios de Malvinas en disputa con Gran Bretaña y la región del Tratado Antártico. El espacio marítimo que ahora quedó incorporado a la plataforma argentina se ubica entre los 39 y los 42 grados Latitud Sur, debajo del límite con Uruguay, demarcado en las aguas del Río de la Plata.
"Cuando se tiene un Norte claro que trasciende las distintas administraciones se logran estos resultados", festejó Malcorra durante una conferencia de prensa realizada en el Palacio San Martín. “Hoy celebramos que se ha definido todo el límite de la Plataforma Continental, lo cual nos da certidumbre, confirma cuál es el límite de la Argentina sobre el Océano y agrega una cantidad importante de kilómetros ya totalmente definidos a nuestro país, con toda la riqueza que subyace debajo de las aguas”, agregó.
El año pasado -cuando Argentina logró incorporar 1.700.000 metros cuadrados a su plataforma marítima, es decir que sumó un 35 por ciento más de superficie- este punto había quedado pendiente de resolución, ya que la Comisión de Límites de la Plataforma Continental le recomendó al país reducir sus pretensiones. Pero la diplomacia argentina aportó material extra para sostener que la franja de subsuelo marítimo que reclamaba era una prolongación natural de su territorio.
Para eso recurrió a expertos en Batimetría (técnica de medición de las profundidades acuáticas), Sismología, Geología, Geodesía, Geofísica y Cartografía, entre otras especialidades, que sostuvieron su postura. Para la presentación argentina colaboraron diferentes ministerios y hasta la empresa estatal YPF, que aportó técnicos y estudios respaldatorios.
"Finalmente el reclamo de Argentina fue aceptado en un 100 por ciento, es decir que el país logró incorporar 1.633 kilómetros cuadrados de plataforma marítima por arriba del planteo previo que se había efectuado en 2009. Ahora deberemos incorporar estos cambios a los mapas y cartas náuticas", explicó Frida Armas Pfirter, coordinadora de la Comisión Nacional del Límite Exterior de la Plataforma Continental (Copla).
Se trata de un territorio marítimo más allá de la zona económica exclusiva de las 200 millas marítimas. En la plataforma continental (a diferencia de la zona económica exclusiva) se permite la pesca internacional, pero el país tiene todos los derechos sobre las riquezas del suelo y del subsuelo. "Es una zona de mucho espesor de sedimentos, que posiblemente posea hidrocarburos y gas metano, pero está todo por descubrir", indicó la coordinadora de Copla.
Como indicó Malcorra, con este aval internacional la Argentina ya tiene todo el límite de su plataforma continental definido, con excepción de la zona de las islas Malvinas, en litigio con el Reino Unido, y la que abarca el Tratado Antártico, que no son materia de análisis en la ONU por encontrarse en litigio de soberanía o bajo un tratado internacional.

Fuente: Télam publicado en DiarioDeCuyo.com.ar

sábado, 11 de marzo de 2017

El gas carbónico en el aire superó los niveles máximos en 2016

miércoles, 1 de marzo de 2017

¿Qué pasaría si el magma fuese frío?


El enfriamiento externo de nuestro planeta, la progresiva desaparición de la atmósfera y, por lo tanto, de las condiciones favorables para la vida serían las principales consecuencias

Imagen de archivo del volcán Kilauea (Hawái) en plena erupción, en 2002. FOTO REUTERS | VÍDEO EPV
Los magmas terrestres se forman por la fusión parcial de rocas del manto superior y la corteza inferior debido a la actividad y al calor interno de nuestro planeta. Los magmas se almacenan en grandes cámaras magmáticas y pueden ascender por fallas y fracturas de la corteza terrestre hasta alcanzar la superficie. La expulsión del magma se produce durante las erupciones volcánicas en forma de lava, enfriándose y pasando a formar parte de las rocas de la superficie terrestre. El aspecto más importante de la actividad magmática es su conexión con la tectónica de placas, un proceso global que mantiene en constante renovación las rocas corticales de la Tierra.
La pregunta ¿qué pasaría si el magma fuese frío?, que se hacen miles de internautas, según el ránking de las búsquedas de Google, tiene dos posibles connotaciones: la primera asociada al enfriamiento de los magmas terrestres por el cese de la actividad y el calor internos y, por lo tanto, a la imposibilidad de fundir las rocas mantélicas y corticales; y la segunda, a la sustitución de la masa fundida de rocas que conocemos como magma por otra masa de condiciones plásticas similares pero con temperaturas mucho más frías.
Para explicar estos supuestos, los geólogos volvemos nuestras miradas a otros cuerpos del Sistema Solar. Para el primero, en el cual los magmas terrestres se enfrían y dejan de fluir desde el interior de la Tierra hasta la superficie, podríamos fijarnos en Marte, el cuerpo del Sistema Solar más y mejor estudiado. La importancia de Marte no solo radica en la búsqueda de formas antiguas o incluso actuales de vida debido a sus similitudes con la Tierra. Marte representa una probable imagen del futuro que le espera a la Tierra como consecuencia de un hipotético enfriamiento interno. El volcanismo en Marte fue bastante importante hace varias decenas de millones de años. Sobre la superficie marciana todavía se aprecian los restos de esa actividad magmática en forma de numerosos flujos de lava y edificios volcánicos, entre ellos, el monte Olimpo, la montaña más alta del sistema solar. La antigua actividad magmática marciana estaría probablemente asociada a una tectónica de placas similar a la de la Tierra actual. Por lo tanto, el enfriamiento de los magmas terrestres nos llevaría hacia un escenario parecido al Marte actual, con una escasa actividad interna del planeta, el cese de la actividad volcánica y tectónica e incluso la desaparición de la atmósfera y por lo tanto de la vida, o por lo menos de las condiciones teóricas para el desarrollo de la tan buscada vida marciana.
Para el segundo supuesto, en el que el actual magma caliente terrestre quedaría reemplazado por otro material más frío, podríamos fijarnos en Europa, uno de los cuatro satélites galileanos de Júpiter.Europa tiene un tamaño similar a nuestra Luna y una estructura interna similar a la Tierra. Está formada por una corteza de hielo que descansa sobre masas líquidas de agua (los hipotéticos océanos europeos) cuyo movimiento sustentaría una pequeña tectónica de placas. Producto de esa actividad tectónica se formarían las numerosas grietas y líneas de la corteza helada que confieren a Europa su aspecto externo de pelota de baloncesto. Por debajo de los océanos líquidos hay rocas silicatadas y un posible núcleo de hierro y níquel similares al manto y núcleo terrestre. Por lo tanto, Europa podría representar una imagen de la Tierra en la cual un enfriamiento interno habría dado paso a la formación de una corteza externa helada sobre los actuales océanos. El movimiento de estas masas líquidas por debajo de la corteza helada permitiría conservar una pequeña actividad tectónica en la cual las masas heladas reemplazarían a los continentes y los océanos al magma caliente.
En ambos casos, el panorama que se presenta en la Tierra como consecuencia del enfriamiento del magma o a la formación de magmas fríos no es muy halagüeño. El enfriamiento externo de nuestro planeta, la progresiva desaparición de la atmósfera y, por lo tanto, de las condiciones favorables para la vida serían las principales consecuencias. La actividad magmática y volcánica actuales indican que nuestro planeta sigue vivo, tanto en el sentido geológico del término, con renovación de la corteza y la formación de magmas, como en el sentido biológico, con una muy probable dependencia de la vida tal y como la conocemos de la actividad interna del planeta azul.
Raúl Merinero es doctor en Ciencias Geológicas y colaborador honorífico del departamento de Cristalografía y Mineralogía. Facultad de Ciencias Geológicas. Universidad Complutense de Madrid.
Fuente: El País.com