sábado, 13 de junio de 2015

Un planeta de extremos climáticos.

El año 2014 fue el más cálido de la Historia. Y 14 de los 15 años más calurosos se han registrado en el siglo XIX. El aumento de temperaturas globales, la reducción de las masas de hielo y nieve y el aumento del nivel del mar han llevado a los científicos hacia el consenso inequívoco de que el mundo se está calentando a consecuencia de la actividad humana. Pero la pregunta del millón aún no ha podido ser contestada: ¿La ola de calor de 2003 en Europa, las inundaciones de Bangladesh el año pasado o la sequía que asola California desde hace meses son consecuencia directa del calentamiento causado por el ser humano?

La ciencia del clima sólo es capaz de hablar de tendencias de aumento de temperatura y de probabilidades de que ocurran más eventos extremos, pero hasta ahora no podía explicar el grado de responsabilidad del cambio climático en un acontecimiento concreto. Una nueva investigación dirigida por el prestigioso investigador de del Instituto de Ciencias del Clima y la Atmósfera de Suiza, Reto Knutti, ha roto con esos viejos miedos y ha desarrollado un modelo capaz de evaluar hasta qué punto está aumentando el cambio climático la ocurrencia de las olas de calor y de las lluvias torrenciales. Y los resultados son sorprendentes. El 75% de los eventos de temperaturas extremas y el 18% de los grandes aguaceros son atribuibles al cambio climático, según las conclusiones del trabajo, publicado hoy en la revista 'Nature Climate Change'.

Los expertos en ciencias del clima llevan años tratando de diseñar modelos que permitan averiguar el grado de implicación del calentamiento global en eventos meteorológicos extremos, como olas de calor, sequías o tormentas. Lo que han hecho los autores del estudio es aplicar a escala global los modelos diseñados para acontecimientos concretos, como la ola de calor europea de 2003, que mató a decenas de miles de personas en el continente.

Las conclusiones y la estadística del trabajo son robustas, según los expertos, pero se sigue sin poder decir 'esta inundación se debe al cambio climático'. A lo máximo que podrán llegar los investigadores es a asegurar que el 18% de esas lluvias son consecuencia directa del calentamiento.
«Lo que han estudiado los autores es lo que conocemos como atribución, es decir, asignar una relación de causa-efecto, y eso es algo muy difícil», explica José Manuel Moreno, catedrático de la Universidad de Castilla La Mancha y vicepresidente del Grupo II del Panel Intergubernamental para el Cambio Climático de Naciones Unidas (IPCC, por sus siglas en inglés). «El símil del fumador es perfecto. No podemos decirle a nadie que haya muerto por fumar, pero sí podemos explicarle cuánto ha crecido la probabilidad de morir anticipadamente debido al tabaco», explica Moreno.

Lo que sí han elaborado los autores es un mapa del mundo con las probabilidades de ocurrencia de temperaturas y lluvias extremas en distintos puntos del planeta. «El aumento de la probabilidad de que ocurran eventos extremos en España y en el resto del sur de Europa es sustancialmente mayor que en Europa central o del norte», explica Erich Fischer, investigador del Instituto de Ciencias del Clima y Atmosféricas de Suiza y autor principal del trabajo.

En este escenario de aumento global de extremos climáticos, España no está precisamente bien situada. «Aunque nuestros resultados no se fijan en las diferencias regionales, el cambio a largo plazo es consistente con las tesis aceptadas hasta ahora de que España y el sur de Europa son 'hotspots' (zona de riesgo) que sufrirán en mayor medida los eventos extremos de altas temperaturas», dice Fischer. «Con respecto a las lluvias extremas, los cambios en el sur de Europa no están claros», reconoce.
No obstante, a escala global sí se ha evaluado lo que ocurrirá en el futuro en diferentes escenarios de aumento de temperatura. Lo más llamativo quizá es el impacto que tendrá el cambio climático sobre las lluvias torrenciales si se cumplen los objetivos marcados por los científicos y que se prevé que sean reconocidos por la comunidad internacional en la Cumbre del Clima de París en diciembre de 2015. En un mundo 2ºC más cálido, el 40% de las grandes tormentas se deberán al cambio climático.

«La idea de que en un mundo dos grados más caliente cerca de la mitad de las lluvias extremas no hubieran ocurrido si no fuera por el cambio climático causado por el ser humano debería dar que pensar a los políticos que tratan de mitigar y de adaptarse al cambio climático», plantea en un artículo que acompaña a la investigación Peter Stott, investigador del Met Office, el servicio meteorológico británico.

Fuente: ElMundo.es

En busca de predecir los terremotos.

La Tierra se retuerce a 15 kilómetros bajo la superficie de Nepal. Un cabalgamiento de placas geológicas -la piel de roca de nuestro planeta, para entendernos- donde una se desliza bajo la otra tras el choque de continentes que formó hace 55 millones de años la cordillera del Himalaya continúa sacudiendo la zona de cuando en cuando. Y normalmente los temblores no vienen solos, sino seguidos de un buen número de réplicas que en ocasiones empeoran las consecuencias de la catástrofe humana.
Los geólogos llevan siglos estudiando los mecanismos que causan los terremotos. El problema para los expertos ha sido siempre poder llegar a predecir con suficiente antelación cuándo se va a producir un gran temblor como los últimos que han azotado Nepal causando más de 8.000 muertes. Desde hace años, diversos proyectos internacionales investigan con diferentes metodologías cómo lograrlo.

Quizá el modo más prometedor es mediante la perforación del subsuelo en zonas sísmicas. El objetivo es alcanzar la falla que provoca los temblores en cada lugar para instalar sensores que puedan medir la deformación de la roca, los fluidos, la temperatura... Y poder así llegar a hacer previsiones del riesgo sísmico.

"Estamos aún lejos de llegar a predecir un terremoto en la escala temporal humana, pero en tiempos geológicos sí sabemos dónde y cuándo se van a producir grandes terremotos", asegura María José Jurado, experta en terremotos del Instituto de Ciencias de la Tierra Jaume Almera (CSIC). "Pero se podría hacer una analogía con la Meteorología, donde es muy sencillo hacer previsiones porque tenemos muchísimos observatorios vía satélite y de muchos otros tipos para saber qué tiempo hará dentro de unos días. Si nosotros tuviéramos una red de observatorios de terremotos en el subsuelo nos permitiría saber dónde y cuándo se puede producir un terremoto", dice Jurado.

Esta investigadora española ha sido líder de algunos proyectos internacionales destinados precisamente a perforar el subsuelo oceánico en la falla que produjo el terremoto de Japón del año 2011 para instalar sensores que ayuden en la predicción de seísmos en el futuro. «El objetivo del proyecto es penetrar los fondos oceánicos de las zonas en las que se producen los epicentros de los terremotos para monitorizarlos y poder estudiar su origen», asegura Jurado. «Estas investigaciones nos servirán para desarrollar un sistema de predicción de terremotos con un plazo suficiente como para poder actuar y evitar grandes daños», explica. A escala global, podríamos imaginarla como una gran Red de Observatorios de los fenómenos sísmicos. Por desgracia, en Japón aún no se han podido alcanzar los 5.000 metros de profundidad del hipocentro de aquel devastador seísmo. En la actualidad, el Chikyu, el buque de perforación científica japonés, está entre los 2.000 y los 3.000 metros.

Desgraciadamente, España se ha quedado fuera de los dos grandes consorcios internacionales, el Programa Internacional para el Descubrimiento del Océano (IODP, por sus siglas en inglés) y el Programa Internacional de Perforación Científica Continental (ICDP, en inglés), por no pagar desde 2011 las cuotas a las que se comprometió como país.

Precisamente, estos programas en los que España ya no participará ya han avanzado en este tipo de técnicas de perforación para predecir seísmos en lugares señalados como la falla de San Andrés (California), la de Nankai (Japón), entre otros. De hecho, uno de los proyectos que se están evaluando en el organismo internacional es para perforar en el Tibet, lo que podría haber ayudado ante una catástrofe natural como la que está asolando Nepal.

Fuente: ElMundo.es

El origen de las lenguas europeas.

Montículos funerarios de la Edad de Bronce Dinamarca
La Edad del Bronce fue un momento de grandes migraciones humanas. Y con ellas también de una enorme circulación cultural que implicó importantes cambios tanto en Asia como en Europa Central. Aquellos cambios dieron forma hace entre 3.000 y 5.000 años a la estructura demográfica actual del Viejo Continente, según dos investigaciones publicadas en la revista Nature que suponen el mayor estudio genético sobre poblaciones antiguas europeas realizado hasta la fecha.

El primero de los dos trabajos, dirigido por el investigador del Harvard Medical School de Boston David Reich y por el de la Universidad de Adelaida (Australia) Wolfgang Haak, ya fue publicado en la edición online de la revista hace algunos meses y analizó el ADN de 69 individuos con una antigüedad de entre 8.000 y 3.000 años. Pero Nature ha querido esperar a la publicación de un segundo estudio liderado por el investigador del Centro de GeoGenética de la Universidad de Copenhague Eske Willerslev. En este caso, los científicos han analizado la información genética de 101 individuos, 19 de ellos completos, lo que duplica el número de genomas de esta época disponibles para la ciencia.

A priori puede parecer que nada tiene que ver el ADN con el lenguaje o la dispersión cultural. Y, en efecto, así es. Pero en este caso la genética ha acudido al rescate de las ciencias arqueológicas y lingüísticas, para cerrar un viejo debate en torno al momento en el que las lenguas indoeuropeas entraron en Europa Central.
Desde hace tiempo existen dos hipótesis enfrentadas sobre cuándo se produjo la entrada en Europa de una familia de lenguas que incluye las itálicas, las germánicas o las eslavas, entre otras. Una de estas teorías proponía la entrada desde Anatolia -una península perteneciente a la actual Turquía- durante el Neolítico, hace más de 8.000 años, con los primeros agricultores. En cambio, los nuevos datos genéticos revelados por ambos trabajos se decantan por una entrada muy posterior de aquel lenguaje que sirvió de germen para dar lugar a la mayor parte de las lenguas que se hablan en la actualidad en Europa. Esta segunda hipótesis propone una entrada durante la Edad de Bronce desde las estepas de Asia Central, actuales Rusia, Ucrania o Kazajistán, empujados por la innovación que supuso la rueda y los carros tirados por caballos.

Los datos aportados por ambos trabajos demuestran por primera vez que hubo un cambio genético muy fuerte en Europa Central en aquella época, lo que podría explicar también un gran cambio cultural. «La magnitud del movimiento migratorio habría llevado consigo también un cambio idiomático», explica John Novembre, del Departamento de Genética humana de la Universidad de Chicago en un artículo que acompaña a ambos trabajos.
Además, los investigadores hallaron una gran similitud entre los genomas europeos analizados y las poblaciones llamadas Yamna, que habitaban las estepas. La información genética concuerda con las sospechas de los lingüistas que creían más probable una entrada posterior ya que la mayoría de las lenguas antiguas ya contenían referencias a la rueda, el eje del carromato, las riendas y otros vocablos relacionados con el tiro de caballos. Sería difícil explicar la presencia de estas palabras en todas las lenguas si su expansión se hubiese producido antes de la industria de la rueda.

Además, los datos genéticos indican que estas poblaciones también se expandieron hacia el Este. Lo que encaja con un posible origen de las lenguas tocarias que llegaron hasta China.

Sin embargo, ninguno de los trabajos explica algunos aspectos de la expansión de las lenguas europeas. «Sabemos que la rama más antigua de las lenguas indoeuropeas es el Hitita, hablada en el norte de Anatolia, lo que encajaba a la perfección con la otra teoría. Lo que no explican los trabajos es cómo las ramas más antiguas están en el sur de Europa», dice Carles Lalueza-Fox, investigador del Instituto de Biología Evolutiva de Barcelona. Y probablemente no pueden hacerlo por la falta de datos debido a las complicadas condiciones de conservación de muestras en los climas de las penínsulas Ibérica e Itálica, de Grecia o de Turquía, algo en lo que ya está trabajando el equipo del investigador español.

Pero el enorme trabajo de genética necesario para extraer la información de muestras antiguas no siempre bien conservadas ha arrojado otros datos interesantes al margen del lenguaje. Por ejemplo, que la pigmentación clara de los Europeos ya estaba presente en la Edad de Bronce. Aunque no así la tolerancia a la lactosa, que, según los investigadores, se debe a una selección positiva sobre el consumo de leche en adultos más reciente de lo que se creía.

Fuente: ElMundo.es

sábado, 2 de mayo de 2015

La cubierta vegetal mundial aumenta a pesar de la deforestación tropical.

China y Rusia tienen muy mala prensa ambiental. Tampoco sale bien parada la oscilación térmica conocida como El Niño (ENSO), un complejo fenómeno que provoca periodos de sequías alternados con intensas lluvias en muchas partes del planeta. Sin embargo, un estudio muestra como, a pesar de la deforestación de las selvas tropicales, estos tres actores o factores están haciendo reverdecer el planeta. Pero los investigadores advierten de que no se puede fiar el futuro del clima de la Tierra a chinos, rusos y los caprichos de El Niño.

Las plantas son la base de la vida. Sobre ellas descansan los ecosistemas de los que, en última instancia, dependen los humanos. La cubierta vegetal es, además, la primera línea de defensa contra el cambio climático. Bosques, selvas, pastos, matorrales o campos cultivados retiran de la atmósfera la cuarta parte del CO2 antropogénico (en su mayoría por los combustibles fósiles) que está calentando el planeta. Por eso, cada hectárea arrancada a las selvas amazónicas, de Indonesia o el África ecuatorial es un drama global.

Sin embargo, un estudio publicado en Nature Climate Change y realizado por investigadores de Australia muestra ahora que la deforestación de los bosques tropicales está siendo compensada con la reforestación en otras partes del planeta en la última década. Con datos de varios satélites de 20 años, los científicos han comprobado que grandes zonas de Rusia, China, el norte de Australia, el sur de África y hasta el este de Brasil están recuperando el verde.

"A pesar de la continua deforestación en América del Sur y el sudeste de Asia, hemos encontrado que la disminución en estas regiones se ha visto compensada por la recuperación de los bosques fuera de zonas tropicales y un nuevo crecimiento en las áridas sabanas y matorrales de Australia, África y el sur de América", dice el científico del Centro para la Investigación del Cambio Climático de la Universidad de Nueva Gales del Sur (Australia) y principal autor del estudio, Yi Liu.
Entre las ganancias de masa forestal y, por tanto, retirada de CO2 de la atmósfera, destacan las obtenidas en Rusia y China. Las mediciones satelitales muestran que en ambos países la cubierta vegetal ha aumentado en las últimas décadas, aunque por razones bien diferentes. "En Rusia, los bosques han ocupado de forma natural las tierras de cultivo abandonadas tras la caída del comunismo. Mientras, en China, los proyectos de repoblación masiva de árboles han aportado una cantidad destacada a la biomasa global", sostiene Liu. "Entre ambos actores, compensan más de la mitad de la pérdida de carbono debida a la deforestación tropical", añade.

En concreto, la pérdida de selvas tropicales ha conllevado una reducción de su capacidad de retener carbono robado a la atmósfera de unas 210.000 toneladas de CO2 (Tm/CO2) anuales entre 2003 y 2012. Por su parte, la nueva cubierta vegetal en Rusia y China captura cada año 100.000 y 70.000 Tm/CO2 respectivamente. Si se tiene en cuenta que la aportación de las selvas tropicales al total es de un 44%, por un 17% de los bosques templados y boreales, China y Rusia se merecen un aplauso.

El resto de las felicitaciones por aumentar la cubierta vegetal del planeta hay que dárselas a las sabanas y áreas de matorral. Su aportación al ciclo del carbono (medido como el intercambio neto entre la atmósfera y la tierra) no ha sido estudiada con la misma intensidad que la de los bosques. Por supuesto, por hectárea, su capacidad de captura es menor, pero se trata de grandes extensiones que, por azares del clima, están más verdes que nunca.

"Estos otros paisajes son relevantes porque cubren una extensión muy grande, particularmente en el hemisferio sur, cubriendo una buena parte de Australia, las sabanas africanas y en el sur de la Amazonia, el Cerrado. Si incluimos las áreas de matorral de zonas semiáridas, abarcamos una extensión aún mayor", recuerda el director del Global Carbon Project y coautor del estudio, el catalán Josep Canadell. Para este investigador de CSIRO, la agencia nacional de investigación de Australia (como el CSIC en España), "los flujos y cantidades de carbono son aún más pequeños que en los trópicos, pero lo importante es que estas regiones están cambiando".
Combinadas, la biomasa de sabanas y matorrales alojan, según el estudio, 50.000 Tm/CO2 al año desde hace un lustro. Eso hace que la captura neta global haya aumentado en los últimos años, invirtiendo la tendencia general de pérdida de cubierta vegetal observada en la última década del siglo pasado.

Hay varios factores que están elevando el protagonismo de sabanas, áreas de arbustos y, en menor medida de los campos cultivados: cambios en el uso del suelo, mejores técnicas agrícolas, reducción de incendios... Pero para Canadell hay dos elementos claves. "Hay evidencias de que una razón es el aumento de la eficiencia en el uso del agua debido al incremento del CO2 en la atmósfera", comenta. Puede parecer una paradoja, pero, como recuerda el investigador catalán, "el CO2 es malo para el clima, pero no para las plantas". Como sucede en un invernadero, al haber mayor concentración de dióxido de carbono, los estomas de la planta (poros en las hojas que le permiten respirar) no tienen que abrir tanto para tomar la misma cantidad de CO2, perdiendo menos agua que pueden usar para crecer más.
El otro factor tiene que ver con la oscilación térmica El Niño y su reverso, La Niña. Este fenómeno, que se inicia en el océano Pacífico, afecta a los patrones de lluvia, alternando periodos muy secos con meses de lluvias torrenciales en zonas donde dominan las sabanas o el matorral. El cambio climático está afectando a este juego infantil, alterando aún más la impredecible duración de cada periodo y su carácter más o menos seco.

"El cambio climático está trayendo más variabilidad al clima y, por tanto, a los ciclos de auge y colapso. Hemos estudiado estos ciclos y la vegetación crece más cuando hay más lluvia que la que se pierde cuando hay menos, por lo que creemos que el resultado final es que los sistemas podrán capturar más carbono", explica el director ejecutivo del Global Carbon Project.

Sin embargo, este aumento en el verde del planeta no basta. Como recuerda Canadell: "sabemos que sobre el 50% de las emisiones procedentes de las actividades humanas permanece en la atmósfera aún después de que la otra mitad sea retirado por la vegetación terrestre y los océanos. La única manera de estabilizar el sistema climático es reducir las emisiones de los combustibles fósiles a cero".

Fuente: ElPais.com
Miguel Angel Criado

viernes, 24 de abril de 2015

Las dos Américas se unieron millones de años antes de lo que se creía.

Sedimentos hallados en los Andes llegaron de Panamá arrastrados por antiguos ríos hace unos 13 millones de años, según un estudio en 'Science'
La nueva datación podría afectar a mucho de lo que se sabe de la historia del planeta
2.000 años de historia de Sudamérica escritos en el hielo.

Las dos Américas se convirtieron en una mucho antes de lo que se creía. La unión por lo que hoy es Panamá se produjo hace unos 13 millones de años y no 3,5 millones como daba por hecho la comunidad científica. Una investigación de geólogos colombianos ha datado rocas encontradas en los Andes en esa fecha que, aseguran, solo pueden proceder del istmo ya emergido. De confirmarse este retraso, los libros de ciencia tendrán que reescribir lo que se sabe sobre la primera glaciación de la era actual o la gran emigración de especies que se produjo entre ambas Américas.

La teoría más aceptada sobre la fecha en que los dos continentes americanos se unieron sostiene que un proceso iniciado unos 20 millones de años atrás se completó hace unos 3,5 millones. El juego de tronos entre la placa del Caribe, la Sudamericana y la Norteamericana fue salpicando el mar que separaba ambas Américas de un mosaico de islas. La partida culminó con la emergencia de una lengua de tierra que separó para siempre las aguas del Pacífico y el Atlántico.

La unión americana explica muchas cosas que pasaron desde entonces. Como atestigua el registro fósil, es desde esa fecha cuando se produce lo que llaman el Gran Intercambio Americano: muchas especies de vertebrados migraron de un continente a otro. Varias investigaciones muestran, además, que a partir de entonces, las especies y sedimentos marinos de los actuales Pacífico y Caribe empiezan a diferenciarse. Hay quienes, incluso, señalan que la actual era de glaciaciones se inicia al separar los mares. La emergencia del istmo habría intensificado la circulación oceánica en el Atlántico y el Pacífico que, en un complejo proceso, hace que los hielos se expandan o retiren del hemisferio norte de forma periódica. La última de esas retiradas permitió la expansión del hombre moderno.
"Es una hipótesis muy elegante pero si el cierre se produjo mucho antes, debería ser revisada", dice el profesor de la Universidad de los Andes (Colombia), Camilo Montes. Este paleogeógrafo, junto a investigadores de otras universidades colombianas, ha encontrado pruebas que les permiten retrasar el cierre unos 10 millones de años más atrás, a la época geológica conocida como Mioceno Medio. "Sabemos que va a haber mucho debate y que nos van a dar palos por muchos lados", reconoce un Montes que, sin embargo, cree en la fortaleza de su hallazgo.

Estos geólogos colombianos aprovecharon las obras de ampliación del Canal de Panamá para buscar en los estratos más antiguos una piedra, el circón. Este mineral metálico tiene dos particularidades. Por un lado, es muy resistente a la meteorización, así que su erosión es muy lenta. Además, se presenta con pequeñas cantidades de uranio. El proceso por el que uranio decae (de un isótopo radiactivo a otro) hasta convertirse en uno estable de plomo es conocido y es una de las bases de la geocronología.
Tal y como muestran en la revista Science, desde el canal fueron yendo cada vez más al sur, realizando perforaciones y catas hasta llegar al flanco occidental de la Cordillera Central colombiana, donde acaban los Andes. Encontraron muestras de circón que no podían ser originarias de esa zona y "en capas de hace unos 15 millones de años y no en las de 3,5 millones de años", comenta Montes. "Lo más probable, casi seguro, es que procedan de Panamá", añade.

De hecho, tras someter las distintas muestras a su desintegración por láser y su análisis por un espectrómetro de masas, la relación de isótopos de uranio y plomo entre las obtenidas en Panamá y las colombianas concluye que el circón de ambas tiene el mismo origen. Para los investigadores, este mineral llegó hasta Colombia arrastrado por antiguos ríos en un largo proceso de erosión. Y claro, para que haya un río antes debe de haber una tierra por el que discurra y esa tierra no puede ser otra que el istmo de Panamá.

La gran migración animal
De confirmarse este retraso de al menos 10 millones de años en la unión de las dos Américas, la nueva fecha cuestiona mucho de lo que la ciencia daba por cierto hasta ahora. La hipótesis elegante de los 3,5 millones de años y su conexión con la gran migración de especies entre ambos continentes se debilita. También lo hace su relación con el cambio climático que trajo las glaciaciones por el cierre del istmo. Si se produjo mucho antes, ¿porqué los animales esperaron millones de años a atravesar Panamá?

"La respuesta es muy sencilla, el cierre del canal marítimo no jugó ningún papel en el cambio climático", asegura el profesor de geología de la Universidad de Colorado en Boulder (EE UU), Peter Molnar. Aunque hubo especies de vertebrados como camélidos, parientes de los pecaríes o grandes felinos que fueron del norte al sur y antecesores del perezoso e incluso plantas que emigraron al norte antes de los 3,5 millones de años, la gran migración se produjo después de esa fecha.
Para Molnar, la unión de las dos Américas fue un requisito necesario pero no suficiente. En realidad, pudo ser el frío de la glaciación que se inició en aquel tiempo lo que produjo la estampida. "El Gran Intercambio Americano es enteramente consecuencia del cambio climático. Durante las edades de hielo, los trópicos se enfrían y secan. Los animales que cruzaron vivían en sabanas. Ellos debían cruzar lo que hoy es Panamá. Cruzaron porque el clima había cambiado la vegetación y la barrera climática cambió por completo", explica. Y el ciclo de glaciaciones del Cuaternario (periodo actual) coincide con la explosión de registros fósiles, no con el cierre del canal marítimo.

De una tacada, Montes y sus colegas desmontan tres de las bases de la historia geológica. Sin embargo, los defensores de la teoría original se muestran muy escépticos con sus conclusiones. Uno de guardianes de la fecha de los 3,5 millones de años es el estadounidense Anthony Coates, investigador del Instituto Smithsonian de Investigación Tropical. Coates ha dedicado buena parte de su vida a investigar la unión entre los continentes americanos y no le convencen los argumentos de Montes.

"Incluso aunque el circón se transfiriera como ellos dicen, y hay serias dudas sobre la historia de que proceda de un protopanamá, se trata de una región relativamente pequeña de Colombia y esto no descarta que el resto de cientos de kilómetros del istmo tuviera vías marinas como sucede en el arco indonesio actual, que nosotros creemos que es una buena comparación con la América Central de hace 10 o 15 millones de años", dice Coates en un correo. Es decir, sin negar que pudiera haber ya entonces alguna conexión, sería más en forma de archipiélago que de una gran lengua de tierra.

Montes replica que las muestras del occidente colombiano que han analizado proceden de varias zonas del arco panameño: "la única forma de explicar esto es tener un rio troncal que conectara una buena parte del istmo".

Fuente: ElPais.com

jueves, 23 de abril de 2015

Un estudio vincula el 'fracking' a 30 terremotos en Texas en 2014.

A finales del año 2013 y principios de 2014, cerca de 30 terremotos sacudieron las inmediaciones de la ciudad de Azle, en Texas (EEUU), donde nunca habían tenido relación alguna con los temblores de tierra. Los vecinos y algunos expertos se apresuraron a vincular aquellos movimientos con una técnica de inyección en el subsuelo del agua de desecho que genera la extracción de gas mediante el llamado 'fracking'. En aquel momento, la indignación ciudadana se manifestó durante días reclamando a la administración y a los reguladores que frenase las actividades industriales hasta que la ciencia se pronunciase al respecto. Y ahora lo ha hecho en una investigación recién publicada en la revista 'Nature Communications'.

Un equipo de geólogos y sismólogos de la Universidad Southern Methodist de Dallas (Texas, EEUU) y del Servicio Geológico de EEUU (USGS, por sus siglas en inglés) demuestra en el trabajo que la inyección de grandes volúmenes de estas aguas residuales combinada con la extracción de salmuera del subsuelo en los pozos de gas agotados son la causa más probable de los 27 terremotos que sintió la población de Azle entre diciembre de 2013 y la primavera de 2014. Los temblores no superaron los 3,7 de magnitud máxima, la misma que tuvo el reciente movimiento de Urda en Toledo y que no causó daños.

En la zona afectada hay identificadas dos fallas geológicas que podrían ser responsables de los temblores. Los científicos desarrollaron un complejo modelo en 3D para saber si el cambio de presiones producido por la inyección de fluidos podría ser la causa de los terremotos en una zona donde había dos pozos de inyección de aguas de desecho y más de 70 de 'fracking', una forma de extraer gas natural para la que hay que perforar y romper estratos rocosos de pizarra a gran profundidad en el subsuelo inyectando agua a presión mezclada con arena y sustancias químicas.

"El modelo indica que en una de las fallas se genera una diferencia de presiones", explica Matthew Hornbach, autor principal del estudio. "Cuando simulamos el funcionamiento del pozo durante 10 años con un amplio rango de parámetros, el modelo predice cambios suficientemente grandes como para desencadenar terremotos en fallas que ya tenían presiones", asegura.

En Estados Unidos, las aguas contaminadas que se generan durante el proceso de extracción de petróleo y gas se suelen inyectar en el espacio subterráneo dejado por los hidrocarburos. Los científicos demostraron ya en 2013 que esta técnica puede afectar a las tensiones geológicas de zonas en las que hay presencia de fallas. Por ejemplo, un estudio publicado en 2014 en 'Science', revelaba que cuatro pozos de inyección situados en Jones, Oklahoma (EEUU) afectaron hasta a 35 kilómetros y fueron capaces de provocar hasta el 20% de los terremotos de todo el centro de EEUU. De hecho, Oklahoma llegó a superar a California -el estado que suele ostentar el récord- en número de terremotos al año, no en intensidad. Y lo mismo sucedió con la cadena de terremotos que se produjeron en marzo de 2014 en Poland Township, Ohio (EEUU), que fueron provocados por las actividades de fracking (o extracción de hidrocarburos mediante fracturación hidráulica) en la zona, según una investigación.

En cualquier caso, la reinyección no se va a utilizar ni ahora ni en el futuro en los proyectos de exploración de gas no convencional en España, según un portavoz de Shale Gas España, la patronal de las empresas de explotación gasista mediante esta técnica. «En España, el agua de retorno que se recupere tras el proceso de estimulación hidráulica se almacenará en tanques certificados y sellados para su tratamiento o reciclaje», explica.

Fuente: ElMundo.es

sábado, 18 de abril de 2015

El muro andino de los lamentos.


No todas las migraciones intrasudamericanas son laborales ni las autoridades migratorias ejemplares

Decenas de miles de personas huyendo del crimen organizado y el pandillaje desde los países del Triángulo Norte de Centroamérica (Honduras, El Salvador y Guatemala) y, a la vez, una inmensa migración laboral entre países sudamericanos. En el primer caso, tensiones y exclusión; en el segundo, políticas migratorias esencialmente orientadas a la regularización —dentro de un contexto de gran vitalidad económica— y no a la persecución o la expulsión. Ya me he referido a estas dos caras de las migraciones en la Latinoamérica actual.

Hay, sin embargo, zonas grises que encierran sus propios dramas en las que afloran viejos males de xenofobia, racismo y exclusión en Sudamérica. No todas las migraciones intrasudamericanas son laborales ni las autoridades migratorias o policiales ejemplares. Así, haitianos que pasan por Perú para buscar refugio en Brasil padecen de la corrupción policial para poder seguir su recorrido. Más al sur, un estupendo reportaje publicado hace dos semanas por el diario colombiano El Espectador describía la conducta xenófoba y racista de autoridades migratorias en Chile contra colombianos que huyen de la violencia, en especial del puerto de Buenaventura, ruta del 60% del comercio exterior colombiano.
Salen miles de personas de Buenaventura buscando seguridad pues allí se ha impuesto el miedo y "la extorsión se ha convertido en ley". Algunos se desplazan a otras ciudades colombianas y otros se suman a los más de 60.000 refugiados que ya viven en Ecuador. Los menos, emprenden un largo viaje de más de 2.800 kilómetros por tierra hasta Chile y sus puestos fronterizos de Chacalluta (con Perú) o Colchane (con Bolivia) para tratar de llegar a Antofagasta, ciudad que era boliviana antes de la Guerra del Pacífico (1879-1883). En ese entonces destino de migrantes chilenos, luego, de europeos.

En la última década, más de 10.000 colombianos se han asentado allí, no sin sufrir xenofobia por parte de autoridades fronterizas. Según ese reportaje, es sistemático el rechazo a los colombianos por las autoridades migratorias chilenas en Chacalluta. El año pasado, la mitad de los extranjeros a los que se les negó el ingreso en ese punto fronterizo eran colombianos. La entidad chilena oficial de derechos humanos —el Instituto Nacional de Derechos Humanos— afirma que eso ocurre por "situaciones de xenofobia que se presentan por parte de algunos agentes del Estado". A ello se podría añadir el hecho —no desdeñable— de que el marco legal vigente para efectos migratorios sigue siendo la Ley de Extranjería (1975) dictada por Pinochet.

El rebote a Perú desde Chacalluta, así, es un fenómeno diario. Los que aún no logran pasar a Chile o son rebotados se agrupan en una pequeña plaza de la ciudad fronteriza peruana de Tacna a la que llaman el Muro de los lamentos, en donde deambulan sin muchas opciones sobre qué hacer. Allí se condensa el drama de miles de familias.

Los países de América Latina y el Caribe no pueden permitir ni permitirse comportamientos xenófobos o racistas frente a los migrantes ni llevarlos a muros de los lamentos. La tradición del asilo tiene en la región su principal punto histórico de referencia en el mundo. Y fue también en la región en que se adoptó, hace 30 años, la definición ampliada de refugiado para incluir allí a quienes huyen de situaciones de violencia generalizada y no sólo a los perseguidos políticos.

Se acaban de reafirmar y desarrollar estos principios fundamentales en la reunión ministerial en Brasilia esta misma semana (2 y 3 de diciembre) en decisión unánime de todos los países de la región convocada por ACNUR, la oficina de Naciones Unidas para los refugiados. No debería quedar espacio para la xenofobia, el racismo, la exclusión o la corrupción en las fronteras frente a quienes huyen de la violencia. El Plan de Acción de Brasilia, al que se ha llegado luego de un largo proceso de consultas, convoca, por el contrario, a la inclusión, la tolerancia y la plena vigencia del derecho internacional de los refugiados. Eso es lo que debe prevalecer.


Fuente: ElPais.com
imagen: migrantelatino.com

viernes, 17 de abril de 2015

Sin la selva amazónica, se acabó la lluvia en Buenos Aires.

La Amazonía es uno de los factores fundamentales que regula el clima de la región y está gravemente amenazada por actividades humanas.

Si le contaran a un porteño que ya no llueve tanto en Buenos Aires por la deforestación en la Amazonía, diría que tal afirmación es una locura. Se sorprendería al enterarse de que el 19% de la lluvia que cae anualmente en la cuenca de la Plata, tiene su origen en la humedad que genera la selva amazónica y la expulsa hacia el sur. La situación es tan increíble como alarmante: la Amazonía es uno de los factores fundamentales que regula el clima de la región y está gravemente amenazada por actividades humanas.
Imaginarse 50 millones de años es casi imposible. Es pensar que se repite 1.000 veces la historia de la humanidad en el planeta. Ese fue el tiempo que tardó la Amazonía en formarse. Sin embargo, en tan solo medio siglo se deforestó casi el 20% (probablemente mucho más de un millón de kilómetros cuadrados de selva, afectando también ríos y otros ecosistemas).

Esta cifra es devastadora. Para que sea más sencillo visualizarla, piensen que solo en Brasil talaron 2.000 árboles por minuto durante 40 años. O gráficamente, como lo explicaría el científico Antonio Donato Nobre, que ese terreno deforestado equivale a una carretera de 2 kilómetros de ancho construida desde la tierra hasta la luna. Pero esto también puede ser difícil de dimensionar. El problema de la inmensidad de la Amazonía es que creemos que es inagotable. Y no lo es. Infelizmente.
La selva amazónica con sus ríos y diversidad, es tan grande que si juntáramos los 28 países que hacen parte de la Unión Europea solo abarcarían el 64% del territorio amazónico que es de 6,7 millones de kilómetros cuadrados. Ese conjunto de ecosistemas mega diverso, dominado por bosques, recorre 9 países y en él viven más de 33 millones de personas. Están presentes unas 350 comunidades indígenas, de las cuales cerca de 60 viven en aislamiento voluntario, buscando huir de las amenazas hace siglos.

La Amazonía alberga probablemente más del 10% de la biodiversidad conocida por el hombre y libera al mar casi el 15% de la producción de agua dulce del planeta. Es la fuente principal de la seguridad hídrica, alimentaria y energética y de la salud de Latinoamérica.

A pesar de esta riqueza, enfrenta grandes presiones: carreteras, ganadería, especulación inmobiliaria y ocupación ilegal, presas para hidroelectricidad, cultivos de soja, de palma, minería, explotación petrolera, tráfico de madera y contaminación, solo por nombrar algunas. Y para rematar: cambio climático, el mayor desafío ambiental de nuestra historia que intensifica las consecuencias de las demás presiones.

Para el beneficio mundial, conservar el Amazonas puede ser un as bajo la manga para reducir el calentamiento de la Tierra y más aún, para enfrentar los impactos en América del Sur. Es la región natural ideal para evitar o reducir emisiones de carbono más rápidamente y con más beneficios para el mundo, y para hacer que los cambios climáticos extremos sean más fáciles de soportar, sobretodo en Sudamérica. Gracias a su tamaño, su estructura ecológica y su ubicación geográfica entre el ecuador, la cordillera de los Andes y el océano Atlántico, cumple una función reguladora del clima. Es una fábrica de producción hídrica: bombea unos 20.000 millones de toneladas de agua al día, la mejor receta para enfrentar la sequía.
Pero si la selva se sigue degradando y la seguimos deforestando, aumentarán las emisiones (al talar un árbol se libera el carbono que capturó durante su vida) y no habrá como hacerle contrapeso a las sequías y otros eventos climáticos más intensos que se pronostican con el calentamiento global.

La combinación será devastadora y las consecuencias no solo las enfrentaran los países amazónicos sino toda la región. No solo se debe tener en cuenta cuánto se deforesta anualmente sino la deforestación agregada a lo largo de los años y los lugares en los que la selva está tan degradada que ya no cumple con sus funciones naturales. Como la Amazonía funciona como una región ecológicamente integrada, entre bosques, ríos y atmosfera, su degradación puede degenerar los procesos ecológicos y ella puede, no solo dejar de ser beneficiosa al clima continental y global, sino empezar a ser un problema. No lloverá como antaño la cuenca de la Plata.

Pero estamos a tiempo de poner el freno de mano y cambiar de rumbo. Podemos construir un modelo de desarrollo que entienda a la conservación como una oportunidad y no como un obstáculo. Necesitamos que los países entiendan que las selvas y los ríos amazónicos tienen una relación directa con la seguridad climática.

Durante estas dos semanas el viento puede estar a favor del complejo de selvas y ríos más importante del mundo. O mejor dicho, a favor de la humanidad, que depende de ella, de sus servicios, de sus beneficios. Este año se celebra por primera vez la Cumbre de Cambio Climático de las Naciones Unidas en un país amazónico. Y aunque las negociaciones del clima siguen su rumbo independientemente de donde se lleven a cabo, sí es el momento ideal para posicionar la agenda amazónica en las negociaciones del clima. Es el momento para que los nueve países que comparten este ecosistema demuestren liderazgo e integración.
Perú, anfitrión de la cumbre, se comprometió a cero deforestación para el 2021. Colombia se comprometió a cero deforestación neta en la Amazonia para 2020. Brasil, se comprometió en reducir su tasa de deforestación en un 80% y va en buen camino. Guyana tiene el objetivo de mantener su desforestación en nivel muy bajo. Hay importantes programas en Bolivia, Ecuador y otros.

Son compromisos importantes de conservación y protección de las comunidades locales que viven en la Amazonía con y de su diversidad cultural y su manantial de conocimientos. Pero también son compromisos con implicaciones climáticas importantes ya que, según el IPCC, el panel de científicos que asesora a la ONU, 24% de las emisiones globales vienen del sector forestal, agrícola y otros usos del suelo. La mitad de este porcentaje se debe a la deforestación y la degradación de los bosques.

Pero aún hay muchas tuercas por ajustar. Empezando por los 25 frentes de deforestación que existen en la actualidad en la Amazonía, distribuidos en varios países. A pesar de que el mundo ha visto el esfuerzo enorme de los países latinoamericanos para reducir la deforestación de la Amazonía y en consecuencia las emisiones del sector forestal, la tala del bosque amazónico sigue siendo enorme.
Para sobrepasar esa situación se necesita fortalecer la gobernanza pan-amazónica, respetar los derechos de sus pueblos y comunidades, y articular y fortalecer las políticas de los nueve países que atraviesan sus selvas y ríos. Es vital contar con compromisos más ambiciosos (como la cero desforestación neta en 2020 para toda la Amazonía) y más fuertes (con decisiones centrales e integradas de cada uno los gobiernos) de los países amazónicos. Finalmente, se necesita el reconocimiento y apoyo financiero de otros países y del sector privado.

No solo se trata de salvar el planeta o a las 427 especies de mamíferos, 1.300 de aves, 378 de reptiles, 400 de anfibios y 3.000 de peces que habitan en la Amazonía. También se trata de garantizar la seguridad hídrica, energética, alimentaria, de salud y sobre todo, climática. Es un tema económico y de calidad de vida de nuestras sociedades.

Necesitamos de los bosques: usted y yo. Pero también el petrolero, el estudiante, la madre, el minero, el empresario, el carpintero, el médico y el panadero. Todos. Entonces ¿por qué seguimos conduciendo un planeta con los ojos vendados?

Hoy miles de funcionarios de casi 200 países negocian un nuevo acuerdo para ponerle el freno al cambio climático y para lograrlo necesitan voluntad política. Para conservar la Amazonía, se necesita lo mismo. En sus manos está la lluvia en Buenos Aires. Y la salud del continente y del mundo.

Fuente: ElPais.com

sábado, 28 de marzo de 2015

La crisis hídrica de Sudamerica podría extender los desiertos subtropicales en los hemisferios norte y sur

CRISIS HÍDRICA

¿Vivimos una sequía milenaria en la provincia de San Juan?

Si bien es pronto para confirmarlo, algunos climatólogos advierten que la misma podría estar sucediendo, extendiendo los desiertos subtropicales de los hemisferios Norte y Sur.

La peor sequía de los últimos 50 años y altas temperaturas y humedad en pleno marzo son algunos de los fenómenos que llevaron a Suplemento Verde de DIARIO DE CUYO a dialogar con los destacados climatólogos ingeniero Leónidas Minetti y doctor Germán Poblete.

Desde el Laboratorio Climatológico Sudamericano, el ingeniero Minetti comentó: "Nuestros estudios muestran al índice de sequía mensual de la República Argentina ocurrido entre Enero del 2003 y Febrero del 2015. En ella se puede apreciar que luego de la fatídica inundación de los Bajos Sub meridionales y ciudad de Santa Fe del año 2003 las condiciones secas se fueron instalando gradualmente hasta el año 2013", consignó Minetti.

"En este período, vastas zonas de Argentina verde y sojera fue perturbada y dañada por intensas sequías como las ocurridas en todo el país en el año 2008 y regionalmente en el 2011-13. Estas últimas perturbaron fuertemente a la producción agrícola y ganadera del Norte argentino llevando a muchas Empresas agropecuarias al quebranto", indicó.

"Algunos trabajos de nuestro Laboratorio ya publicados -EEUU-, muestran la conexión que existía entre este fenómeno y el Cambio Climático (CC) que genera un paulatino secado del desierto y zona semiárida subtropical. En el temprano 2014, un especial proceso de transporte de humedad generado por el cuasi monzón Sudamericano está generando un inusitado transporte de humedad al corazón del continente. Esto puede verse en el comportamiento de las anomalías de la temperatura mínima de San Miguel de Tucumán como zona mediterránea.

La temperatura mínima de San Miguel de Tucumán es un muy buen indicador de la presencia de aire húmedo marítimo transportado en el ciclo hidrológico externo océano-continente. Su presencia transportado en el proceso monzonal Sudamericano favorece la instalación de la estación lluviosa de verano y los años lluviosos en el continente. Puede advertirse que actualmente un ciclo excepcional de humedad se ha instalado en el continente y que viene siendo observado desde hace tres años y que esto no tiene que ver con el fenómeno dicotómico de El Niño/La Niña con se trata de explicar a la prensa. Como resultado de esto la tendencia del índice de sequía, tuerce hacia la condición lluviosa que estimamos es temporaria para retornar después a las condiciones largamente secas. Hoy nuestros modelos pronostican la persistencia de la presencia de humedad en el continente hasta bien entrado el Otoño (mayo-junio)".

"Por último, presenta a los índices mensuales de sequías en la Cordillera Central y Comahue, indicando que es la única región que la perturbación monzonal no ha afectado. Por cierto en ella se indica que el proceso de secado que impone el CC continúa en ascenso, y que apenas una pausa al final presagia el reinicio del secado. Este proceso está por cierto indicando la gravedad del impacto que esto tiene en la zona central de Cuyo, soporte de una intensiva actividad agrícola-energética basado en la nieve que cada vez menos cae en los últimos años. Este fenómeno además es muy semejante al observado actualmente sobre la región Sudoeste de USA (California) que está registrando una sequía con probabilidad escasa o milenaria (una cada 1.000 años)".

Por cierto que las situaciones cada vez más extremas como las registrada en Córdoba- San Luis y ahora el Noroeste argentino donde se batieron los récords históricos (dentro del período de medición-instrumental desde 1875) más lo identificado en la Cordillera Central, son sólo una pequeña muestra de los efectos del CC debidas al calentamiento global.

Más desérticos

Según el climatólogo Minetti, "los desiertos se expanden cada vez más en toda la banda subtropical de ambos Hemisferios del planeta. En consecuencia estamos viviendo las sequías más fuertes en mil años o sequía milenaria".

Esto lo venimos confirmando junto con otros expertos en clima e investigadores de la talla del doctor Germán Poblete de la Universidad Nacional de San Juan, quien indicó que si bien es muy pronto para confirmarlo, pareciera ser que estamos frente a un ciclo de sequía de 20 a 40 años, como los vividos en la década del 30 y 40 del siglo pasado. Es más, en Australia ya hablan de la sequía de la segunda guerra mundial. Tenemos señales de que esta gran sequía puede estar sucediendo, pero aún es pronto afirmarlo.

En este esquema de seca iniciado hace 8 años, no deja de sorprender un "golpe de agua", o altos índices de humedad, como el que se está viviendo actualmente. Para Poblete durante febrero y marzo vivimos muchos días de intenso calor y una elevada humedad que subieron la sensación térmica, que finalizó el viernes de la semana pasada, primero con una masa de aire subpolar que aminoró el calor y luego una masa de baja presión y humedad subpolar que generaron lluvias prolongadas y las actuales nevadas en cordillera.

Frases 

Estamos viviendo fenómenos climatológicos adversos que generan un clima antrópico o muy adverso a las actividades del hombre en el planeta.

Ing. Leónidas Minetti, Lab. Climatológico Sudamericano

Es muy temprano para confirmar si nevará o no entre abril y septiembre en la cordillera sanjuanina. Pero, parecería que podría nevar más en el otoño.

Dr. Germán Poblete, Investigador UNSJ


Fuente: DiarioDeCuyo.com.ar
Adrián Alonso
* El título original de la nota es ¿Vivimos una sequía milenaria en la Provincia de San Juan?

miércoles, 25 de marzo de 2015

El calentamiento global hace que nieve más en la Antártida.

El aumento de la humedad provoca mayores nevadas en el Polo Sur pero acelera el deshielo y la elevación del nivel del mar, según un estudio
El hielo de Groenlandia se desvanece

A mayor temperatura, más nieve en la Antártida. Esa es una de las paradojas del calentamiento global. Según un estudio, hay una segunda paradoja relacionada: la cantidad extra de hielo acelera el deshielo del casquete antártico, lo que eleva el nivel del mar. Así de complejo y delicado es el equilibrio que está alterando el cambio climático.
Con todo el hielo que acumula, la Antártida es el continente más seco del planeta. De una extensión casi 28 veces mayor que la de España, allí solo nieva en las zonas costeras. En las elevadas mesetas del interior, el frío es tal que congela hasta la humedad impidiendo las precipitaciones. Sin embargo, el calentamiento global estaría llevando la nieve cada vez más adentro del casquete polar. La alteración del tradicional equilibrio de una masa de hielo tan gigantesca podría afectar a todo el planeta.

Climatólogos europeos y estadounidenses han buceado en la historia climática de la Antártida escrita en el hielo. Aunque hay datos de temperatura y precipitaciones del último siglo, las variaciones interanuales hacen muy complicado hacer proyecciones sobre el futuro antártico solo con información del presente. Por eso, los científicos se fueron 20.000 años atrás, cuando empezaba el fin de la última gran glaciación. Tal y como explican en Nature Climate Change, durante los siguientes milenios, los hielos se fueron retirando de grandes zonas del planeta, hecho que, entre otras cosas, ayudó a la expansión de los humanos gracias a un clima global más benigno.

Los investigadores analizaron la información de seis bloques de hielo extraídos de otros tantos puntos de la Antártida. Tres proceden del interior de la gran meseta antártica, otros dos de zonas costeras y un sexto de la Antártida Occidental. Comprobaron que hay una relación entre el calentamiento producido tras la glaciación y el aumento de la acumulación de nieve. Sobre esa información, corrieron varios modelos climáticos para hacer previsiones que se pudieran aplicar a todo el casquete polar y su evolución futura.
"Por cada grado de calentamiento regional, la nieve caída aumenta en un 5%", dice la investigadora del Instituto para la Investigación del Impacto Climático de Postdam (Alemania) y principal autora del estudio, Katja Frieler. La lógica de este incremento de las nevadas es simple: la elevación de las temperaturas hace que se evapore más agua de los océanos que rodean la Antártida y el extra de humedad provoca más precipitaciones cuando la circulación atmosférica lleva ese aire cálido y húmedo hacia el interior del casquete.

Aunque las precipitaciones serán más copiosas y frecuentes en las zonas costeras, los modelos muestran que, en términos relativos, el aumento será mayor en el interior antártico. En la enorme meseta, la nieve caída no supera hoy la media anual de 50 milímetros al año. En principio, esta aparente paradoja de un calentamiento que genera más nevadas, ayudaría a contrarrestar uno de los fenómenos que más preocupan a los científicos: el aumento del nivel del mar por el deshielo.

En la otra punta del planeta, en el Ártico, todo parece más sencillo. El cambio climático está provocando un acelerado deshielo de las zonas árticas, Groenlandia incluida. Eso acabará por elevar el nivel del mar en todo el planeta. En principio, la mayor acumulación de nieve en la Antártida podría compensar al menos en parte este peligro, al retirar de los océanos el agua deshelada en el norte. Sin embargo, la cosa no es tan sencilla. Aquí está la segunda paradoja: más hielo puede suponer mayor deshielo.

Aunque el objetivo del estudio era estudiar cuánta nieve podría ganar la masa antártica por el calentamiento, Frieler explica su particular dinámica. "El deshielo provocado por un aire más cálido es allí un problema menor. Hace mucho más frío que en Groenlandia e incluso en el escenario de un calentamiento debido a las emisiones de efecto invernadero, se calcula que la aportación del deshielo superficial a la pérdida global de hielo de la Antártida será pequeña al menos hasta final de siglo". Pero añade: "un mayor problema es el llamado deshielo basal por la acción del océano sobre la línea de tierra, la transición entre el hielo terrestre y el hielo flotante, que es el mayor vector de la dinámica de descarga de hielo antártico en el mar".
Es una simple cuestión de física. El hielo no es tan estático como aparenta. Como el agua, discurre desde las zonas elevadas a las más bajas por medio de los glaciares. Estos ríos helados llevarían el excedente provocado por las nevadas hasta la costa y allí, el mar, más cálido, hará el resto del trabajo.

"La acumulación de nieve sobre el hielo pesa y empuja, cuanto más alto esté el hielo, mayor presión", explica la investigadora del Instituto de Física de la Universidad de Postdam y coautora del estudio, Ricarda Winnkelman. "Como las nevadas adicionales elevan la capa de hielo de la zona terrestre del continente antártico pero menos en la capa helada flotante, el hielo fluye más rápidamente hacia el océano, contribuyendo a la subida del nivel del mar", añade.

De hecho, en otra investigación realizada por investigadores del Imperial College de Londres y publicada también esta semana, se mostraba como el glaciar Totten, uno de los mayores de la Antártida, está acelerando su velocidad por el deshielo en la cabecera.

Los investigadores estiman que, por sí solo, el Totten podría elevar el nivel del mar hasta 3,5 metros. "La elevación podría tardar varios siglos en completarse pero el proceso ya ha comenzado y probablemente sea irreversible", sostenía en una nota el director del Instituto Grantham del Imperial College y coautor del trabajo, Martin Siegert. El caso del Totten es similar al de otros glaciares, como se ha comprobado ya en Groenlandia. El agua del mar los va socavando por abajo, acelerando la descarga del hielo.

Así que la doble paradoja no es tal para la ciencia. El calentamiento puede provocar mayores nevadas y estas impulsar la llegada del hielo hasta el mar donde el deshielo se aceleraría. Según estimaciones de los investigadores del instituto de Postdam, hagan lo que hagan los humanos para frenar el cambio climático, el nivel del mar se elevará hasta 23 centímetros en este siglo y eso en el escenario más optimista. En la Antártida hay hielo como para que los océanos se eleven varias decenas de metros, como ya ocurrió en el Plioceno, hace unos tres millones de años. Con esa altura, se inundarían todas las zonas costeras del planeta.

Fuente: ElPais.com

Los corales narran la historia del cambio climático.

Científicos británicos elaboran una historia del océano Atlántico con el estudio de los corales marinos para rastrear la huella de los cambios climáticos sobre la Tierra
El calor ‘desaparecido’ del cambio climático se esconde a 300 metros bajo el Atlántico

El futuro de la investigación sobre el cambio climático podría estar entre Tenerife y Puerto España, en Trinidad y Tobago, las dos orillas del Atlántico. Un proyecto científico financiado por la Unión Europa investiga desde hace cuatro años los corales y los sedimentos de los fondos marinos oceánicos a lo largo de los miles de kilómetros que separan una y otra ciudad. En ellos podría estar la huella de cambios climáticos pasados y la clave de los futuros. “Datando los corales, observamos que su surgimiento va y viene a lo largo del tiempo y nuestra hipótesis es que esto está relacionado con períodos de cambio climático”, indica la responsable de la investigación, Laura Robinson, de la Universidad de Bristol.

En el pasado ha habido períodos en los que el clima global ha cambiado rápida y bruscamente, y no solo por la actividad del Sol o la fusión del hielo, sino también por la toma o liberación de CO2 por parte de los océanos. “Así pues”, explica Robinson, “reconstruyendo los registros climáticos del pasado estableceremos cuándo y por qué se produjeron esos cambios climáticos y con qué consecuencias, lo que nos dará información para establecer modelos con los que hacer proyecciones del cambio climático en el futuro”.

En los océanos hay actualmente más CO2 que en la atmósfera, unas 60 veces más. Los océanos son un sumidero esencial del llamado carbono antropogénico, es decir, el CO2 generado por la actividad humana. Uno de los riesgos que los científicos están analizando de cara al futuro es la posibilidad de que el océano invierta su papel y pase de atrapar CO2 a liberarlo, lo que podría causar una catástrofe ambiental a nivel mundial.
“Por ese motivo, comprender cómo funcionan los océanos es esencial porque pequeños cambios en ellos pueden tener un efecto muy profundo en la atmósfera”, explica Robinson.

Uno de los puntos centrales de investigaciones como esta reside, precisamente, en la toma del carbón antropogénico por parte de los océanos, un proceso que está haciendo decrecer el PH de los mismos, es decir, los está volviendo más ácidos, lo que es devastador para la biodiversidad de sus ecosistemas. “Tenemos que tratar de evaluar cuánto CO2 exactamente están tomando, si el ratio está cambiando o, de lo contrario, si cambiará y si podremos prever cuándo será ese cambio”, puntualiza Robinson.

Uno de esos períodos en los que se produjo un cambio climático brusco y rápido fue en la transición entre la última glaciación, hace unos 20.000 años, al más cálido período del Holoceno, que comenzó hace 10.000 años.
“Durante ese tiempo”, detalla Robinson, “el clima no cambió hacia un calentamiento estable y suave. Los registros climáticos muestran que, al contrario, los cambios sucedieron en saltos bruscos en una escala de décadas y no estaban sincronizados entre el hemisferio norte y sur”.
Datando los corales, datando el clima

Para reconstruir el pasado climático de la Tierra, el equipo liderado por Robinson analiza miles de muestras de corales y de sedimentos marinos recogidos del fondo del océano Atlántico durante la expedición científica de 48 días realizada entre octubre y noviembre de 2013 a bordo del buque James Cook, un nombre que no es fortuito: en junio de 1770, el explorador británico de dicho nombre se convirtió en el primer europeo en navegar sobre la Gran Barrera de Coral de Australia, el mayor arrecife de corales del mundo. Más de dos siglos después, otros corales, los del Atlántico, pueden ofrecer la clave para comprender el futuro del cambio climático.
“Uno de nuestros mayores logros hasta ahora ha sido establecer la edad de dichos fósiles corales”, comenta Robinson. Una vez datados, el equipo de Robinson se centra ahora en investigar por qué esos cambios han podido ocurrir, para lo que están comparando la edad y la profundidad de las muestras recogidas con la ubicación de poblaciones modernas de corales.
El equipo ha hallado patrones distintos de crecimiento y muerte de corales diferentes a uno y otro lado del Atlántico. Este proyecto ha recabado también 50 terabytes de grabaciones en alta definición que el grupo va a analizar para “establecer también controles medioambientales de ecosistemas modernos de aguas profundas”, comenta Robinson. 

Fuente: ElPais.com

miércoles, 11 de febrero de 2015

El hombre ya contaminaba antes de la Revolución Industrial.

La actividad minera impulsada por los conquistadores españoles en América del Sur generó polución desde el s. XVI, según muestran partículas halladas en un glaciar peruano

Durante más de cuatro siglos la nieve y el hielo han conservado las pruebas que demuestran que el impacto causado por el hombre en la atmósfera era ya anterior al inicio de la Revolución Industrial, a mediados del siglo XIX. Se trata de minúsculas partículas contaminantes procedentes de las minas de plata de Bolivia, cuya explotación intensiva impulsaron los conquistadores españoles desde el siglo XVI.

Un equipo de científicos de la Universidad de Ohio (EEUU) las encontraron en 2003 en el glaciar Quelccaya, al sureste de Perú. Ahora, publican los resultados de su análisis en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS).

Según aseguran, constituyen las pruebas más antiguas de contaminación atmosférica en América del Sur, pues en otros lugares de la Tierra se han hallado restos de contaminación anteriores. Por ejemplo, en Groenlandia se descubrieron trazas de contaminación del siglo V a.C que, según se cree, fueron generadas por las actividades que llevaban a cabo las antiguas civilizaciones griega y romana y transportadas por el aire.

Partículas transportadas por el viento
Las partículas halladas en el glaciar peruano también viajaron cientos de kilómetros (unos 800 km) pues, según exponen los investigadores en su estudio, lo más probable es que fueran generadas en la mina de Potosí (en la actualidad es Bolivia), donde los conquistadores españoles obtenían la mayor parte de la plata. Desde allí, habrían sido trasladadas por el viento hasta el glaciar de Perú.

Aunque la mayor parte de la polución generada en esa época tenía su origen en Potosí, donde se encontraba la mina de plata más grande del mundo desde el siglo XVI al s.XVIII, había más minas en uso que también contribuyeron a contaminar la atmósfera durante más de 200 años.

Según recuerdan los científicos, en el siglo XVI, el imperio español obligó a las incas a trabajar en las minas de plata de Potosí. Aunque este avanzado pueblo ya sabía cómo llevar a cabo el refinado de la plata (para separarla de las impurezas), los españoles introdujeron una nueva tecnología para incrementar la producción.

Así, por primera vez, se generaron en la cordillera de los Andes espesas nubes de polvo que contenían plomo. Estas partículas fueron trasladadas por el viento hasta el glaciar Quelccaya, donde quedaron sepultadas por la nieve durante siglos.

Los científicos compararon el tipo de partículas de Quelccaya con las encontradas en Tierra de Fuego (Chile) y en depósitos de distintas regiones de América del Sur: Potosí y otras zonas de Bolivia, y Perú.

Al extraer muestras del hielo de este glaciar, los científicos encontraron una capa que contenía estas finas partículas, cuya datación coincide con ese periodo histórico. Su análisis reveló que contenía trazas de polvo y lleva la firma química de las minas de plata de Potosí, según sostienen.

Para Paolo Gabrielli, autor del estudio, este hallazgo "respalda la idea de que el impacto humano en el medio ambiente estaba ya ampliamente extendido incluso antes de la Revolución Industrial", pues fueron generadas unos 240 años antes de su inicio. El glaciar Quelccaya, no obstante, es uno de los pocos lugares de la Tierra en los que ha sido posible estudiarlo.

Esta masa helada de Perú es considerada por Lonnie Thompson, que también participa en este trabajo, como una piedra de Rosettta para el clima, pues de ella han podido obtener muestras del hielo que se ido formando durante los últimos 1.200 años en los Andes. Los científicos analizan la composición química de las distintas capas para intentar averiguar los cambios climáticos que han ido sucediéndose.

La obtención de plata
Para hacer su análisis, utilizaron un espectrómetro de masa y estudiaron la concentración de polvo contaminante depositado entre los años 793 y 1989 . Buscaron restos de antimonio, bismuto, molibdeno y sobre todo plomo, ya que la técnica introducida en América del Sur por los españoles para refinar la plata consistía en triturar la mena de plata (que contiene plomo) para convertirla en polvo. La plata molida se mezclaba entones con mercurio y se dejaba reposar durante semanas. Posteriormente, esa amalgama se lavaba y se fundía para obtener plata más pura. Ese proceso se llamaba amalgamación.

En las capas de hielo con una datación anterior al año 1450 la cantidad de partículas contaminantes era baja y estable. El espectrómetro usado para este estudio detectó picos en la concentración de esos elementos en las muestras de hielo, también durante los años anteriores a la llegada de los españoles. Sin embargo, creen que esas capas probablemente procedían de fuentes naturales de contaminación, como erupciones volcánicas. Un poco antes del año 1600, se empezaron a acumular en el glaciar Quelccaya cantidades mucho mayores de esos elementos, que persistieron hasta principios del siglo XIX, cuando los países de América del Sur se independizaron.

Las partículas contaminantes, explican los investigadores, no eran visibles al ojo humano (la muestra de la que las extrajeron tenía la apariencia del hielo limpio) y sólo pudieron ser detectadas gracias al análisis espectroscópico. El hecho de haberlas encontrado en una zona tan remota como este glaciar peruano y alejada de la mina de Potosí, añaden, sugiere que la cantidad de contaminación generada por la minería y la metalurgia debía ser significativa. En cualquier caso, son cantidades muy inferiores a las que se han registrado durante el siglo XX.

Fuente: ElMundo.es