viernes, 24 de noviembre de 2017

Las noches de la Tierra son cada vez más brillantes

La imagen de arriba es de 2012. Compuesta por sucesivas imágenes captadas por un satélite de la NASA, muestra la contaminación lumínica del cielo nocturno del planeta que había entonces. La composición es además el punto de partida de un estudio que ha comprobado cómo, cinco años más tarde, la Tierra brilla más que nunca. Ni la crisis económica, ni las restricciones legales ni el despegue de la tecnología LED han logrado reducir la cantidad e intensidad de la luz artificial. De hecho, solo una cosa lo ha logrado en algunas partes del planeta: la guerra.


Un grupo de investigadores europeos y estadounidenses han usado las imágenes del satélite Suomi NPP de la agencia espacial NASA y meteorológica NOAA (ambas de EE UU) para medir la luz artificial emitida desde la Tierra. El artefacto, que orbita el planeta de polo a polo 14 veces al día, lleva sensores específicos para un amplio espectro de frecuencias que incluyen la luz visible. Son sensores que solo ven luz. Son los expertos los que, con su información, recrean esas imágenes tan espectaculares del planeta iluminado. Imágenes que, además de mostrar la gravedad de la contaminación, también desvelan otros aspectos de la sociedad humana, como que la luz artificial es cosa de ricos y de urbanitas.

"Las noches de la Tierra son cada vez más brillantes", alerta el científico del Centro Alemán de Investigación en Geociencias de Potsdam y autor principal del estudio, Christopher Kyba. Según publican en la revista Science Advances, el área iluminada del planeta ha crecido a un ritmo del 2,2% desde 2012. El crecimiento ha sido particularmente fuerte en regiones de América Latina, África y el sudeste asiático, zonas que, por otro lado, partían de umbrales de iluminación más bajos. Solo en unas pocas zonas, como Libia, Siria o Yemen, ha habido un retroceso claro y en todas se ha debido a la guerra.
La investigación, además, ha revisado las zonas que ya estaban iluminadas en 2012 para comprobar los cambios que ha habido. Lo que han encontrado los investigadores es que, además de que la superficie iluminada es mayor, la iluminación hoy es más intensa. Desde el satélite no se puede ver el porqué, pero es lógico pensar que se deba a un aumento de farolas y otros elementos de alumbrado público por unidad de superficie. En concreto, los datos apuntan a un aumento de la radiación de más del 10%.

Sin embargo, hay una cincuentena de países donde la iluminación se ha mantenido más o menos estable o con ligeras reducciones. Entre ellos están los que en 2012 ya eran los más iluminados del planeta, como Estados Unidos, Italia, Países Bajos o España. Pero se trata de un espejismo y es probable que la transición a la iluminación LED tenga mucho que ver: los sensores del satélite Suomi NPP no captan la luz azul, componente principal de la mayoría de las luces LED.

Los autores del estudio ponen el ejemplo de Milán [ver fotos]. El centro de la ciudad ha reducido su emisión lumínica mientras ha aumentado en la periferia. En realidad, la ciudad italiana no se ha oscurecido. Lo que ha sucedido es que las lámparas de sodio del centro han sido reemplazadas por lámparas LED. "Aunque sabemos que la tecnología LED ahorra energía en proyectos específicos, cuando miras a nivel nacional o global ves que estos ahorros son neutralizados por nuevas o más brillantes luces en otros partes", comenta Kyba.
La mayor eficiencia y menor coste de la tecnología LED estaría provocando un efecto rebote, facilitando un aumento del consumo de energía en vez de su ahorro. España podría encajar en este efecto. A pesar de la crisis económica y, a la vez, la proliferación de proyectos de eficiencia energética, "las ciudades españolas son las que más brillan de Europa", recuerda el investigador de la Universidad de Exeter (Reino Unido) y coautor del estudio, el español Alejandro Sánchez.

Fuente: ElPais.com

lunes, 20 de noviembre de 2017

Las diez amenazas para el futuro de la humanidad

La Tierra está seriamente dañada. Durante décadas, el hombre ha explotado los ecosistemas por encima de los límites sostenibles con el fin de mejorar su calidad de vida. Los efectos adversos de esta voracidad están pesando más de lo que creía la ciencia. Por ese motivo, los científicos han unido sus fuerzas para advertir que si no tomamos medidas urgentes, las consecuencias serán "irreversibles". En 1992, la Unión de Científicos Preocupados (UCS, por sus siglas en inglés), junto con más de 1.700 científicos independientes -incluyendo a la mayoría de los ganadores del Nobel en ciencias-, redactaron la Advertencia de los científicos del mundo a la humanidad. Mostraron su preocupación por la destrucción de la capa de ozono, la pérdida de bosques, el cambio climático, la extinción de las especies o el crecimiento continuo de la población humana.En el vigésimo quinto aniversario de aquella declaración histórica, 15.000 investigadores de 184 países han revisado ahora la advertencia original en lo que consideran "un segundo aviso". Con datos de estos últimos años, los autores han evaluado las respuestas a las amenazas identificadas en 1992. A excepción de la estabilización de la capa de ozono, "la Humanidad no ha logrado avanzar lo suficiente en la resolución de los desafíos medioambientales y, lo que es más alarmante, la mayoría de ellos están empeorando", apuntan. Así, la cantidad de agua dulce disponible a escala global se ha reducido un 26%, el número de zonas muertas en los océanos ha aumentado un 75%, la población humana ha crecido un 35% o el número de mamíferos, reptiles, anfibios, aves y peces en los ecosistemas ha disminuido un 29%. "Algunas personas podrían sentirse tentadas a descartar esta evidencia y pensar que sólo estamos siendo alarmistas", sostiene William Ripple, profesor distinguido en la Facultad de Ciencias Forestales de la Universidad Estatal de Oregón y autor principal del artículo. "Los científicos están analizando datos y observando las consecuencias a largo plazo. Quienes firmaron esta segunda advertencia no sólo están dando una falsa alarma. Están reconociendo las señales obvias de que estamos yendo por un camino insostenible. Esperamos que nuestro documento encienda un amplio debate público sobre el clima y el medio ambiente global".Los investigadores señalan como especialmente inquietante el aumento de los gases de efecto invernadero debido a la quema de combustibles, la deforestación y la producción agrícola. Además, creen que estamos poniendo en peligro nuestro futuro al no percibir el continuo crecimiento de la población -dos millones desde 1992- como un factor fundamental en las amenazas ecológicas e incluso sociales. Destacan también un evento de extinción en masa, el sexto en aproximadamente 540 millones de años, en el que muchas formas de vida actuales podrían ser aniquiladas o al menos comprometidas a la extinción a finales de este siglo.Edward O. Wilson, biólogo de la Universidad de Harvard y firmante de la declaración, advierte de esta catástrofe desde hace años, en lo que él califica como "la sexta extinción". Aunó sus causas en la palabra HIPPO (hipopótamo), las siglas en inglés de pérdida de hábitats, especies invasoras, contaminación, superpoblación y captura excesiva de especies salvajes. Todas ellas provocadas por la actividad humana. Sin embargo, no todo son malas noticias. "La rápida disminución global de las sustancias que destruyen la capa de ozono muestra que podemos hacer cambios positivos cuando actuamos con decisión". Destacan también los avances en la reducción de la pobreza extrema y el hambre y la disminución de las tasas de fecundidad en muchas regiones gracias a las inversiones en la educación de niñas y mujeres, a través de iniciativas como World Bank y Population Division. "Hemos aprendido mucho desde 1992, pero los cambios en la política ambiental, el comportamiento humano y las desigualdades globales todavía están lejos de ser suficientes", sentencian. 

MEDIDAS NECESARIAS

Los científicos, los medios de comunicación y los ciudadanos, según los autores, deben insistir a sus gobiernos para que tomen medidas inmediatas. También llaman a reflexionar y a cambiar nuestros comportamientos individuales, "limitando nuestra propia reproducción y disminuyendo nuestro consumo de combustibles fósiles, carne y otros recursos". En su manifiesto, los autores describen los pasos que se podrían tomar para revertir las tendencias negativas. Algunos de ellos son la declaración de reservas terrestres, marinas y aéreas protegidas, la protección de ecosistemas, reducir el desperdicio de alimentos, impulsar un cambio hacia dietas más vegetales, promover la reducción de la fertilidad, fomentar la educación ambiental, evitar la extinción de las especies salvajes o promover las energías renovables. Ignorar este segundo aviso, dicen, produciría consecuencias nefastas y catastróficas en la biodiversidad y llevaría a la humanidad a la miseria. "Pronto será demasiado tarde para cambiar el rumbo de nuestra trayectoria fallida, y el tiempo se acaba. Debemos reconocer, en nuestra vida cotidiana y en nuestras instituciones de gobierno, que la Tierra es nuestro único hogar". 

Los diez puntos negros

Agua: Se ha reducido un 26% la cantidad de agua dulce disponible por cada habitante.
Sobrepesca: Reducción drástica de las capturas de peces salvajes.
Océanos: Aumento del 75% de las zonas muertas en los mares.
Tierra: Cerca de 120 millones de hectáreas de bosques se han convertido en terrenos de cultivo.
Clima: El crecimiento de las emisiones de gases de efecto invernadero sigue calentando la temperatura media del planeta.
Población: El número de habitantes ha crecido un 35% desde 1992.
Especies: El número de mamíferos, reptiles, anfibios, peces y aves ha descendido casi un 30%.
Cultivos: La degradación de los suelos debido a la explotación agrícola afecta a un 11% de los suelos de cultivo.
Contaminación: La mala calidad del aire y la lluvia ácida están causando graves problemas de salud humana en todo el mundo.
Alimentación: La gran demanda en algunos lugares del mundo está causando problemas de abastecimiento en 80 países que albergan el 40% de la población mundial.


Fuente: ElMundo.es

jueves, 9 de noviembre de 2017

En datos: así seremos en 2050

Habrá más de 9.800 millones de personas en el planeta, India será el país más poblado y la gran amenaza para la salud serán las superbacterias.

Los seres humanos tenemos una capacidad prodigiosa para reproducirnos. Durante los años noventa del siglo pasado, cada mujer tenía de media tres hijos, uno más de los necesarios para sustituir a los padres en la siguiente generación. De hecho, la población humana nunca ha dejado de crecer, siglo tras siglo. Históricamente, este crecimiento ha sido modesto. Las familias eran grandes pero morían muchos. Sin embargo, a raíz de la revolución industrial las cifras se dispararon. Pasamos de unas 1.000 millones de personas, en el año 1800, por las 2.500 millones de 1950, a 7.600 millones de personas en 2017.

¿Cómo crecerá la población mundial?

Las familias cada vez son más pequeñas, pero actualmente, Europa y Norteamérica son los únicos continentes donde las mujeres tienen de media menos de dos bebés a lo largo de su vida, y en todo el mundo la población sigue en aumento. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) estima que, por suerte, la velocidad de crecimiento de la población ya no está sujeta a la aceleración insostenible y sin precedentes del pasado siglo, pero la humanidad seguirá creciendo en 83 millones de personas cada año. En 2050, la Tierra tendrá 9.800 millones de habitantes.
Como ahora, casi un quinto de la población futura se concentrará en un solo país, pero esta vez no será China: India va a ser la nación más poblada, al reunir el 17% de las personas en 2050. Este dato está ligado a la brusca reducción de la mortalidad que se observará, sobre todo, en los países menos desarrollados. Son precisamente países pobres –como India, Nigeria, la República del Congo y Pakistán– los que lideran las tasas de crecimiento de población a nivel mundial, y el motivo puede ser que mantienen familias numerosas pero cada vez gozan de una mayor esperanza de vida.

¿Cuántos años viviremos?

Los datos de la ONU corroboran que la distancia entre la esperanza de vida de los países más ricos y de los más pobres se estrecha. Esta homogeneización se debe a la caída dramática de la mortalidad infantil y de la mortalidad por VIH, además de mejoras en el tratamiento y prevención de enfermedades infecciosas. Aún así, la brecha no desaparecerá en 2050: la esperanza de vida al nacer actualmente es de unos 72 años, y llegará a los 77 años de media mundiales para entonces. Pero si se consideran solo los países más desarrollados, la cifra será bastante mayor, cerca de los 85 años.
Estas tendencias, junto con la disminución global de los nacimientos, apuntan a un futuro seguro: la humanidad será cada vez más vieja. Concretamente, la media de edad de todo el mundo –que ahora ronda los 30 años– ascenderá hasta los 36. En España, por ejemplo, que será uno de los países con mayor esperanza de vida, será 52 años (hoy es 44 y hace solo medio siglo era 30 años). El envejecimiento de la población supone un reto tremendo para toda la sociedad: al duplicarse el número de personas jubiladas, aumentará la presión sobre los sistemas sanitarios y sobre los programas de pensiones y de ayudas para personas dependientes.
La migración internacional podría mitigar los efectos adversos del envejecimiento de la población, al viajar jóvenes trabajadores de países más pobres a los países desarrollados, donde se concentra una gran proporción de personas mayores. Sin embargo, no se prevé ni mucho menos que esto vaya a solucionar el problema, dados los niveles relativamente bajos de inmigración a estos países y las tensiones internacionales que ya causan. Además, los expertos advierten sobre un tipo de migración forzosa que podría agravar los problemas de convivencia: es el caso de los llamados refugiados ambientales, víctimas de fenómenos climáticos repentinos o muy rápidos –como sequías o subidas del nivel del mar– que se quedan sin hogar. Resulta difícil predecir los efectos del cambio climático sobre las poblaciones humanas, ya que ni siquiera se conocen las cifras actuales de refugiados ambientales. Lo que sí está claro es que sus números crecen, y que, para muchos de ellos, la marcha del hogar no incluye viaje de vuelta.

¿Habremos erradicado las enfermedades modernas?

En el terreno de la salud pública hay buenas noticias y las hay malas. Por una parte, algunas enfermedades devastadoras, como el sida, son cada día una amenaza menor, gracias a los avances en el tratamiento y la prevención. Sin embargo, algunas enfermedades infecciosas que ahora tenemos bajo control podrían volverse realmente peligrosas, dada la explosión en la resistencia a los antibióticos. Además, conforme crece la esperanza de vida y la población envejece, aumentará la incidencia de condiciones peligrosas ligadas a la edad, como la enfermedad cardiovascular (la principal causa de muerte actual) o el alzhéimer. La Organización Mundial de la Salud (OMS) advierte de que se triplicarán los casos de demencia para 2050, y pide con urgencia mayor esfuerzo de investigación y ayudas para los pacientes y sus cuidadores.
El sida, la enfermedad causada por el VIH, ya no está entre las 10 causas principales de mortalidad, aunque todavía se cobra cerca de un millón de vidas al año, y Onusida estima que unas 36,7 millones de personas viven con el virus. No hay cura, pero un estudio del Centro de Excelencia en VIH/sida de British Columbia, en Canadá, predijo hace una década que ya está en nuestro poder detener la transmisión de la epidemia, simplemente tratando con antirretrovíricos a todas las personas infectadas. El único problema es el inmenso coste de esta intervención.

Un caso parecido es el del cáncer, que todavía supone un problema gravísimo de salud pública. Hace dos años, científicos de University College, en Londres, publicaron un informe en el que aseguraban que se pueden eliminar las muertes por cáncer en la población menor de 80 años para el año 2050. Esta predicción es optimista, y depende de que se logren avances en el tratamiento y prevención del cáncer –lo cual requiere grandes inversiones– pero no es imposible, dado que la mortalidad por cáncer ha disminuido en un 1% cada año desde 1990. Solo el cáncer de pulmón es la cuarta causa de mortalidad mundial, y su incidencia disminuye rápidamente gracias a que cada vez fuma menos gente. Por desgracia, factores de riesgo para otros tipos de cáncer, como la obesidad, están en aumento, sobre todo en países de África, Oriente Medio y Asia.
Al margen de estas predicciones, hay un problema reciente y creciente que, junto con el cambio climático, lidera las discusiones internacionales de salud pública: las superbacterias. No es una exageración decir que las infecciones resistentes a los antibióticos superarán en muertes –y, probablemente, en costes– a las demás epidemias que conocemos. Las bacterias que sobreviven a nuestro abuso de los antibióticos generan cepas nuevas capaces de resistir los fármacos tradicionales. Simples infecciones que hace unos años se podrían haber tratado hoy en día causan unas 700.000 muertes anuales. Los expertos barajan proyecciones que llegan a las 10 millones de muertes en 2050, si no se hace nada para remediar esta crisis.

En todo esto se debe recordar que cualquier pronóstico es, por naturaleza, tentativo. No cabe duda de que la humanidad se enfrentará a nuevos retos en los próximos años, pero tampoco de que hay motivos para el optimismo. Vivimos una época emocionante para la ciencia: la edición genética de precisión pronto ayudará a curar enfermedades y a crear cultivos capaces de alimentar a la población creciente; cada año hay nuevas y mejores propuestas para satisfacer la demanda global de energía, aún reduciendo las emisiones atmosféricas; y los avances en robótica e inteligencia artificial prometen mejorar la calidad de vida en casi todas sus dimensiones.

Fuente: ElPais.com
En la elaboración de esta información han colaborado José Manuel Abad, David Alameda y Javier Galán.