miércoles, 22 de marzo de 2017

Argentina sumó 1663 km2 de su plataforma continental

Argentina incorporó 1.633 kilómetros cuadrados a su territorio marítimo, al obtener el aval de la Comisión de Límites de la Plataforma Continental de la ONU en un planteo que había quedado pendiente desde 2016, cuando el país logró ampliar un 35 por ciento su plataforma con el visto bueno del mismo organismo, anunció hoy la canciller Susana Malcorra.
De este modo, el país consiguió definir todo el límite de la Plataforma Continental, con excepción de los territorios de Malvinas en disputa con Gran Bretaña y la región del Tratado Antártico. El espacio marítimo que ahora quedó incorporado a la plataforma argentina se ubica entre los 39 y los 42 grados Latitud Sur, debajo del límite con Uruguay, demarcado en las aguas del Río de la Plata.
"Cuando se tiene un Norte claro que trasciende las distintas administraciones se logran estos resultados", festejó Malcorra durante una conferencia de prensa realizada en el Palacio San Martín. “Hoy celebramos que se ha definido todo el límite de la Plataforma Continental, lo cual nos da certidumbre, confirma cuál es el límite de la Argentina sobre el Océano y agrega una cantidad importante de kilómetros ya totalmente definidos a nuestro país, con toda la riqueza que subyace debajo de las aguas”, agregó.
El año pasado -cuando Argentina logró incorporar 1.700.000 metros cuadrados a su plataforma marítima, es decir que sumó un 35 por ciento más de superficie- este punto había quedado pendiente de resolución, ya que la Comisión de Límites de la Plataforma Continental le recomendó al país reducir sus pretensiones. Pero la diplomacia argentina aportó material extra para sostener que la franja de subsuelo marítimo que reclamaba era una prolongación natural de su territorio.
Para eso recurrió a expertos en Batimetría (técnica de medición de las profundidades acuáticas), Sismología, Geología, Geodesía, Geofísica y Cartografía, entre otras especialidades, que sostuvieron su postura. Para la presentación argentina colaboraron diferentes ministerios y hasta la empresa estatal YPF, que aportó técnicos y estudios respaldatorios.
"Finalmente el reclamo de Argentina fue aceptado en un 100 por ciento, es decir que el país logró incorporar 1.633 kilómetros cuadrados de plataforma marítima por arriba del planteo previo que se había efectuado en 2009. Ahora deberemos incorporar estos cambios a los mapas y cartas náuticas", explicó Frida Armas Pfirter, coordinadora de la Comisión Nacional del Límite Exterior de la Plataforma Continental (Copla).
Se trata de un territorio marítimo más allá de la zona económica exclusiva de las 200 millas marítimas. En la plataforma continental (a diferencia de la zona económica exclusiva) se permite la pesca internacional, pero el país tiene todos los derechos sobre las riquezas del suelo y del subsuelo. "Es una zona de mucho espesor de sedimentos, que posiblemente posea hidrocarburos y gas metano, pero está todo por descubrir", indicó la coordinadora de Copla.
Como indicó Malcorra, con este aval internacional la Argentina ya tiene todo el límite de su plataforma continental definido, con excepción de la zona de las islas Malvinas, en litigio con el Reino Unido, y la que abarca el Tratado Antártico, que no son materia de análisis en la ONU por encontrarse en litigio de soberanía o bajo un tratado internacional.

Fuente: Télam publicado en DiarioDeCuyo.com.ar

sábado, 11 de marzo de 2017

El gas carbónico en el aire superó los niveles máximos en 2016

miércoles, 1 de marzo de 2017

¿Qué pasaría si el magma fuese frío?


El enfriamiento externo de nuestro planeta, la progresiva desaparición de la atmósfera y, por lo tanto, de las condiciones favorables para la vida serían las principales consecuencias

Imagen de archivo del volcán Kilauea (Hawái) en plena erupción, en 2002. FOTO REUTERS | VÍDEO EPV
Los magmas terrestres se forman por la fusión parcial de rocas del manto superior y la corteza inferior debido a la actividad y al calor interno de nuestro planeta. Los magmas se almacenan en grandes cámaras magmáticas y pueden ascender por fallas y fracturas de la corteza terrestre hasta alcanzar la superficie. La expulsión del magma se produce durante las erupciones volcánicas en forma de lava, enfriándose y pasando a formar parte de las rocas de la superficie terrestre. El aspecto más importante de la actividad magmática es su conexión con la tectónica de placas, un proceso global que mantiene en constante renovación las rocas corticales de la Tierra.
La pregunta ¿qué pasaría si el magma fuese frío?, que se hacen miles de internautas, según el ránking de las búsquedas de Google, tiene dos posibles connotaciones: la primera asociada al enfriamiento de los magmas terrestres por el cese de la actividad y el calor internos y, por lo tanto, a la imposibilidad de fundir las rocas mantélicas y corticales; y la segunda, a la sustitución de la masa fundida de rocas que conocemos como magma por otra masa de condiciones plásticas similares pero con temperaturas mucho más frías.
Para explicar estos supuestos, los geólogos volvemos nuestras miradas a otros cuerpos del Sistema Solar. Para el primero, en el cual los magmas terrestres se enfrían y dejan de fluir desde el interior de la Tierra hasta la superficie, podríamos fijarnos en Marte, el cuerpo del Sistema Solar más y mejor estudiado. La importancia de Marte no solo radica en la búsqueda de formas antiguas o incluso actuales de vida debido a sus similitudes con la Tierra. Marte representa una probable imagen del futuro que le espera a la Tierra como consecuencia de un hipotético enfriamiento interno. El volcanismo en Marte fue bastante importante hace varias decenas de millones de años. Sobre la superficie marciana todavía se aprecian los restos de esa actividad magmática en forma de numerosos flujos de lava y edificios volcánicos, entre ellos, el monte Olimpo, la montaña más alta del sistema solar. La antigua actividad magmática marciana estaría probablemente asociada a una tectónica de placas similar a la de la Tierra actual. Por lo tanto, el enfriamiento de los magmas terrestres nos llevaría hacia un escenario parecido al Marte actual, con una escasa actividad interna del planeta, el cese de la actividad volcánica y tectónica e incluso la desaparición de la atmósfera y por lo tanto de la vida, o por lo menos de las condiciones teóricas para el desarrollo de la tan buscada vida marciana.
Para el segundo supuesto, en el que el actual magma caliente terrestre quedaría reemplazado por otro material más frío, podríamos fijarnos en Europa, uno de los cuatro satélites galileanos de Júpiter.Europa tiene un tamaño similar a nuestra Luna y una estructura interna similar a la Tierra. Está formada por una corteza de hielo que descansa sobre masas líquidas de agua (los hipotéticos océanos europeos) cuyo movimiento sustentaría una pequeña tectónica de placas. Producto de esa actividad tectónica se formarían las numerosas grietas y líneas de la corteza helada que confieren a Europa su aspecto externo de pelota de baloncesto. Por debajo de los océanos líquidos hay rocas silicatadas y un posible núcleo de hierro y níquel similares al manto y núcleo terrestre. Por lo tanto, Europa podría representar una imagen de la Tierra en la cual un enfriamiento interno habría dado paso a la formación de una corteza externa helada sobre los actuales océanos. El movimiento de estas masas líquidas por debajo de la corteza helada permitiría conservar una pequeña actividad tectónica en la cual las masas heladas reemplazarían a los continentes y los océanos al magma caliente.
En ambos casos, el panorama que se presenta en la Tierra como consecuencia del enfriamiento del magma o a la formación de magmas fríos no es muy halagüeño. El enfriamiento externo de nuestro planeta, la progresiva desaparición de la atmósfera y, por lo tanto, de las condiciones favorables para la vida serían las principales consecuencias. La actividad magmática y volcánica actuales indican que nuestro planeta sigue vivo, tanto en el sentido geológico del término, con renovación de la corteza y la formación de magmas, como en el sentido biológico, con una muy probable dependencia de la vida tal y como la conocemos de la actividad interna del planeta azul.
Raúl Merinero es doctor en Ciencias Geológicas y colaborador honorífico del departamento de Cristalografía y Mineralogía. Facultad de Ciencias Geológicas. Universidad Complutense de Madrid.
Fuente: El País.com