jueves, 6 de diciembre de 2012

Analogías docentes.


Cuando tuve mi primera suplencia, mi primer trabajo como docente, mi materia estaba conformada por cuatro horas áulicas de las cuales una de ellas coincidía con el primer medio módulo de manera que el restante correspondía a otro profesor.
El timbre sonó indicando la finalización de mi hora y sin ningún minuto de retraso el otro profesor aguardaba afuera del aula. Así fue que mientras me despedía de los alumnos hasta la próxima clase entablé una conversación formal con el docente recién llegado a manera de presentación cordial mutua.
Mi horario terminó y me marché. Pero como lo que uno hace durante el día casi siempre aparece como remolino por la cabeza durante las noches de insomnio, es que haciendo alarde de mi condición de profesor de Geografía, que estrenaba con el pecho inflado de orgullo, recordé aquellos conceptos que mi docentes de la carrera se encargaron de grabar a fuego en la médula de los entonces alumnos del profesorado de Geografía que sería de ahora en más nuestro norte. Es que tenemos bien en claro que la nuestra es una ciencia de relaciones donde elementos del medio físico y humano conforman el sistema holístico llamado Geografía.
Y así es que se los transmito a mis alumnos, quizá para engancharlos en el tema bajándolos de esa nube de la adolescencia o quizá para hacer didáctica mi clase pero lo cierto es que hago proselitismo geográfico diciendo que todo es Geografía. Y les pongo ejemplos de la vida cotidiana para que los alumnos relacionen y asocien conceptos.
Pues resulta que me he tomado en serio eso que todo es Geografía y volviendo a las noches sin dormir como la que estoy escribiendo estas líneas, pensé en aquella presentación amena con el profesor de la hora siguiente. Nuestras materias eran para los alumnos dos temas distintos a escuchar, otros cuadernos a escribir o dos viejos a escuchar hablar sonseras (porque para los alumnos no hay tema agradable).
Mi clase terminaba y empezaba la del otro docente, y ese cambio, ese pasaje de lo anterior a lo actual, de lo pasado a lo presente, lo traduje en lenguaje geográfico y afirmé muy convencido que nuestras materias eran limítrofes. Es que sí, esa línea que divide territorios y que llamamos límite me servía de analogía para convencerme aún más que todo es geografía. Y porqué no decir también que cada medio módulo era un hemisferio, en fin.
Contento con mi audacia nocturna, no lo dejé todo ahí. Porque así como yo soy un enamorado de mi materia pensé que los docentes de las demás materias también deberían serlo de las suyas.
Así la misma situación, si el docente que llegaba a hacerse cargo de la clase fuese de Matemática para él nuestras materias serían adyacentes. Y si fuera de  Lengua serían sílabas y el módulo una palabra. O el de Historia diría que son una línea del tiempo, o lo relacionaría con una asunción presidencial. Para el de Biología las materias en cuestión conformarían una simbiosis y para el de Química el módulo sería una molécula. El de Psicología afirmaría que el módulo es esquizofrénico y el de Idioma una clara traducción. Un docente de Música diría variación y el de Arte notaría un cambio cromático. Para el de Educación Física no sería otra cosa que un salto. No me quedan dudas que el de Física diría que es acción y reacción y es posible que el de Filosofía se haga el desentendido diciendo que solo sabe que no sabe nada.
Y es así, para ser docente hay que ponerle pasión en lo que se hace, hay que zambullirse en las máximas profundidades de la materia para dar lo mejor de sí y lograr empapar también a los alumnos en ese maravilloso mar que es enseñar a ser.
Mis dotes de poeta improvisado, o quizá frustrado poeta del pasado devenido en geógrafo, afortunado geógrafo y profesor, me permitirían suponer cientos de epílogos para ponerle un broche a este escrito que para algunos será interesante, chistoso o tonto; pero vuelvo a la realidad que debo madrugar y entonces trataré vencer el insomnio para al menos soñar con mis clases.

Juan Pablo García Ruiz
Profesor de Geografía

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